Domingo 26 de agosto de 2001

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Audaz ataque palestino desata represalia israelí

 

Roquenses cuentan cómo es vivir bajo la amenaza constante

 

La ruptura de las negociaciones entre israelíes y palestinos desató una ola de atentados y represalias que afecta a las ciudades israelíes y a los territorios árabes. Tres roquenses que viven o vivieron en Israel comentan las sensaciones de la gente común.

  La terrible presión psicológica provocada por la repetición de los ataques suicidas de extremistas islámicos está afectando cada vez más a los israelíes, a quienes se les hace día a día más difícil llevar una "vida normal".
La gente sale poco de sus casas y elude en lo posible los lugares concurridos como cafeterías y restaurantes, ahora protegidos por guardias armados, con sus armas sin seguro y el dedo muy cerca del gatillo.
De los recientes atentados palestinos, el que más conmocionó a los israelíes fue el que cometió un "kamikaze" el pasado día 9 de Agosto en una pizzería del centro de Jerusalén, donde murieron quince personas a causa de la explosión de un bomba que el terrorista llevaba adosada al cuerpo.
Tres días después, otro palestino suicida -del grupo Yihad Islámica- cometió un atentado en una cafetería-restaurante de la ciudad israelí de Kiriat Motzkin, del norte del país, en el que resultaron heridas veintiuna personas.
Desde entonces, se han sucedido a diario atentados fallidos, tiroteos esporádicos e incidentes militares que hacen presagiar un conflicto generalizado. (ver pág3)
"Río Negro" dialogó con dos roquenses que viven actualmente en Israel y con otro que volvió de allí hace apenas dos meses, después de haber hecho una residencia de dos años allí.
Daniel Cohen Sabban, Raúl Michanie y Marcelo Peche comentan a que la posibilidad de ser víctimas un atentado ha sido una constante en sus vidas en los últimos meses
Sin embargo, aclaran que la gente no vive con una angustia continua, y que pasada la psicosis inicial después de un atentado, intentan seguir con sus actividades. "Ellos saben de los riesgos, pero también tienen claro que éste es el lugar del mundo donde quieren vivir", asegura Peche. (ver aparte)
Michanie, desde la misma perspectiva, sostiene que " Uno se acostumbra a una rutina de seguridad, la vida continúa y se sigue trabajando, estudiando... Nosotros a veces decimos que queda librado al destino lo que uno pueda sufrir...".
Todos coinciden en que los principales perjudicados por la ola de miedo son los centros comerciales, restaurantes y cafés, que aunque están muy controlados, hoy están casi vacíos, porque incluso en esas condiciones los parroquianos (ni hablar de los turistas) tienen miedo. Los israelíes también van menos al cine para evitar encontrarse en un lugar concurrido.
Los diarios revelan que en los últimos días se han incrementado en un 20% los pedidos por teléfono a restaurantes y pizzerías para que les envíen el almuerzo o la cena a sus casas. Las empresas de trabajo temporal señalan que en las últimas semanas ha habido una gran demanda de mensajeros con moto, y un aumento aún mayor en la de conductores de vehículos de reparto.
Esto es así porque, ahora más que nunca, puede haber un atentado en cualquier lugar: ya sea en alguna de las ciudades más importantes como Jerusalén o Tel Aviv, o en ciudades pequeñas y de las que casi nunca se habla, como Kiriat Motzkin. Los brazos armados de los diferentes movimientos palestinos, sean integristas o no, afirman que "ahora todo israelí es un blanco posible".
El dueño de una de las cafeterías de moda del centro de Jerusalén, Kobi Sharf, dice: "Quiero estar seguro de que los clientes que vienen a mi local no sufren ningún daño, por lo que ordené a los guardias que registren a toda persona que quiera entrar y les resulte sospechosa". Agrega: "Se trata de un gasto importante -más de 75 dólares al día-, pero no hay más remedio; tardé años en crear una clientela fija y tengo que protegerlos a ellos y a mi negocio".
También los taxistas israelíes estudian qué medidas van a tomar. "Nosotros realmente tenemos problemas; hoy en día, todos examinamos con siete ojos a nuestros pasajeros potenciales antes de que suban al coche, pero la ley nos obliga a parar a toda persona que levanta el brazo", comentó Haim Ben-Yejezkel, un taxista de Tel Aviv.
El temor a menudo se transforma en odio. Religiosos ortodoxos y ultranacionalistas israelíes gritan en sus manifestaciones por los altavoces consignas como "Hay una sola solución: no hay árabes, no hay atentados", o "Sí a la venganza de Dios".

