Domingo 29 de abril de 2001 | ||
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Nosotros somos los monos |
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Son ocho los monos cantó León Gieco en "Orozco" y se quedó corto. Somos muchos más. Monoteístas y monógamos en su mayoría, a los argentinos también nos tildan de monótonos; no por monógamos sino por monotemáticos. Nos las pasamos hablando de monotributos y monopolios. Siempre admiramos a los monos foráneos como la mona de Tarzán, la mona de Daktari, el mono de BJ y King Kong, ignorando injustamente a los especímenes locales. Tenemos monos famosos y otros no tanto. Algunos de alcurnia usan monóculo, otros simplemente tienen cara de piedra llamados los monolíticos y otros sólo tienen un monocorde discurso aprendido y se la pasan monologando y monologando mientras nosotros, tratando vanamente de ejercer de interlocutor, nos quedamos parados como monigotes. "Más peligroso que mono con navaja" o "gorila con sable" gigantizó el imaginario popular en los tiempos que los grandes monos reinaban en la política de nuestro país. Tuvimos al famoso Mono Gatica, el menos gorila de los monos y al Mono Villegas que odiaba todo lo monocorde y monorítmico y lo demostraba haciendo maravillas con el piano. Tenemos al Mono Navarro Montoya y el Mono Burgos, guardametas templados al calor de un sagrado monosílabo: ¡gol!, y sobre el que también somos patéticamente monotemáticos. Pero también tenemos monas como Mona Moncalvillo y la Mona Jiménez, que no es la "linda" Susana Giménez sino un juglar cordobés que es el más mono de las monas, tampoco por lindo sino por ser un feo y peludo espécimen masculino. El Wincofón fue un aparato que también evolucionó de forma Darwiniana: al principio fue mono… y después estéreo. Los argentinos también hubieran querido tocar en dos lados al mismo tiempo, pero como comentamos renglones arriba la ley nos impuso la monogamia. Igual que el Winco, que a pesar de aspirar a ser trifásico, siempre fue monofásico. Llegando al final de esta monografía podemos concluir que la Argentina si bien no es "El planeta de los simios", somos una monada a la que últimamente le va como la mona o peor aún como la Moneta. Horacio Licera |
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