Con el volumen de vino acumulado en estiba, la bodega supera la producción total de vinos de la provincia de hace dos años, cuando el Instituto Nacional de Vitivinicultura había registrado unos 59.600 litros -las 90 mil botellas equivalen a 67.500 litros de vino-. El vino ya tiene nombre: se denomina Malma, que significa orgullo en idioma mapuche, y fue elegido “entre una serie de posibilidades” por los propietarios de Viñedos de la Patagonia: el abogado Luis María Focaccia y su socio, el arquitecto Lucas Nemesio. Una curiosidad lingüística es que “malma” también designa -en inglés- a una especie de trucha de California. Focaccia y Nemesio comenzaron con este emprendimiento hace casi tres años -en abril de 2001- cuando adquirieron a La Inversora un predio de 15 hectáreas sobre la ruta 7 en la tercera etapa de El Chañar, a las que luego se añadieron 12 hectáreas más para emplazar la bodega. Cerca de ese predio, Focaccia tiene una explotación frutícola tradicional de peras y manzanas. Cambios en el mercado Mencionó los cambios en el mercado del vino y en los gustos de los consumidores, y su introducción a un negocio nuevo que implicaba “rescatar una antigua cultura productiva en el Valle”. Recordó esa especie de retorno a las fuentes porque a comienzos del siglo XX los chacareros elaboraban el vino que consumían. Desde entonces se produjo una parábola que culmina en esta época, con un mercado focalizado en los vinos finos, varietales y que apuntan a un sector consumidor con alto poder adquisitivo, con ventajas comparativas -climáticas y de entorno ambiental- respecto de las zonas tradicionales del país, por caso Mendoza y San Juan. En efecto, las condiciones óptimas que en Mendoza se logran con altura en esta región se obtienen gracias a la amplitud térmica que se logra más cerca del nivel del mar. El primer gran hito del emprendimiento data de abril de 2001 cuando ingresó la primera máquina para emparejar el terreno y pocos meses después -en septiembre- se plantaron las primeras vides. La Inversora se encargó del emparejamiento, plantación y sistema de riego -un sistema “llave en mano”- y el resto de la infraestructura estuvo bajo la responsabilidad de Viñedos de la Patagonia. En esa fecha se implantaron retoños de Malbec, Merlot, Cabernet Sauvignon y Pinot noir -para vinos tintos- y Sauvignon blanc y Chardonnay -blancos-, todos varietales que ya tuvieron su “primer y segundo verde” en 2002 y 2003 y este año estarán a pleno. Focaccia recordó que la Argentina, que detenta el quinto lugar como productora de vinos finos, participa apenas con el uno por ciento del mercado. En los viñedos, debido al estilo de producción y selección -tarea del enólogo Gustavo Agostini- se obtendrá un margen de entre 8 y diez mil kilogramos de uva por hectárea. En esta primera vinificación, que estará lista para comercializar en abril próximo competirán, en una franja de entre 10 y 35 pesos de precio de venta al público los primeros tintos Malma: Malbec, Merlot y Cabernet Sauvignon. En septiembre habrá blancos y saldrá la estrella: el “blend” Gran Reserva 2003. En total, habrá 90 mil botellas que llegarán al mercado regional -bares, restoranes, vinotecas-. Nemesio explicó que en esta primera etapa se trata de llegar a un grupo consumidor que elige los vinos de la clase B y C (ver aparte) y que el año próximo, con una producción estimada este año de 600 mil botellas, iniciar contactos para exportar a Brasil, Estados Unidos, Inglaterra y México. Esta semana comenzó la vendimia de los primeros cuadros con Pinot noir, continuará con el resto de las varietales -Merlont, Malbec, Cabernet Sauvignon y luego Sauvignon blanc y Chardonnay. La cadena no se detendrá hasta llegar a su punto culminante en un par de meses, cuando finalice la cosecha y la uva pase la etapa de molienda a la de fermentación y maceración. Un edificio incorporado al paisaje Sobre la ruta 7 en camino hacia Añelo, cuando el desierto está por recuperar nuevamente su espacio, por sobre jóvenes vides se alza el edificio de una bodega que se funde con la meseta lejana. Es apenas una treta de la perspectiva pero es también el efecto que quieren lograr los propietarios de Viñedos de la Patagonia: “incorporar el edificio al paisaje, integrarlo armónicamente con el entorno patagónico”. La empresa operará la bodega NQN donde ya están en proceso de elaboración los vinos Malma. La construcción se realizó con elementos industrializados que permitieron acelerar los plazos de finalización y homogeneizar la calidad de terminación. Se ubica en un predio de diez hectáreas vecino a los viñedos de la misma firma, en la estribación occidental del Chañar III Etapa, el consorcio agroindustrial que gerencia La Inversora de Julio Viola. Los albañiles están terminando detalles del interior, y falta todavía rellenar los tres taludes de 4,5 metros de alto. Según la explicación del estudio de arquitectura de Juan Conte y Gabriel Japaz, de Mendoza, responsable del diseño, ese recurso “le otorga un carácter que se aferra más a la geografía y al paisaje”. Los taludes en tres de los lados de la bodega le permitirán “emparentarse con las bardas, formadas por extensas mesetas con acarreos en sus faldones”. Pero debajo y detrás de esos taludes quedarán las cavas de la bodega, y una vez cubiertos con tierra, permitirán mantener la temperatura y la humedad en el interior del complejo donde estarán estacionados los vinos Malma en sus distintas clases y variedades. También servirán para proteger de los vientos al sector de molienda que queda orientado al norte. Una rampa lleva al sector de administración, en cuyo extremo occidental estará el “wine bar” con capacidad para 60 cubiertos, y desde donde se pueden observar el resto de los cuadros con viñas, una lonja de desierto y más allá la chacra frutícola de Luis María Focaccia. Los eventuales visitantes podrán ir directamente a probar el vino o luego de una recorrida “desde arriba” por las instalaciones de la bodega, donde recibirán un curso acelerado de vinificación. El diseño contempló el tratamiento de los residuos. Diario Río Negro 9 de febrero de 2004 |