Cae la confianza en el gobierno

Los israelíes viven días de pesadilla, mientras los servicios secretos persiguen desesperadamente a algunos terroristas palestinos dispuestos a realizar atentados y la inseguridad tiene efectos en el campo político.
El propio ministro de Relaciones Exteriores, Shimon Peres, afirmó que se siente expuesto a amenazas de muerte de parte de los integristas de Hamas, por un lado, y de los extremistas de la derecha israelí, por otro.
Un número creciente de israelíes está perdiendo la confianza en la capacidad del premier Ariel Sharon que cuando fue electo, en febrero último, había prometido devolver la seguridad al país. Al responder a la pregunta de una encuesta a cargo de Gallup, el 70% de los entrevistados previó que Sharon "no logrará ganarle a la Intifada". Por primera vez desde la constitución de su gobierno de unidad nacional, la mayoría de los entrevistados, un 53% dijo que estaba desilusionado por lo que hizo en cuestión de defensa nacional. Pero en este dato se sumaron dos tendencia opuestas, el 17% encuentran excesivas las represalias militares del líder del Likud hacia los palestinos. El 51% los considera inadecuados, pero por el motivo opuesto: deberían ser, piensan, "bastante más drásticas".

En Jerusalén, "la vida sigue" a pesar de la inseguridad

Raúl Michanie hace más de cinco años que partió desde Roca para instalarse en Israel. Recuerda con afecto a los numerosos amigos y familiares que dejó en Argentina, donde entre otras actividades fue jefe de prensa del municipio roquense durante la intendencia de Pablo Verani, en los "80, y un activo dirigente de la comunidad judía local después.
A mediados de los "90 decidió radicarse en Israel. Actualmente trabaja como conserje (recepcionista) en un lujoso edificio de departamentos en pleno corazón de Jerusalén, una de las ciudades que por razones políticas y religiosas es blanco predilecto de los ataques.
Asegura que su trabajo "está cerca de la casa del primer ministro, de la casa del presidente" y "tenemos de vecinos a un convento que pertenece al Vaticano" por lo cual la seguridad es abundante y el barrio es "relativamente tranquilo".
Sin embargo, está apenas a 400 metros del centro comercial "donde ocurrió el último atentado en la pizzería Sbarro" que dejó 18 muertos.
Admite que estar atentos a cualquier movimiento sospechoso ya es una rutina para la gente. "Por ejemplo si estamos en verano y aparece alguien con abrigo, o por ejemplo al viajar en autobús". Relata que "en uno de los últimos atentados, a una moza le llamó la atención un cliente al que le colgaban unos cables. Entonces la chica gritó "¡mejavel, mejavel!", que en hebreo quiere decir "terrorista, terrorista" y la gente se escapó a la calle y salvó su vida".
Michanie admite que la inseguridad no sólo afecta a los israelíes judíos, sino también a los ciudadanos árabes. "En Jerusalén hay muchos barrios árabes que rodean al centro, y el árabe-israelí vive entre nosotros, yo tengo varios compañeros árabes. Estas personas viajan cotidianamente en colectivo y comentan que cuando los ven subir con una bolsita de nailon oscura, por ejemplo, la gente siente temor. Cuando pasa un atentado y ellos vuelven a la casa, son parados por la policía, sufren toda clase de indagaciones, y eso los hace sentir mal..." Comenta que, a pesar de todo, la gente lo toma con tranquilidad. "Uno se acostumbra a una rutina de seguridad, la vida continúa y se sigue trabajando, estudiando... Nosotros decimos que queda librado al destino lo que uno pueda sufrir..."
Asegura que una de las cosas negativas que dejó la ola de extremismo y violencia es el aumento en el desempleo, tanto para árabes como para israelíes.
En el caso de los palestinos, muchos dejaron de trabajar debido a las limitaciones al ingreso desde los territorios desde que que comenzó la intifada .
Para Michanie, esto es negativo, porque " la falta de trabajo y el no hacer nada no es aconsejable para calmar los ánimos". Por otra parte, sostiene que la inseguridad "también ha afectado al turismo en Israel, los hoteles están con capacidad ociosa, mucha gente sabe que mañana puede perder trabajo".
El roquense mostró su preocupación por los niveles que está alcanzando la escalada. "Esta no es una guerra declarada pero cada día esta alcanzando grados de continuidad y de globalización mayores. Y los que sufren son los dos pueblos", sostiene .
Pese a todo, Michanie intenta ver señales para el optimismo. "Es un problema de extremismos, que los hay por parte de palestinos e israelíes, que creo muchas veces se produce por la falta de cultura y de ejercicio democrático . Esto es un proceso de muchos años y de la única forma que terminará es negociando y hablando". "Confío en una calma que permita reanudar las negociaciones y llevar a la creación de un Estado palestino que conviva pacíficamente con su estado vecino, el de Israel", finaliza.

