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La parcela figura en la primera mensura realizada a mano y alzada por el padre Alejandro Stefenelli, documento que aún se conserva en el Museo del Colegio San Miguel, ubicado a escasos mil metros al Este de la chacra. Su primer propietario fue uno de los militares que participaron en la Conquista del Desierto. Hace nueve años atrás, “El Gallego” y Graciela compraron esta propiedad -a la vera de la ruta 22, km 1.172,5, a metros de Proin-, donde realizan producciones alternativas (frutas finas y de carozo) y diferenciadas (orgánicas), agregando la elaboración familiar y artesanal de conservas y el agroturismo (paseos y visitas guiadas). “Este es un proyecto familiar en su totalidad”, coincide en decir el matrimonio. “Acá laburamos todos; incluso los chicos mismos, dentro de sus posibilidades, nos dan una gran mano”. Va una anécdota de “El Gallego” como ejemplo de algo que no cuesta creer para nada (porque así ocurre en la mayoría de las chacras de la zona, desde siempre). “El año pasado mi comadre nos regaló unas 400 plantas de frutillas para que nosotros tuviésemos frutos para el postre. Un día le dije a mi hijo mayor, de nueve años: “che, ¿si empezamos algo con estas plantas?” Ahí nomás hicimos plantines, levantamos un invernadero y hoy tenemos 10.000 plantas. Ahora esto nos permite salir a vender unos 10 kilos de frutillas por día”. Esta situación pinta más que bien la flexibilización que se vive en la granja, entre todos a cada momento. “Hay que combinar alternativas para que haya producción durante todo el año, de modo intensivo y rentable”, aporta García. “Cuando no hay para cosechar duraznos, hay frutillas; cuando no hay pelones, hay verduras... cuando no hay frutales están los animales... cuando no hay una cosa tiene que haber otra, sí o sí”. De algo hay que comer, ésa es la consigna. “Hemos hecho una buena reconversión, casera, claro está”, aclara el dueño de casa. Empezaron cultivando ajos, cebollas, melones y acelga en las cuatro hectáreas que tienen. Después agregaron las frutas de carozo y luego, las silvestres o finas. Paralelamente crían animales (cerdos, gansos, patos, gallinas, conejos, pavos y caballos). ¿Cómo no iban a tener miel? Ahí nomás, entonces, se impuso la instalación de algunas colmenas. Al frente de esto, “El Gallego”, siempre. Por otra parte, la producción de conservas tomó vuelo con Graciela, quien también es peluquera en la ciudad. Hace dulces de durazno, ciruela, manzana, membrillo, frambuesa, cassis, frutilla y de uva espina; frutas en almíbar, licores y conservas en escabeche -como berenjenas, ajíes, cebollitas a la mostaza-... ¿sigo? Tomates con albahaca, morrones y ajos, y jugos naturales sin nada de conservantes... verdaderas delicias, todas. “Con nuestra producción luchamos contra la adversidad económica, confiando en que la red de comercialización -mínima y rudimentaria- nos permita hacernos conocer por la calidad y el buen precio”, reconoce Graciela. Y agrega: “Con ‘El Gallego’ y nuestros chicos no hacemos más que reivindicar la cultura de nuestros padres y abuelos, que era producir, conservar las cosas, guardar y si las podían vender, venderlas. Nada del otro mundo”. “Nuestras conservas son ecológicas totalmente, trabajamos sin agregados químicos y con hierbas aromáticas con controles integrados”, acota, orgullosa, mientras macera con gusto y paciencia kilos y kilos de frutillas que después serán transformadas en exquisitas mermeladas. (Diario Río Negro 16-11-2003). Contacto: (para programar visitas) TEL (02941) 440944. |