Domingo 18 de noviembre de 2001
 

Tan punk como los punk y mas ciber que los ciberpunk

 
 
Cíber qué?, pregunta Iván. Y su rostro deja escapar una mueca de desprecio por aquello que desconoce. Pegados en la pared de su pieza tiene dos posters gigantes de los Sex Pistols. En uno Johnny Rotten se hurga la nariz con entusiasmo.
-Ciberpunk, repetimos pero nos quedamos flotando en la nada como un e-mail que no llegó a destino ¿Tanto tiempo ha pasado desde que William Gibson inspiró el término con su novela "Neuromancer"? Inferimos que si Dios ha muerto, tal como dijo Nietzsche, tampoco quedan profetas. Todas las buenas nuevas son viejas.
Ciberpunk no figura en la agenda de los pibes de quince. Pero Rotten tal vez sí. Tal vez. El año en que lo vimos en Obras Sanitarias se llamaba Johnny Lydon y tenía alrededor de 35 años. La verdad, no convocó a demasiada gente. A los 17 Rotten y Sid Vicius practicaban tiro al blanco en las calles de Londres con sus densos escupitajos. Llevaban el pelo teñido de rojo y verde, bolsitas de mierda en los bolsillos y una indiferencia nunca vista antes de Diógenes. Si el punk representaba un retorno a la tierra, a lo urbano después del trance hippie y las formas de expresión etéreas de los psicodélicos en los "70, el ciberpunk significó un cambio de escenario para la estética e ideología de ese movimiento anarquista, adaptando para su conveniencia algunas de las banderas ya utilizadas a mediados y fines de los "70 a los usos de los "90: la transgresión a las reglas del mercado de consumo a partir de los desechos de ese mercado -el punk hace recitales con los mínimos elementos: equipos en mal estado, instrumentos desafinados, escaso conocimiento musical-, la igualdad de los sexos (otro guiño rebelde a la tradición rock, desde Elvis Presley para adelante, en la que la mujer tenía un papel secundario con respecto al hombre) y el caos entendido como una forma adecuada para ampliar las libertades individuales.
La red proveyó la materia prima para que esta concepción del mundo se hiciera más popular. Aunque los neopunks debieron entender que paradójicamente la tecnología que los acogió también los sacó de las calles.
El neopunk se metamorfoseó en un personaje que estaba de acuerdo en casi todos los puntos del estatuto "punki", excepto en la agrupación física, en la pelea urbana o en el gesto monacal de despreciar el dolor y el placer. El punk se burlaba de las pretensiones eróticas de los Rolling Stones o Rod Steward -"sos un drogado del sexo", decía la letra de una canción punk de la época- y de las actitudes que delataran cierta debilidad. El ejemplo más claro de esta concepción es el de Vicius quien en un recital, en el marco de la gira de los Sex Pistols por los Estados Unidos, tocó por más de una hora con la nariz fracturada y sangrando luego de que un espectador le lanzara una lata de cerveza sin abrir. La vocación "anarco" tiene hoy el rostro de los hacker que a esta altura ya han derivado en múltiples divisiones que no vienen al caso -algunos dicen que es lícito entrar y modificar los complejos sistemas de seguridad de organismos y empresas, en cambio otros opinan que basta con mirar, en fin-.
Pero gran parte de los movimientos que componen este panorama han hecho pie en la tecnología. Desde los hoppies, neohippies naturistas tecnologizados y con base en Santa Fe, la capital de la New Age, hasta los movimientos aborígenes del Amazonas, pasando por las agrupaciones "antiglobalización", utilizan la red para mostrar su trabajo o sus intenciones. El campo es tan amplio que impresiona. "Los grupos antiglobalización, en general, reivindican un ideario y una praxis imbuida de criterios pacifistas. Aunque hay, por supuesto, algunos pocos que auspician formas de acción directa que incluye actos de violencia o hooliganismo", afirma Martín Lozada, un abogado de Bariloche que desde un núcleo de intelectuales, investiga temas como el libre pensamiento y los derechos ciudadanos.
Iván acaba de enviarle a una chica de México su mejor fotografía, donde luce vestido de traje y corbata con el pelo brillante. Casi podemos sentir el perfume Calvin Klein que lleva en el cuerpo (ya llegará el mes en que también pueda enviar estos efluvios de su persona).
-¿Quién es la piba?, preguntamos.
-Ni idea...., responde y otra vez nos quedamos levitando en el ciberespacio. La idea punk de asustar la cosmovisión tradicional de los paseantes se ha vuelto una antigüedad. Acaso porque la gente ya no se sorprende fácilmente. Hoy mismo en Londres no es nada raro ver cómo un chico, vestido de furioso cuero negro, lleva a su chica atada a una cadena para asistir a un festival de cine dark. La estética adolescente de Lydon se queda corta en su performance revulsiva si se la compara con Marilyn Mason. Y Marilyn es un señor mayor.