"A veces cuesta hablar de paz"

Daniel Cohen Sabban tiene 45 años y es oriundo de General Roca, pero hace unos 15 años que vive en Israel. Está casado y tiene tres hijos, una nena y tres varones, que están disfrutando de las vacaciones.
En Israel, está ligado al deporte. Su actividad actual tiene que ver con el desarrollo del rugby en ese país, "enseñando en colegios y formando equipos". Una de las actividades afectadas por la creciente tensión es la organización de un campeonato internacional de ese deporte. "Este año cuesta muchísimo traer equipos del exterior por la situación política", comenta. "Río Negro" le consultó hace unos días cómo vive la angustiante realidad actual.
"La situación aquí es bastante dolorosa, desde el momento que te ponés a pensar si vas a comprar a un centro comercial y desistís de ir por que pensás en la posibilidad de un atentado terrorista (aunque aclaro que no es mi caso)", comenta . En su experiencia más cercana con la violencia, cuenta que "hace cuatro meses, fui victima de un atentado, donde aproximadamente unas 15 personas saltaron de improviso al camino y me apedrearon sin compasión. Por suerte salí ileso, solo mi auto se dañó, pero ésta es la realidad que vivimos".
Asegura que "el problema central es que no hay con quien hablar. Hace poco el señor Arafat, desde el Vaticano, habló de un cese del fuego: desde entonces hubo más de 10 atentados (los medios informan sólo de los más espectaculares) en los que balearon a cerca de 15 personas y asesinaron 5, incluyendo niños y mujeres embarazadas".
Sostiene que "siempre pensé que el precio de la Paz se va a pagar con vidas de los dos lados. También soy de la opinión que los palestinos tienen que tener su tierra, su país, pero la manera de conseguirlo no tiene que ser por la fuerza, sino sentarse a una mesa hasta que se llegue a algún acuerdo". Luego agrega "¿qué ser humano puede pegarse al cuerpo 5 kilos de explosivos, entrar a un restaurant, accionar la bomba (explotarse) y llevarse con el otras 15 personas entre ellos niños, mujeres y ancianos y herir otras 80?. Cuando ocurren este tipo de cosas, me cuesta mucho seguir pensando que hay que darle otra oportunidad a la paz".

Foto: "La mayoría de los israelíes tiene claro que ése es su lugar en el mundo", asegura.

     
     
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