Domingo 14 de octubre de 2001
 

Instantáneas de una peluquería

 

La imagen persigue a Pablo Recabarren, tanto desde una peluquería donde la estética se pone frente al espejo, como en la fotografía que lo apasiona desde siempre. Esa convivencia con el instante de la belleza lo hizo tomar la cámara y hacer una carrera que él comentó como una necesidad.

 
Con la peluquería empezó, desde que se acuerda, desde un salón de belleza grande hasta la actualidad. Pasaron alrededor de 20 años y la inquietud estética también agregó pintura, telar y papel hecho a mano, hasta que finalmente todo quedó relegado por la fotografía, el medio que siempre le atrajo para mostrar esa realidad tan fugaz como la vida misma. Pablo Recabarren hizo de la fotografía una pasión de mirar, mientras que la peluquería es un medio de vida. Sus muestras en la Alianza Francesa, el Centro Cultural Ricardo Rojas y el Uruguay, además de futuros proyectos, atestiguan una estética de ciudades, personajes, desnudos, imágenes en general a todo color o blanco y negro donde él puso el ojo y la cámara.
-¿Desde cuándo con la fotografía?
-Hace 8 años empecé con lo básico en el Foto Club Buenos Aires, aunque desde siempre hago fotografías. Luego hice talleres con el maestro Alberto Goldenstein, Guillermo Bruno, Daniel Pesa y con Luis Martín, en blanco y negro en laboratorio. Ahora estoy estudiando y trabajando con alguien que me parece espectacular como fotógrafo y es Adriana Lestido.
En realidad para mí toda la fotografía del pasado y el presente me resulta interesante, considero que se sintetiza en cómo uno ve las cosas. Evidentemente me sucede como una necesidad de mostrar mi visión de lo cotidiano y las vivencias de toda una vida. Eso se refleja en la fotografía y nos pasa a todos los que estamos mostrando imágenes. Incluso desde el punto de vista del fotógrafo cronista o por encargo, sucede que dos fotógrafos ante una misma realidad tienen un enfoque diferente, está en la mirada de cada uno.
-¿Cuál es tu mirada?
-Lo que yo intento siempre es que la gente reconozca mi trabajo, mi visión personal. El ver de una forma determinada es lo que caracteriza a todo artista, lo mismo que pasa con los pintores. Yo tomo una actitud totalmente desprejuiciada en esa visión de la realidad, la idea es mostrarle a la gente desde mi óptica la verdad de algunos lugares. Por ejemplo mis fotos del trabajo en la peluquería, donde la necesidad de mostrar mujeres que se quieren ver espléndidas tiene sus pasos, lo que lleva a esas imágenes que la gente ve pero no se detiene a observar, una rutina que pasa inadvertida. Como el fotógrafo que saca fotos de reuniones familiares y cuando se ven llaman la atención, por algo que estaba allí y no se notaba en el rutinario mirar. Lo más valorable es que el fotógrafo pueda hacer algo muy simple y transformarlo en una imagen singular.
-¿En ese sentido hay diferencia entre las fotos color y blanco y negro?
-Para mí no. Creo que hay trabajos específicos, lo que hago siempre antes de empezar un trabajo es plantearlo en las dos alternativas. Luego los estudio y los dejo madurar hasta que finalmente si ese trabajo será blanco y negro o color se impone solo. Por ejemplo no me parece que unas fotos del back stage de la peluquería deban ser blanco y negro, porque el color es primordial en el color de las tinturas, los cabellos o la piel. No así en las fotos que hice en Hudson, provincia de Buenos Aires donde está la Maltería Quilmes. Esos lugares y personas las hice a color y blanco y negro, pero se fueron definiendo en blanco y negro. Sucede que son lugares que yo viví en la adolescencia donde estaban las industrias que luego cerraron y la gente quedó. Ahora es zona de countries y de cambios con la autopista Buenos Aires- La Plata.
Allí volví con un amigo y comencé a fotografiar, lo hice en tiempos muy cortos, cuando al amanecer la gente trabaja en las quintas u ordeña sus vacas. Entonces la idea era mostrar cómo se vive, no hacerlo desde un punto de vista empobrecido, sino con cierta diversión de mostrar que, a pesar de todo, esa gente está más contenta que nosotros. Pero todo en blanco y negro.
- ¿Por qué hiciste color en la ciudad de Chicago?
-Allí viven familiares míos y la primera vez que fui me impactó mucho la ciudad desde su bellísima arquitectura. Pero no fijé mi mirada en ese tema, sino en una ciudad que vive en pleno invierno con total normalidad las intensas tormentas de nieve. Esa es la imagen que quise captar desde mi primer viaje y aun en la segunda vez que estuve, donde me concentré en la tormenta en sí y la gente. De todas maneras todas las ciudades me llaman la atención fotografiar, tanto Buenos Aires como Nueva York que conviven con la misma locura alienante, pero en cambio me interesa mucho el paralelismo de Chicago y Hudson en cuanto a la tranquilidad de la gente y su amabilidad. Un clima que se imprime en la fotografía.
-En todo caso ¿qué te atrae más fotografiar?
-En fotografía se puede fantasear, pero la foto está cuando menos se la espera, aun cuando uno salga a sacarlas, muchas veces no se logra ninguna. Cuando se está bastante tiempo en fotografía, el ojo parece estar ejercitado y la cámara es solo un nexo entre lo que me pasa a mí y esa realidad. Hay millones de fotos que el profesional las ve y no tiene la cámara en su mano, es un mecanismo incorporado, una mirada continua. En ese sentido, sin duda, el fotógrafo es un cronista, porque vivimos mirando todo. Con más razón los grandes artistas en el tema, que buscan la imagen justa para un trabajo, diferente del foto-periodista que tiene que hacer fotos como un trabajo específico.
A mí me pasa como un estado creativo, yo no tengo tiempo para hacer ocio con la fotografía y lo empleo a full, incluso de noche, como en Hudson donde es algo riesgoso en cuanto a seguridad del equipo, pero siempre es un desafío. Por otra parte no me engancho con estados de ánimo que no sean de placer y no me gusta lo feo en la imagen, quiero decir que hay fotógrafos que juegan con mostrar imágenes fuertes, tal vez desagradables en su intención. Mi intención es causar una impresión positiva.
- Como con las fotos de la peluquería.
-Cierto, la idea es captar una mujer que se vea linda, aun con los pelos preparados para los reflejos o una mujer depilándose. Con ese criterio hice durante dos años las fotos en ese ámbito, resultaron así unas 20 fotos, que es lo estimado para carpetas de presentación. En el caso de los desnudos me interesa la idea de una persona despojada, no me importa la belleza del físico, y lo hago con mujeres porque tengo experiencia con ellas. Casi todas no tienen realizados desnudos en fotografía y eso es mejor, no son modelos, aparecen al azar y las fotografío con algo que les sea muy querido. En ese vínculo se crea un clima que no las hace pendientes de la cámara. En realidad creo que hay que verlo todo y cada detalle, en todo caso, el primer paso pasa por mi placer de hacer el trabajo, luego está el hecho de mostrarlo.

Julio Pagani

   
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