Cambiar el oro por alimentos, ‘lo más productivo’
Historias de Vida
 
 

La zona norte de la provincia atesora  historias y muchas de ellas tienen que ver con el trabajo de sus pobladores. Casi todos han optado entre las labores de la tierra: la agricultura y la ganadería. Sin embargo, también están los que se dedican a un arte centenario, la minería. Son los “pirquineros o lavadores de oro”.

 
 

La existencia del oro y de otros minerales surgió de la expedición de búsqueda encarada por el fundador de Chos Malal, Manuel José Olascoaga, que dio como resultado la existencia de oro lavando las arenas del río Neuquén.

Entre 1891 y 1910 fue la etapa de mayor explotación y en esos años surgieron las localidades de Andacollo y Huinganco donde la extracción artesanal de oro se convirtió en la principal.

Santos Contreras es uno de esos pirquineros que luego de trabajar innumerable cantidad de minas decidió transmitir todos los conocimientos adquiridos desde su llegada a la región, a su hijo Conradino Contreras con quien comparte sus días en Huinganco.

A la vera de la ruta “Rogelio Figueroa” en el ingreso a esta localidad, estos dos hombres continúan con el trabajo de la minería y lo que obtienen rara vez se puede vender “dado que los tiempos están difíciles y es más productivo realizar el trueque del oro por alimentos”.

Santos Contreras nació en Ñuble (Chile), pero a los 17 años decidió partir de su tierra natal para trabajar en el norte neuquino.

Con una enteresa única, a pesar de sus 91 años, al presentarse a “Río Negro” dijo “Santos Contreras para lo que guste mandar” y luego de una pausa picaresca agregó “el noventa y nueve por ciento santo y el uno por ciento Contreras”.

“Me fui de mi familia por capricho no por necesidad” relata.  “Perdió a su padre a  13 años, y su madre Juana Paula Albornos quien nació en Chos Malal en 1881, había quedado en una buena situación económica, pero Santos decidió venir a probar suerte en Argentina.

Fue así que consiguió un pasaporte en Santiago de Chile y tras cruzar la frontera llegó a Las Lagunas de Epulaufquen y desde allí a Las Ovejas donde se presentó a un comisario a quien comentó que venía para “aportar su granito de arena”.

Santos trabajó en la comisaría y luego conoció a los mineros, entre ellos Manuel Castillo y Juan Fuenzalida quienes le enseñaron a trabajar.

Luego de aprender por más de un año lo que él mismo califica como “el arte de los pirquineros” refiriéndose a la extracción artesanal de oro, “me aparté y fui a un lugar donde no había nadie llegando a sacar 14 gramos por día, el gramo se vendía a 2 pesos en ese tiempo, pero la extracción sólo significaba a cambio un vale por mercadería y la plata no se veía”.

En ese tiempo conoció a su esposa Felicinda Gutiérrez con quien compartió 65 años de su vida hasta “que la muerte nos separó” pero me quedaron mis hijos Rosalía que vive en Allen, María Luisa en Catriel, Juana de Dios en Plaza Huincul, Víctor Hugo en Neuquén, Santos y Omar en Andacollo y Juan de la Rosa en Huinganco, además de Conradino quien continúa con la tradición legada por su padre. (ver recuadro)

Al mirar los cerros que rodean su  humilde vivienda, un dejo de tristeza se puede vislumbrar a través de su mirada y comenta “he recorrido todas estas montañas, he sacado cientos de kilos de oro en mi vida, pero nunca se ha visto en la historia que un hombre haga fortuna con oro”.

Sus primeras excavaciones fueron en la zona de Cura Mallín, pero su trabajo se extendió al paraje La Primavera, Cajón de los Caballos, El Colo y Manzano, entre otros.

En Cura Mallín trabajó 17 años y junto a el 6 hombres “a los que pagaba bien y brindaba el servicio de gamela”.

“El oro que sacábamos lo mandaba a liquidar en una casa en Buenos Aires por intermedio de Esteban y Pedro Vega”.

“Recuerdo que en una hora saqué más de un kilo, aproximadamente en el año 1946 o 1947 en zona de lavaderos”.

Con el correr de los años descubrieron la mina Erika donde trabajó como capataz 12 años y asegura conocerla mejor que nadie como así también que es la única mina que tiene oro en la zona. Dice que si no lo encuentran es “porque realmente no la trabajan y porque la gente piensa que va a encontrar frente suyo el oro para llegar y cortarlo”.

Santos se levanta entre las 8 y las 9 y nunca se va a dormir antes de las 23, y mientras arma un cigarrillo y toma una pequeña pala en la que abre surcos en la tierra supervisa de cerca del trabajo de su hijo Conradino.

Muchas horas de trabajo

Trapiche, minas, poruña, chancar y vetas son palabras habituales en la vida de Conradino Contreras, quien comenzó con la explotación de oro junto a su padre cuando tenía 12 años. Con el objetivo de no perder sus raíces y transmitir sus conocimientos a quien quiera interiorizarse del tema, Conradino continúa trabajando en la minería aunque con algunos adelantos. Atrás quedó el trapiche hidráulico y a pocos metros de la vivienda se ha instalado uno eléctrico con el que agiliza el trabajo.

Hace cuarenta y siete años acompañó a su padre por primera vez y en la actualidad recorre 15 kilómetros hasta “La Juanita” donde extrae las piedras que luego junta para posteriormente embolsar y pedir que alguien se las traiga hasta la casa. “Son trabajos viejos que estamos destapando por lo que a veces sale y otras no”, dijo Conradino.

El proceso demanda horas de trabajo, dado que primero se ensaya la veta para determinar si hay oro.

El procedimiento se lo hace extrayendo piedras que luego son molidas y se colocan en una poruña -cuerno de vaca recortado- donde se deposita el material. Al lavarse con el agua, si efectivamente hay oro, el mismo va quedando al final del cuerno con vivos destellos dorados.

En La Juanita las piedras tienen diversidad de colores. Conradino identifica al verde con el cobre, al gris con el plomo, el plateado con la plata y el brillo con la gaslena. Si en la veta se comprueba la existencia del preciado metal se extraen las piedras que luego son transportadas desde La Juanita a la vivienda.

Ese material se muele  con un “chancar”, conmunmente llamado masa y se coloca en la tasa del trapiche junto al mercurio y se lo va cubriendo de agua. A medida que avanza el procedimiento el agua comienza a caer por una especie de desagüe junto al material fino a una chapa amalgamadora mientras en la tasa va quedando el oro y el mercurio. “El mercurio es utilizado para atraer el oro por el sistema de amalgamación” explica , mientras el trapiche continúa funcionando.

Luego de algunas horas se extrae con un plato el agua de a poco hasta que aparece el “oro amercuriado o amalgamado” que luego se coloca en un trapo y luego en un papel. Por otro lado Conradino trae otro plato con un hierro adherido y caliente otro al rojo en la fragua. “Allí se coloca el material extraído del trapiche y el calor hace que despida el mercurio y el material que queda es el oro” comenta.

 

Diario Río Negro 15 de octubre de 2001