Los incendios forestales que en 1996 golpearon en el valle del Challhuaco
y el cerro Catedral motivaron quejas, lamentos y la decisión política
de dotar a la región de mayores recursos y medios para combatirlos.
Muchos barrios están enclavados en sectores boscosos y el incendio
de dos viviendas en Villa Catedral activó la alarma sobre la posibilidad
de un siniestro mixto de gran magnitud.
Por esta misma fecha, hace tres años, se especulaba con el costo
político que pagarían algunos funcionarios, de nivel nacional,
provincial o municipal, con motivo de los desastres ecológicos sufridos
por el entorno de la ciudad y el Parque Nacional que la envuelve.
Hubo un hecho, sin embargo, que mereció el reconocimiento unánime
y pudo haber sentado un precedente esencial frente a la producción
de eventuales siniestros: la participación masiva de los vecinos
de Bariloche y su compromiso frente a la indefensión en que los había
dejado la autoridad competente.
Brazos inexpertos, y tal vez desacostumbrados al áspero contacto
con las herramientas y la naturaleza alterada por el fuego, motivados por
la irrenunciable voluntad de quien defiende el bien común, enfrentaron
las dificultades e hicieron barricadas desde las posiciones que les asignaron
las autoridades del ahora mejor organizado grupo de combate de incendios.
Tras la desgracia, quedó el saldo invalorable de la voluntad y
nobleza de cientos de jóvenes y adultos dispuestos a enfrentar la
adversidad, pese a que la amenaza en estos casos la constituía uno
de los elementos más devastadores de la . |