Cuando la lluvia, la nieve, el viento o el frío afectan a la seguridad del vehículo es necesario saber cómo manejarse. Ver Infografías animadas.
-Con lluvia intensa: encender las luces de cruce, moderar la velocidad y aumentar la distancia de seguridad.
-Con nieve: circular despacio y en marchas largas; acelerar y frenar suavemente.
-Con viento intenso: sujetar bien el volante, especialmente tras adelantar a camiones.
Lluvia:
Los dos grandes peligros de la lluvia son la falta de visibilidad y la pérdida de adherencia. El agua caída mezclada con el barro, los restos de neumáticos y de grasa, forma una película que la rueda puede no romper y sobre la que el deslizamiento es más probable. Es necesario, para evitar que ocurra esta situación, que el dibujo de las ruedas supere los 1,6 milímetros de profundidad. Si el neumático, en lugar de tocar el asfalto, patina sobre una película de agua, se produce el aquaplaning, y el conductor pierde el control de la dirección. Si ocurre, debe soltarse el pedal del acelerador suavemente para disminuir la velocidad de la rueda. No debe utilizarse el freno, se perdería maniobrabilidad durante instantes vitales para evitar el accidente.
La disminución de adherencia también aumenta la distancia de frenado, por lo que, en días de lluvia debemos aumentar la distancia de seguridad con respecto al coche que nos precede. Es conveniente, con lluvia, circular con la luz baja, para avisar de nuestra presencia. Si se inunda la ruta, circular por la zona más alta de la calzada, que en las curvas suele ser la parte exterior y en las rectas, el centro. Lo haremos con la marcha más corta y evitando producir olas.
Nieve: cadenas a cuestas.
Es recomendable tener a mano las cadenas, ya que favorecen y potencian la adherencia de los neumáticos en caso de nieve. También conviene utilizar lentes de sol para evitar el reflejo de la nieve en días soleados, y emplear luces bajas tanto de día como de noche; asimismo, evitar en lo posible el uso del freno cuando hay nieve en la calzada, aunque se disponga de ABS, y procuraremos no acelerar bruscamente.
Normalmente, debajo de la nieve hay placas de hielo. Si se tiene que iniciar la marcha después de una parada sobre nieve, se meterá segunda velocidad acelerando suavemente y soltando el embrague con lentitud. Si el vehículo patina, se intentará salir marcha atrás.
Hielo: el gran enemigo del conductor.
Cuando nuestro vehículo sufre deslizamiento sobre calzadas heladas difícilmente controlaremos su trayectoria. El hielo es traidor, no avisa, y nos encontraremos encima de él con nuestro vehículo cuando menos lo esperamos. Por esto, hay que estar atento a las señales que nos hace el entorno: la circulación de otros vehículos, el reflejo del sol en la capa de hielo, los lugares fríos y sombríos son más proclives a tener hielo, nos fijaremos en la orientación del trazado.
Ante la presencia de hielo, lo más prudente es mantener una velocidad lenta y evitar cambios bruscos de aceleración ni dirección, además de emplear el freno lo menos posible. Si nos deslizamos, procuraremos desbloquear las ruedas y mantener la dirección firme a la espera de que el vehículo vuelva a adherirse a la carretera.
Niebla: ver y ser visto.
Cuando la niebla se ciñe al asfalto sólo hay un aliado para el conductor: las luces. No sólo para ver sino también para ser vistos. Es conveniente (si se cuenta con ellas) utilizar las luces antiniebla, que mejoran un poco la penetración de la luz a través de la niebla. Si se tiene que parar por cualquier razón, debe indicarse frenando de manera reiterada, para que se vea bien la luz, y avise a quienes vienen detrás. En esta época, es normal que se empañen los cristales. Para mitigar este pernicioso efecto, que disminuye mucho la visibilidad del conductor, dirigiremos los chorros de aire de la ventilación hacia el parabrisas y encenderemos la luneta térmica trasera, si nuestro coche la tiene. Y, en su caso, utilizaremos el aire acondicionado para desempañar los cristales, ya que es el método más rápido para lograr una perfecta visibilidad.
Frío extremos: batería y anticongelante.
La humedad y los fríos extremos son grandes enemigos de las baterías. Para evitar que se descarguen, hay que comprobar que el nivel del líquido esté un centímetro por encima de las placas o de la señal recomendada por el fabricante. Si hay que rellenarlo, se hará con agua destilada. Mantendremos limpios y protegidos los bornes con una capa de vaselina o grasa para evitar que se sulfaten. No se debe apoyar elementos metálicos sobre la batería, y se limpiarán con frecuencia los orificios de los tapones. No olvidemos, por otra parte, que no debe fumarse cuando se realice el mantenimiento de la batería. Un elemento clave para conservar el motor en época invernal es el anticongelante.
Para comprobar su nivel, el motor deberá estar en frío. Los radiadores de aluminio deben rellenarse con un anticongelante específico. Para comprobar la eficacia del anticongelante lo mejor es meter una muestra en la nevera.
La luz, imprescindible en invierno.
Compruébese el funcionamiento de las luces de ruta, cruce, posición, indicadores de dirección, luces de freno y antinieblas. No estaría de más que se limpiaran los cristales y tulipas de estos elementos, ya que la suciedad disminuye la luminosidad. Comprobar y regular la altura del haz de luz también es positivo.