Viernes 6 de abril de 2001

 

Kielmasz se acercó desde el comienzo

 

Fue por primera vez a la casa de González el día del sepelio. Dijo que tenía una cadenita con el nombre de Paula Micaela grabado. Ese día no se identificó, pero lo descubrieron después por una foto.

  CIPOLLETTI (AC).- Horas después del sepelio de las víctimas del triple crimen, Claudio Kielmasz tocó el timbre de la casa de la familia González y dijo que tenía una cadenita que pertenecía a Paula Micaela. Nunca la exhibió ni regresó a entregarla. Fue la primera vez que se presentó en la vivienda de Ulises, a la que regresaría un mes después para conducirlo hasta el arma homicida.
El dato fue aportado ayer por Hugo González, hermano de Ulises, al declarar ante los jueces de la Cámara Segunda. Sin dudar, el testigo señaló a Kielmasz. "El que me habló de la cadenita fue ese muchacho que está ahí", afirmó. "Ahora tiene el pelo más corto pero lo recuerdo bien. Lo atendí yo porque mi hermano no estaba en condiciones". El imputado le sostuvo la mirada, y luego hizo una mueca de fastidio enarcando las cejas.
Kielmasz niega ese episodio, que desmejora su situación procesal. La parte acusadora lo tomó como una evidencia más de que sabe mucho sobre los crímenes: en efecto, Paula González tenía una cadenita con su nombre grabado. Nunca apareció.
Al mismo tiempo, revela que el interés del imputado por acercarse a las familias nació desde el amanecer mismo del caso. En esos días (el sepelio fue el miércoles 12 de noviembre) sólo se hablaba de la detención de los marginales Sepúlveda y Huenchumir como presuntos autores del triple crimen, y las sospechas sobre manipulación de pruebas no tenían la fortaleza que adquirieron después.
La mención de la cadenita de Paula recuerda, además, a la primera charla telefónica entre Kielmasz y Juan Villar, el sábado 29 de noviembre. "Tengo un anillito con una fantasía roja", le dijo el imputado al padre de Verónica. Y efectivamente, la joven tenía un anillo de esas características que fue hallado junto a su cadáver.
Hugo González fue el primer testigo que declaró ayer, en una jornada breve pero intensa, presenciada por más de 150 personas. También fueron interrogados, entre otros, Alejandra Meraviglia y José Pedro García (ver páginas siguientes).
El hermano de Ulises recordó que luego del entierro de María Emilia, Paula y Verónica, un joven tocó timbre en la casa de los González. "Me avisó mi esposa y lo atendí yo. Era un joven bien presentado, me pareció muy amable".
El joven, que no se identificó, le ofreció un dato muy preciso: "dijo que había estado en el lugar donde aparecieron los cadáveres con otra chica y encontró una cadenita con la inscripción Paula Micaela. La tenía guardada en su casa y me prometió: "mañana se la alcanzo". Se fue y nunca más volvió".
Hugo González se enteró luego por su cuñada, Susana Guareschi, que Paula tenía dos cadenitas así. Una se la habían regalado al cumplir 15 años y estaba en la casa; la otra se la había hecho grabar después y nunca más apareció.
Tiempo después compró el diario y se topó con una foto de Kielmasz. "Ahí me dí cuenta de que era el mismo muchacho de la cadenita", afirmó sin dudar.

