Martes 16 de octubre de 2001

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La crisis del "voto bolsita" arrinconó a la Alianza

 

Bariloche, sinónimo de dura advertencia para la política

 
  En los últimos años, el electorado de esta ciudad acostumbraba dar la nota por la inusual dispersión de sus preferencias, al punto de que los ganadores de los comicios más recientes no lograron superar el 35 por ciento de los votos.
Pero el pasado domingo esa barrera fue sorteada con envidiada facilidad por el voto protesta, que le dio a Bariloche su lugarcito en la maraña informativa a nivel nacional, ya que aquí se registró un récord del 40 por ciento de votos nulos o en blanco sobre el total de emitidos.
Tampoco debe pasar desapercibido que concurrió a votar sólo el 71 por ciento de los ciudadanos habilitados. La paliza del voto bronca caló hondo entre los políticos locales. Cada uno a su modo asumieron las culpas y reconocieron la necesidad de ofrecer "cambios en serio", aunque nadie fue muy específico.
Los datos de la elección local dejaron el claro mensaje de que la gente no está sólo reclamando un menor gasto político (como interpretaron algunos candidatos) sino también más idoneidad y mayor eficiencia en la solución de sus problemas.
Con estupor mal disimulado, el intendente Atilio Feudal se apresuró a señalar que el castigo "fue un fenómeno nacional", pero los valores impensables del voto-bronca en Bariloche son reveladores de que aquí hubo "algo más".
El legislador justicialista Walter Cortés interpretó que "la gente en esta ciudad se siente más postergada que en ninguna otra", porque el gobierno provincial y nacional "sacan y sacan, y nadie trae nada". Ese diagnóstico no explica entonces por qué entre los votos válidos la mayor cosecha se la llevó la Alianza.
El concejal del MPP Jorge Temporetti -cuya candidatura a diputado fracasó con estrépito- dijo que la catarata de votos nulos "fueron un dato muy preocupante" y un castigo "a toda la clase política sin distinción".
"Es lo que la gente piensa de los que somos funcionarios", asimiló con acritud la presidenta del Deliberante, Graciela Di Biase.
El sacudón fue difícil de digerir y todas las interpretaciones son parciales porque es difícil resumir en un sólo perfil las motivaciones, seguramente heterogéneas, de quienes pusieron en el sobre cualquier cosa que no fuera una boleta oficial.
Pero la primera reacción fue, al menos, de cautela respetuosa. Como nunca antes, esta vez nadie festejó. No hubo caravanas, bombos ni serpentinas. Todos se fueron a dormir temprano. Lo hicieron bajo la sensación de que la grave crisis social golpea muy fuerte y la gente no tiene esperanzas de que los políticos -cualesquiera sean- estén en condiciones de torcer esa realidad.
Y lo de dormir, es una forma de decir.


Daniel Marzal

     
     
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