Domingo 11 de marzo de 2001

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La sangre que se hizo libro

 

La mirada de Capote

 
  Según Ricardo Piglia en "Crítica y Ficción", una tarde de París Flaubert se atrevió a darle una sugerencia formidable a Guy de Maupassant sobre cómo escribir.
Le dijo que observara un árbol y que a partir de allí lograría la absoluta metamorfosis visual hasta ser capaz de mirar con calma y objetividad.
O sea -dice Piglia-, ver la cosa tal cual es, sin miedo, sin rabia, sin asco, sin amor, sin deseo, sin ninguna reacción emocional.
Con mucho de todo esto -no con todo-, Truman Capote escribió "A sangre fría".
Escribió sobre los asesinatos de Halcomb casi con una mirada filosófica. Mirada paciente.
Mirada que no es fácil sostener en un pueblo chico sacudido por un hecho atroz que puso matices en la vida de su gente.
Un hecho que vía "A sangre fría", estampó para siempre a ese pequeño pueblo de agricultores de Halcom, en la historia más rica de la literatura policial.
Mirada filosófica porque Truman Capote jamás investigó aquellos cuatro crímenes desde el prejuicio e ideas preconcebida.
Con lo único preconcebido que Truman Capote y su libreta de anotaciones llegaron a Halcomb, fue con la certeza de los cuatro cadáveres.
A escopetazos, en un campo de Halcomb, se habían desangrado Herbert Clutter, su esposa y sus hijos Nancy de 16 años y Kenyon, de 15.
Fue un día de noviembre del "59.
Y la de Truman Capote fue una mirada filosófica porque no dejó que sus deducciones y conclusiones surgieran apremiadas por la necesidad de escribir "A sangre fría".
Un libro al que tardó años en darle contenido.
Que fue desgajando de los datos desparramados en más de 10.000 carillas.Escritas en muchos caso bajo la sospecha de los conservadores habitantes de Halcomb.
Truman Capote avanzó con mirada filosófica rumbo a "A sangre fría" porque, como él mismo lo confesó, el escritor es lo más parecido a un jugador de billar o naipes.
- Los escritores, cuando menos aquellos que corren auténticos riesgos, que están dispuestos a jugarse el todo por el todo y llegar hasta el final, tienen mucho de común con otra casta de hombres solitarios: los individuos que se ganan la vida jugando al billar y dando cartas" - confesó Truman Capote años después de los cadáveres de Halcomb.
Y es cierto: no hay apuesta sin filosofía previa sobre lo efímero y riesgoso de la apuesta.

Carlos Torrengo

   
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