A pesar de las cada vez más asfixiantes regulaciones comerciales y morales sobre la net, todavía es un lugar donde se gestan algunas formas de libertad que serían imposibles en otro ámbito. El control social, que dictamina la vida civil como una industria que comienza con el nacimiento en una clínica, sigue con el ciclo educativo obligatorio y, en su extensión, la fábrica para terminar en un cajón, dentro de un nicho (recordemos que no estamos en condición de decidir nuestra propia sepultura), ha encontrado un potencial enemigo de este circuito tecnológico.
Michel Foucault, en su "Historia de la locura", situó el Gran Encierro en 1656, año en el que se dicta el decreto fundacional del Hospital General de París. "El encierro esconde, a la vez, una metafísica de la ciudad y una política de la religión", escribe el pensador francés.
El desarrollo de la red es, entre otras cosas, una respuesta a la imposibilidad de torcerles el codo a los canales de distribución de las multinacionales. Hemos terminado por aceptar que las cadenas se mueven bajo determinadas pautas, en las que lo alternativo es todo aquello que queda fuera de los ranking y el ranking se construye a partir de una ingeniería de promoción. La urbe -y aquí el concepto de urbe supera a la idea de ciudad- se ha vuelto asfixiante, de ahí la búsqueda de aire puro en un sitio virtual: tan lejos pero tan cerca de los cerrojos y otras formas de corrección política. El underground no yace únicamente en las salas off de las grandes metrópolis, sino en los sitios web que desarrollan los nuevos grupos de acción desde cualquier rincón del planeta.
"Toda la tecnología en el futuro puede llegar a ser invisible porque estará dentro del cuerpo enchufado a una superestructura robótica para convertirse en un cyborg porque podrá tragarse las máquinas. Internet es una de las tantas estrategias para avanzar por este camino, para explotar, para generar nuevos paradigmas", dijo hace un tiempo el artista del cuerpo Sterlac, quien ha permitido, en algunas de sus performances, que los internautas manejen sus músculos.
No falta demasiado para que la "Matrix" se haga una realidad. Qué tan fantástica o peligrosa terminará siendo, es otra discusión. A la vez que crece con devoción y a los estallidos el mágico mundo de la net, con sus virtudes y miserias internas, un pensamiento frío es alimentado por laboratorios y gobiernos de países del Primer Mundo. Stephen Hawkins lo advirtió hace unas semanas, la inteligencia artificial podría llegar a dominar nuestra sociedad. Existe una obvia relación entre el control policial que sufre la red en este momento y la utilización de robots capaces de establecer valoraciones cualitativas sobre las palabras.
En "Neuromancer", Gibson se imagina una civilización en la que la mente de los seres humanos se relaciona con mentes artificiales, creadas por una civilización anterior, capaces de utilizar el pensamiento de personas físicamente muertas como si se tratara de empleados útiles. Ciertos movimientos anarquistas han percibido el peligro latente detrás de una tecnología librada al azar de la ambición.
El nuevo eremita cibernético encontrará otras responsabilidades por muy lejos que se sienta de la carne. El periodista Carlos Trías advirtió, en un artículo de la desaparecida "Ajoblanco", acerca de los pro y los contra de una sociedad que, al menos teóricamente, se automargina del contacto físico: "Son eremitas cibernéticos, gobernantes de señales audiovisuales, pilotos que conducen con pericia su navío por las aguas policromas de la realidad virtual. Viven físicamente retirados del mercado, ágora o plaza pública -una plaza que ya nadie frecuenta-, pero virtualmente conectados a la nueva ágora o centro de reunión. Se supone que están solos como San Antonio Abad y San Pedro el Ermitaño, y sometidos a las mismas tentaciones, pero ahora el diablo comparece en la pantalla del televisor (pues tampoco el diablo va por libre).
La lucha por un espacio donde se respeten determinadas libertades -la expresión y difusión artística es una muy obvia y que cada vez se vuelve más difícil de hacer valer- se libra en todos los terrenos posibles. Es rara, es engañosa, es dura. Sí, parece otra película de ciencia ficción.

Claudio Andrade
candrade@rionegro.com.ar

   
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