Errores y suspicacias

CIPOLLETTI (AC)- "Este juicio está rodeado de una inusual suspicacia, por eso todas las aclaraciones son bienvenidas".
La Cámara Segunda está empeñada en que este debate sea recordado por su transparencia. Ayer el presidente, César López Meyer, volvió sobre ese punto. Fue cuando se explicó dónde estaba el anillo de Verónica Villar y por qué hubo una confusión respecto de la mordaza hallada en la boca de la joven. Como se sabe, era un corpiño y no un calzoncillo, como se describió inicialmente.
Las aclaraciones sobre el anillo y la mordaza la hizo el fiscal Scilipotti y las reafirmó López Meyer, en el inicio de la audiencia de ayer.
Explicaron que el anillo nunca se extravió, como creía la familia Villar. "Fue levantado en el lugar donde estaban los cadáveres, según consta en el acta, y estaba en el juzgado de Instrucción porque la investigación continúa", dijeron.
Respecto de la mordaza, "no fue secuestrada en la autopsia sino en el lugar del hallazgo de los cuerpos, y se trató de manipularla sólo lo imprescindible para preservarla como prueba". El corpiño, manchado con sangre, tenía un nudo que no fue deshecho "porque podía ser parte de la investigación". En esas circunstancias se produjo la confusión.
López Meyer también aprovechó para explicar la diligencia judicial del miércoles, cuando todos los integrantes de la Cámara recorrieron los lugares claves de la causa. "Algunos se preguntaron por qué la hicimos recién ahora. Quiero aclararles que normalmente los tribunales no hacen estas inspecciones. De todos modos, eso ##no nos impide comprender a los testigos".
"Es lógico que quienes no están familiarizados con la tarea judicial piensen que hay errores o cosas raras cuando no es así", remató el camarista.
Después les exhibió el anillo a Ofelia y Laura Villar. La hermana de Verónica reconoció que pertenecía a la víctima.

La defensa intentó poner en duda el reconocimiento fotográfico

CIPOLLETTI (AC)- Los abogados defensores intentaron ayer descalificar la declaración de Hugo González. Para eso, le formularon varias preguntas sobre el reconocimiento fotográfico que hizo el testigo en el despacho del juez Pablo Iribarren durante la instrucción de la causa.
Cuestionar los reconocimientos es un clásico entre los defensores, y en esta ocasión no lo dejaron pasar. Alberto Cariatore, asistente oficial de Claudio Kielmasz, le preguntó a González qué fotos le había exhibido Iribarren.
"Muchas, de mucha gente que estaba investigando", respondió el testigo. Añadió que entre ellas había varias del imputado, algunas recortadas del diario como la que había visto él (ver nota central).
"¿Alguna de esas fotos del diario estaba junto a un titular periodístico que aludiera a la situación de Kielmasz?", quiso saber Cariatore. La pregunta no era ociosa. Si González contestaba que junto a la foto había un título que mencionaba la condición de sospechoso del joven, seguramente la defensa habría alegado que al momento del reconocimiento el testigo estaba influido por la nota periodística. Sin embargo González contestó con solvencia que no recordaba ningún título.
Durante la declaración del tío de María Emilia y Paula, Kielmasz hizo varias consultas con su otro abogado, Gustavo Viecens. Sin embargo, el imputado "está tranquilo", dijeron allegados a la defensa.
Agregaron que "como en la audiencia de hoy (por ayer) no se habló de los crímenes, Kielmasz no tuvo ningún motivo de inquietud".
Los días que hay juicio, Kielmasz y el otro acusado, Guillermo González Pino, almuerzan en Cipolletti. Ayer el menú que les ofreció un restaurante local fue de bifes con puré.

Más de 150 personas asistieron a la audiencia

CIPOLLETTI (AC)- Más de 150 personas presenciaron la audiencia de ayer, remarcando el notable aumento de público desde comenzaron a declarar los testigos.
Ayer declararon seis testigos de los ocho previstos. Hugo González habló de su primer encuentro con Kielmasz, Alejandra Meraviglia explicó por qué no fue a caminar con su amiga María Emilia y los hermanos Marcos y María Cecilia Ponce relataron el momento en que las víctimas llegaron en el auto de González al barrio Magister.
Teresa Castillo vio a tres mujeres caminando por calle San Luis sin precisar si eran las víctimas. Y José García habló de su presunto encuentro con las chicas, de sus relaciones con la policía y del polémico rastrillaje con las perras.
Un testigo no se presentó porque vive en Bariloche y otro, una mujer, no declaró porque su testimonio estaba referido a un intento de violación que sufrió en 1995 en la calle San Luis. Al tratarse de un delito de instancia privada, se lo incorporó por lectura.
Las audiencias se reanudarán el lunes. El testigo más importante previsto para ese día es Pedro Dubrevil, quien el domingo 9 de noviembre vio a Kielmasz en las vías del ferrocarril.

   
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