Domingo 17 de junio de 2001

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Platón en el sillón del psicólogo

 

El caso de un chico llamado Doug

 
  Doug presentaba un programa de radio que se emitía de madrugada. Adoraba su trabajo, con inclusión de las peculiaridades de hacer el turno de noche, y estaba satisfecho. Sin embargo, no estaba tan contento con otro aspecto importante de su vida: echaba de menos una relación amorosa estable. Su estrafalario horario le dificultaba el conocer gente y hacía casi imposible el salir con alguien. En el trabajo tampoco tenía mucho contacto humano (olvidemos por un instante la miríada de problemas que surgen en las relaciones con compañeros de trabajo), ya que la emisora la atendía muy poco personal durante el tiempo que él pasaba allí. Y cuando terminaba la jornada, dispuesto a relajarse un poco, el resto del mundo estaba tomando el desayuno antes de irse a trabajar.
Lo irónico del caso, por supuesto, es que cada noche establecía contacto con muchísimas personas: su audiencia radiofónica. Contaba con un buen número de fieles seguidores y sus líneas telefónicas no paraban de recibir llamadas. La emisión del programa llegaba a millones de oyentes que creían conocerle porque los acompañaba en sus hogares y automóviles. No obstante, él consideraba que no conocía a nadie.
Doug nos sirve de ejemplo del poder alienante de la tecnología, y como tal se convierte en una especie de icono de la vida moderna. Su problema era resultado de la tendencia general de la sociedad a constituir comunidades artificiales que se mantienen unidas mediante finos hilos tecnológicos, pero que carecen de un verdadero tejido social. (...)
Llevando las cosas al extremo, tal como solemos hacer, la tecnología nos priva de la clase de comunidad auténtica que nos es fundamental siendo como somos seres sociales. No es preciso tener un vínculo tan concreto con los medios de comunicación como Doug para percibir estos efectos en la vida cotidiana. Apuesto a que usted es capaz de encontrar como mínimo un chat group en Internet dedicado a lamentarse sobre el aislamiento de la vida moderna, cuyos miembros no hacen sino afianzar dicho aislamiento al establecer relaciones virtuales en lugar de reales. Sea cual sea su situación, usted vive en un mundo tempestuoso, y una relación sentimental le proporciona un puerto seguro.
Para Doug, todo esto significaba que el sistema tecnológico que lo había convertido en alguien famoso le cobraba un precio irónico: la soledad. Cuando vino a verme, ya había trabajado bastante sobre su problema. Considerándolo desde la perspectiva del proceso PEACE, ya había superado los tres primeros pasos. Había identificado el problema: el horario desfasado que llevaba debido a su trabajo, la pobreza del contacto social con sus oyentes y la ausencia de una relación íntima. Emocionalmente, se sabía desgraciado debido a su aislamiento y al deseo insatisfecho de mantener una relación sentimental estable. Analizando la situación, Doug veía dos opciones y ambas le parecían inaceptables: dejar su trabajo o quedarse soltero de forma indefinida. Estaba muy contento" con su empleo y no abrigaba el menor deseo de buscar otro. No estaba dispuesto a sacrificar según qué aspectos de su carrera profesional para buscar pareja, a pesar de que esa relación seguía encabezando su lista de prioridades personales.
Doug se encontraba en un punto en el que necesitaba dialogar para valorar de nuevo su situación, incorporando todos los elementos que había examinado para hallar la mejor disposición filosófica: la etapa contemplativa (C) del proceso PEACE. En todas las épocas, los filósofos han pedido a las personas que revisaran sus creencias.
Doug creía que el horario que llevaba en un trabajo que le encantaba le impedía tener las relaciones que tanto ansiaba. Estaba convencido de que dicho horario entorpecía la posibilidad de conocer a alguien, por no hablar de fijar una cita. juntos nos cuestionamos si aquello era en efecto cierto y estuvimos de acuerdo en que había millones de personas anónimas que trabajaban con horarios normales y que, no obstante, luchaban contra una frustración parecida porque tampoco encontraban una relación satisfactoria. Seguramente había otros tantos millones de personas que trabajaban con toda clase de horarios extraños y que, a pesar de ello, tenían pareja. No fue una gran revelación pero aportó algo de consuelo: era posible que el horario de trabajo no fuese el responsable de que Doug tuviera el corazón partido. El mero hecho de saber que otros se hallaban en la misma situación renovó las esperanzas de Doug de encontrar la clase de persona que quería, y le dio más energía para acometer el problema. (...)
Le sorprendería saber cuántas personas se encuentran en la misma situación que Doug: son agradables, inteligentes, ingeniosas, elocuentes, queridas y, sin embargo, carecen de compañero sentimental. En el caso de Doug, discutimos unas cuantas posibilidades que pudieran explicar su situación. ¿Acaso el destino tenía algo que ver? Tal vez, pero a Doug no le gustaba nada la idea de estar completamente a merced de fuerzas desconocidas. ¿Y la voluntad? Doug estaba bastante seguro de que si decidía encargar una pizza conseguiría que se la entregaran, con sus ingredientes favoritos, haciendo una simple llamada telefónica. ¿Acaso dar con alguien tenía que ser así de fácil?
Doug no lo creía. La compañera de su vida iba a ser más especial que un trozo de pizza, aunque eso no significaba que no fuera a encontrarla.
Di a conocer a Doug un par de revelaciones que venían al caso, una del taoísmo y la otra del budismo. En primer lugar, Laozi nos dice que querer algo mucho pero creer que es inalcanzable es perjudicial para el estado de ánimo. Póngase debajo de un manzano en primavera. No verá ni una manzana, y no conseguirá ninguna por más que trepe al árbol o lo sacuda. Vuelva a ponerse debajo del mismo manzano en otoño. Las manzanas maduras le caerán a las manos. Lo que a veces ocurre es que nos esforzamos demasiado, o en el momento menos oportuno, para satisfacer los deseos del corazón. Trate de desear menos y de ser más oportuno. En lo que a conocer gente se refiere, la oportunidad suele ser mejor cuando uno no se esfuerza en conseguirlo. Deje de buscar y encontrará. (...)
Los cinco colores cegarán la vista del hombre. Los cinco sonidos ensordecerán el oído del hombre. Los cinco sabores estropearán el paladar del hombre. Perseguir y dar caza volverá insensato al hombre. Las cosas difíciles de obtener corromperán la conducta del hombre.
Laozi
La segunda revelación es de Buda: lo que experimentamos en la vida es lo que hemos querido (no lo que deseamos o soñamos, sino lo que quiere nuestra voluntad). El truco es que lo que usted está viviendo ahora es producto de una volición previa, de lo que quiso anteriormente. Usted puede influir en lo que le pasará en el futuro reflexionando sobre lo que quiere ahora, pero este proceso no es instantáneo. Requiere tiempo. ¿Cuánto tiempo? Pruébelo y lo averiguará por sí mismo. Con la debida práctica, empezará a vivir el presente con más plenitud, lo que significa que no le faltará casi nada. Se obtiene lo que se quiere, no lo que se desea. Y hay que quitarse de encima lo que se desea demasiado.
Todos los fenómenos de la existencia tienen la mente de su precursor, la mente de su líder supremo, y de mente están hechos.
Buda
En efecto, su compañera sentimental es una manifestación de su mente, tal como usted lo es de la suya. Cuando usted sea capaz de querer que aparezca, descuide que lo hará.
Fragmento del libro "Más Platón y menos Prozac" de Lou Marinoff (Ediciones B, 2001)
   
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