Miércoles 4 de abril de 2001

 

El arma quedó firme como prueba contra Kielmasz

 

Ayer empezó la rueda de testigos. Ulises González relató de qué manera Kielmasz lo condujo hasta el revólver. Es la primera prueba que se debate en el juicio oral, y la más sólida.

  CIPOLLETTI (AC).- "No quiero agregar nada más, ya tengo bastante. Muchas veces me pregunté por qué las habían matado. Y no tengo respuesta". Con estas palabras, Ulises González cerró sus tres horas de declaración ante el tribunal que juzga los asesinatos de sus hijas María Emilia y Paula, y de Verónica Villar. Hizo un relato ordenado, preciso y emotivo que no dejó ningún detalle afuera: desde la última vez que vio a sus hijas, la tarde del domingo 9 de noviembre de 1997, hasta el momento en que el principal sospechoso, Claudio Kielmasz, lo condujo al arma asesina. Fue otro domingo, un mes después. Ese revólver, se comprobó luego, pertenecía a la madre del imputado.
Ulises también habló de la mala investigación que encabezó el subcomisario Luis Seguel, por entonces al mando de la unidad 69. "Había desagrado con lo que estaba haciendo porque no conducía a nada", dijo. Juan y Ofelia Villar, quienes declararon después, ampliaron y fueron más duros todavía. "El lugar del crimen era una joda, todos caminaban sin precaución", reveló el padre de Verónica. El fiscal Eduardo Scilipotti tomó nota de estas declaraciones, y anticipó que podría promover la investigación de eventuales delitos cometidos por personal policial
Cuando habló del croquis del lugar del hecho dibujado por Kielmasz, y agregado al expediente de manera polémica, Ulises fue tajante: "Me lo entregó el gobernador".
Pablo Verani dice que no recuerda haberlo hecho.
Según los defensores de Kielmasz, él quiere hablar sobre este tema. "Su intención es relatar de una vez quién lo sacó de la Alcaidía, lo llevó al lugar del hecho y lo obligó a dibujar el croquis", adelantó Gustavo Viecens a este diario. Todavía no decidió en qué momento se producirá esa declaración. Al final del juicio está previsto el testimonio de varios policías involucrados en este episodio


La prueba principal

Ulises fue el primer testigo en declarar en el juicio. Los camaristas le permitieron hacer un relato amplio durante el cual recorrió los cuatro escenarios antici- pados ayer por este diario: la irrupción de Kielmasz con su primera versión de los crímenes; la aparición del arma homicida; la búsqueda policial y el ingreso a la causa del polémico croquis.
El público, que ayer llegó casi a cien personas, lo escuchó con un impresionante silencio. Kielmasz mantuvo la vista baja en todo momento, salvo cuando se habló del croquis. Allí dio muestras de inquietud (dicen que por sus ganas de hablar del tema) pero también se lo vio sonreír.
Dentro de su dolor, el padre de María Emilia y Paula mantuvo coherencia en el relato y sólo se quebró al referirse al momento en que le avisaron que sus hijas estaban muertas .
Uno de los aportes más valiosos de Ulises fue cuando relató cómo Kielmasz lo condujo hacia el arma homicida. Fue el domingo 8 de diciembre. El joven había llegado a su casa ofreciendo información valiosa, y lo guió hasta un desagüe a unos mil metros de donde habían aparecido los cadáveres.
Junto con Edith Chiminelli y el abogado Neri Fuentes, Ulises acompañó a Kielmasz con escepticismo. El joven aseguraba haber visto a tres sujetos que atacaban a las chicas; siguió a dos de ellos y los vio arrojar algo allí.
"Era un lugar muy sucio. Pensé que ni con todo el personal municipal podíamos encontrar algo". Sin embargo, Kielmasz no vaciló y fue hasta una cubierta más limpia que el resto. Del interior extrajeron una bolsa llena de agua con un revólver "en muy mal estado, todo oxidado".
Ulises se creyó ante un cazarrecompensas. Llevó el arma a su casa y recién cuatro días después se lo entregó al juez. "Pensé que no servía para nada", se justificó.
Las pericias posteriores demostraron que el arma había sido utilizada en los crímenes, y que pertenecía a la madre de Kielmasz. A partir de ese momento, el joven pasó de testigo a imputado.
Los defensores intentaron cuestionar la validez de esa prueba. Eves Tejeda quiso saber si se confeccionó un acta del secuestro del arma, dato que Ulises dijo desconocer. Y Viecens preguntó si el aspecto del revólver ahora (se lo exhibieron) es igual al que tenía cuando lo encontró. "Ahora está seca pero sigue pareciendo mal cuidada", respondió.
Según la acusación fiscal Kielmasz sabía que estaba entregando a Ulises el arma asesina, y él la había aportado para que se cometieran los crímenes. En todas sus declaraciones, por una u otra circunstancia el revólver pasa por sus manos. E intentó borrarle la numeración porque pertenecía a su madre y sabían que podían descubrirlo. Con la declaración de Ulises, se dio el primer paso para utilizar esa prueba en su contra.

"El juicio es una truchada", dijo el imputado

CIPOLLETTI (AC).- "Soy inocente. El juicio es una truchada; parte es responsabilidad de los González, parte de la Policía Federal y parte de la provincial". Ayer Claudio Kielmasz volvió a hablar. Pero con la prensa, porque ante la justicia declarará "si mi abogado lo decide".
En un brevísimo contacto con los periodistas, al término de la audiencia de ayer, dijo que la Federal "me tuvo secuestrado tres días con mi mujer y mis hijos. Todo es una truchada", repitió.
Los carteles colgados por los familiares en la puerta del tribunal rezan, justamente, "no al juicio trucho".
Durante casi toda la jornada, el joven fue protagonista porque los testigos lo mencionaron en varias oportunidades.
"¿La persona que se presentó en su casa y lo condujo hasta el arma se encuentra en esta sala?", preguntó el fiscal Eduardo Scilipotti. Ulises no giró la vista para responder: "sí, está acá".
Ni siquiera en ese momento el padre de las chicas miró a Kielmasz. En cambio, el principal imputado no le sacó la vista de encima, en especial cuando Ulises habló del revólver, así como del croquis que le llegó a través del gobernador Pablo Verani. Es la primera vez que mira directamente a uno de los familiares de las víctimas.
En las tres audiencias que lleva el juicio, el joven de 26 años se mantuvo en segundo plano. Sus abogados defensores le recomendaron que no hiciera gestos ni comentarios, y viene respetando con esfuerzo esas directivas. Pero ayer se lo notó más inquieto que nunca.
Al principio anotaba cosas con una birome cuyo capuchón arrojó varias veces al suelo. Después inició un zapateo nervioso, se mordió los labios y por momentos esbozaba una extraña sonrisa. Sobre todo, cuando se habló del croquis que él mismo confeccionó y que llegó al expediente tras recorrer un curioso camino. También observó fijamente a Edith Chiminelli, la joven a la cual eligió como canal para llegar a los González.
Inquieto, pidió permiso para ir al baño -lo acompañaron, como siempre, dos policías que ingresaron con él- y después directamente se fue de la sala. Justo en ese momento a Ulises González le exhibieron el arma utilizada en los crímenes, y que llegó a la justicia porque Kielmasz la entregó.
En cambio González Pino observa todo con gesto aburrido. Se siente ajeno al proceso y espera terminar absuelto como en el caso Mariela.

Foto: La secretaria de la Cámara le exhibió el arma a Ulises, quien la reconoció. Es una prueba de peso contra Kielmasz.

   
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