Lunes 13 de agosto de 2001

 

Historia de una mujer que recordó en etapas

 

A la testigo que sirvió para condenar a Guillermo González Pino hubo que recordarle todo lo que había declarado. Tuvo contradicciones, algunas de las cosas que dijo no se pudieron probar, pero igualmente la utilizaron como pieza central del fallo.

  Sandra González fue la persona que más convenció a dos de los jueces que, imponiendo su mayoría, condenaron a Guillermo González Pino a 18 años de prisión, acusado de haber participado de un secuestro nada claro.
César López Meyer y María Evelina García le creyeron a esta mujer, a quien tuvieron que "hacerle recordar" en el debate gran parte de lo que había dicho en el sumario. Así, en base a un largo y tedioso cuestionario que respondió con monosílabos, Sandra González ratificó gran parte de su versión. Extrañamente los defensores opusieron una débil resistencia a este modo de interrogar que emplearon el fiscal y los jueces.
Entre los tramos más salientes que confirmó, está la supuesta confesión que le habría hecho González Pino en un momento de intimidad. "¿Te acordás del triple crimen. Yo estuve ahí, yo las quise golpear pero no matar", dijo González que le confesó su concubino.
Los jueces García y López Meyer no usaron esta frase como argumento central de la condena pero ensayaron una respuesta a las críticas de los defensores, quienes se preguntaron una y otra vez por qué Sandra González mencionó la supuesta confesión del imputado recién en su tercera declaración.
La curiosa respuesta consistió en argumentar que, como la declaración de Sandra González tuvo lugar muchos meses después de los hechos, "no es razonable pretender que recuerde circunstancias que bien pueden olvidarse o confundirse, en especial aquellas a las que, en su momento, no tuvo motivos para prestarles mayor atención. Y en ese caso también se entiende que en su primera declaración expusiera los hechos que había percibido, omitiendo referirse a la confidencia que le había hecho González Pino en su momento de intimidad, por recato, por olvido, por la inseguridad que podía provocarle ese conocimiento, por estimarlo innecesario después de lo que ya había dicho, y/o simplemente porque no se lo preguntaron".
El presunto recato de la testigo quedó de lado cuando contó sus intimidades sexuales en la sala de audiencias, ante todo el público. Por otra parte es raro que se hubiera olvidado de lo más destacado, a menos que recibiera confesiones de similar tenor en forma habitual.
Del mismo modo no se explica cómo podía tener miedo, si ya estaba en contacto con la policía y si con su descripción ya estaba involucrando a su ex pareja. Y por último, ¿cómo podía pensar que era innecesario o que no debía decirlo si no se lo preguntaban?
Más allá de estos "recuerdos" en etapas, lo importante a la hora de valorizar las pruebas de cargo es que los jueces no tuvieron elementos independientes para reforzar los dichos de esta mujer.
Por ejemplo, nunca se encontró la ropa que dijo que su pareja metió a un lavarropas que no andaba, tampoco se hallaron indicios de algún traslado de cuerpos en la camioneta que utilizó González Pino aquella noche, y no pudieron ser confirmados por el informe de la autopsia los "rasguños" que dijo haberle visto a su pareja en los hombros, puesto que las víctimas no tenían nada bajo sus uñas.

En todas partes al mismo tiempo

De acuerdo con los testigos citados en el fallo, entre las 19.15 y las 20 del 9 de noviembre González Pino estuvo:
• En cuatro autos: un Gol (según Sandra González); un Ford rojo o bordó con vidrios polarizados de cuatro puertas (según la menor); un Taunus cupé (según Garrido) y un Taunus verde (según Huirimán Lloncón).
• Con distintas personas: con Sandra González (según ella misma); con Kielmasz y Sepúlveda (según la menor); con cuatro sujetos (según Garrido); con tres (según Huirimán Lloncón).
• Con diferente vestimenta: camisa y vaquero (Sandra González); ropa deportiva (Huirimán); normal (la menor).
• Con distinto color de ojos: oscuros (Garrido); verdes (la menor).
• Con distinto aspecto: borracho y drogado (la menor); normal (Sandra González); con los ojos velados, oscuros y vidriosos, y la piel como cuando se ponen borrachos al sol (Garrido).

Foto: Sandra González. Pese a su despecho e incongruencias, fue pieza central del fallo.

   
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