Domingo 24 de junio de 2001

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Memorias de un tipo "feo, caótico y sentimental"

 

Perdonen la tristeza

 

Flaco, ateo, escéptico, irónico, tímido, provocador, exultante, ciclotímico, calavera, tramposo, entrañable, realista, soñador. Es Joaquín Sabina, una leyenda viviente de la música. La biografía escrita por el periodista Javier Menéndez Flores "Disculpen la tristeza" (Plaza y Janes), revela distintas facetas del autor de "Y nos dieron las diez".

  "Los bohemios ya no existen", se escucha decir en los bares de una sociedad que deposita sus esperanzas en Britney Spears y sueña con restituir la humanidad con finas dosis de hipocresía.
Joaquín Sabina nació en Úbeda pero es de corazón madrileño. Más de una vez aseguró que también se considera un miembro de la familia porteña. De sus calles de adoquín, de su nostalgia tan propiamente tanguera.
Revela el periodista Javier Menéndez Flores, si les importa el detalle, que el cantautor español no usa dinero. Por toda documentación lleva una tarjeta Visa oro. Es sabido que el plástico puede ser útil para otras actividades distintas del shopping.
De padre comisario. Exiliado en Londres por tirar una molotov en un banco de Bilbao. Consumidor de drogas largas y horas perdidas. Padre, según él, poco ejemplar de dos hijas. Marido de una mujer, amante de muchas.
Bohemio devenido en millonario. Cantor de bares envejecidos. Líder de una banda que llena plazas de toros.
Hambriento contestador. Poeta de un millón de discos vendidos con "Física y química". Amigo de Fidel. Inspirador del subcomandante Marcos. Compañero de Chavela Vargas. Enemigo íntimo de Fito Páez.
Suicida. Enamorado de sus fans. Fanático que se bebió la propina otorgada por el mismísimo George Harrison.
Epicúreo: "La posteridad no me importa. Ella no está ahora y yo no voy a estar cuando ella llegue". Inconformista rotundo: "Me hubiera gustado ser pintor, recaudador de impuestos o el tipo que hace el amor con las mujeres de los demás". Sincero pero hipócrita: "Soy un tipo feo, caótico y sentimental". Sincero a rajatablas en su CD "Nos sobran motivos" con la voz desnuda, sin un bendito retoque. Aguardentosa y vital hasta el dolor.
Diremos que esto ocurrió porque ocurrió. Era una fría noche porteña, de las que parece amar nuestro ininputable héroe. A eso de las tres de la mañana Joaquín Sabina entró, junto a un grupo de amigos, al legendario bar "Clásica y Moderna" de Callao y Paraguay. En el centro de un breve escenario unas chicas hacían tangos. El resto, apurado y sediento, buscó mesas y sillas pero él se dejó caer en una escalera que conducía a los camerinos. Desde allí escuchó, sin pestañear, lo que quedaba del show. Al terminar aplaudió como el que más.
Luego subió a saludar a sus colegas y pidió disculpas. "Deben perdonarme por llegar a la mitad, es que estaba en el Rex, justamente acabo de cantar un tango". Después vendría el whisky y las corridas al baño. Como si el mundo fuera a terminarse mañana.
-Que se coman a besos las colegialas a los artistas. Que se toque la gente.

Claudio Andrade

   
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