Miércoles 28 de marzo de 2001

 

Los acusados permanecieron impasibles y no declararán

 

No cruzaron miradas entre ellos ni con familiares de las víctimas

  CIPOLLETTI (AC).- Entraron con paso decidido a la sala de audiencia, y las cámaras fotográficas y de televisión les apuntaron de inmediato. Se sentaron detrás de sus defensores y se ignoraron mutuamente como dos perfectos desconocidos. Tampoco cruzaron la vista con los familiares de las víctimas, que se los comían con la mirada. Y menos aún delataron con algún gesto cuál es su estado de ánimo. Claudio Kielmasz (26 años) y Guillermo González Pino (30) asistieron impasibles a la primera audiencia del juicio oral y público en su contra, al final del cual podrían sentenciarlos a la cárcel de por vida.
Les quitaron las esposas apenas ingresaron a la sala, pero tres policías no se despegaron de ellos en ningún momento, y hasta acompañaron al baño a González Pino en mitad de la audiencia.
Kielmasz tenía un pulóver blanco y verde oscuro, camisa clara y pantalón de vestir. Llevaba, en una carpeta marrón, una copia de la requisitoria fiscal de elevación a juicio. Allí se describe cómo secuestró y asesinó a María Emilia, Paula y Verónica. La leyó cuidadosamente al mismo tiempo que la secretaria Teresa Giuffrida lo hacía para el público.
González Pino, enfundado en un traje con camisa de vestir pero sin corbata, parecía algo aburrido. Por momentos miraba el techo y en otros, sobre todo cuando se mencionaba su participación en los crímenes, bajaba la vista. Sabía que en esos tramos de la lectura todas las miradas estaban posadas en él.
"¿Por qué se esconden?", se preguntaban en voz baja los familiares de las víctimas, sentados en el otro extremo del salón. Kielmasz, en especial, ocupaba una silla a medias oculto detrás de su defensor Gustavo Viecens y el adjunto Alberto Cariatore. En su brazo izquierdo lucía un vendaje. Hace tiempo lo operaron de una antigua dolencia y le colocaron un clavo. Sus carceleros, al ponerle las esposas, le provocaron una hinchazón. Está esperando que le hagan nuevas placas radiográficas y le apliquen calmantes.
Mientras la secretaria Giuffrida leía los resultados de las autopsias, en las cuales están reflejados los padecimientos que sufrieron las víctimas, Kielmasz se hundió más en su silla y González Pino bajó la vista. Los familiares de las chicas, en ese tramo, lloraron sin consuelo.
En ningún momento de la larga audiencia los dos imputados se miraron. Ellos aseguran que no se conocen, aunque González Pino admite que una vez, Kielmasz le fue a ofrecer un automóvil.
Entre hoy y mañana, después de que se terminen de ventilar las nulidades que plantearán los defensores (ver nota central), los imputados serán invitados a declarar. Pueden hacerlo o no, es un derecho que les asiste. Tejeda ya anticipó que González Pino no abrirá la boca, y Viecens tendría pensado como estrategia mantener en silencio también a Kielmasz.
En ese caso, leerán las declaraciones que prestaron durante la instrucción. Kielmasz declaró cuatro veces, y en todas dijo cosas muy distintas aunque manteniendo ciertos detalles inalterables.
¿Seguirá con esa actitud?

Los familiares lloraron al escuchar los detalles de las autopsias

CIPOLLETTI (AC).- "Todas las lesiones que sufrieron las víctimas son vitales, es decir que fueron producidas con anterioridad al deceso". Cuando se escuchó esta frase, que cierra la descripción de las terribles heridas que presentaban los cadáveres de las chicas, un estremecimiento recorrió la sala. Y los familiares de María Emilia, Paula y Verónica no pudieron contener el llanto.
En la requisitoria fiscal que se leyó ayer, hay una síntesis de las autopsias que el forense Ismael Hamdan practicó a los cadáveres. Describe el tenebroso calvario al que fueron sometidas las jóvenes, quienes sufrieron golpes y cortes de toda clase antes de ser asesinadas.
Escuchar ese dictamen técnico fue muy fuerte para los familiares. En especial para Susana Guareschi de González, quien por primera vez se enteró en forma detallada de lo que le hicieron a sus hijas antes de matarlas. La mujer estuvo abrazada a su hijo Guido, mientras su marido Ulises suspiraba de dolor.
También fue duro escuchar: "la muerte de Paula se produce en el lugar donde fue hallada, y aún tenía vida, aunque en estado de agonía, al momento de ser sepultada".
De acuerdo con el trabajo del fiscal Alvaro Meynet leído ayer, las jóvenes no fueron violadas. Aunque el forense Hamdan haya encontrado lesiones compatibles con una violación, Meynet señaló que a lo sumo existieron maniobras "con la intención de mortificar y vejar, cuando no la de intentar desorientar la investigación en punto a los móviles del delito". Es decir que el o los autores pudieron dejar huellas para que se pensara que el móvil del asalto había sido sexual, cuando en realidad era otro. Kielmasz y González Pino no están acusados de violación.
La lectura de las autopsias insumió veinte interminables minutos. El estupor fue tan grande que nadie habló. Sólo se escuchaba el sollozo de los familiares. La camarista María Evelina García estuvo muy atenta a las reacciones, y al fiscal Eduardo Scillipotti se lo vio conmovido.
En el otro extremo del salón, Kielmasz y González Pino mantenían la vista baja.

   
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