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Que memorable la aventura y lo más importante -y útil- que la escribió no bien finalizada. Hijo de galés radicado en Chile, Guillermo Eloy Cox, se calcula nacido a principios de la década de 1830 y con ocho hermanos. Se dedicó a la medicina como su progenitor pero las ciencias naturales, la exploración y sin duda, la aventura se adueñaron de un proyecto que, prácticamente, era unir el Océano Pacífico con el Atlántico vía fluvial, al estilo de Basilio Villarino (1782/83) pero al revés: lago Nahuel Huapi con Carmen de Patagones, que en su escrito y fuentes orales cita como “la Patagónica”. Minuciosos preparativos y Puerto Montt lugar de concentración. Compañero principal el joven francés Enrique Lenglier “que quería participar de mis aventuras”. Preveía construir una embarcación en el Nahuel Huapi y con ella bajar por el Limay y Negro hasta Patagones para lo cual alistaron “seis botes de gutapercha con sus respectivos armazones, 7 salvavidas, una red para pescar, cuatro carabinas, una escopeta, un rifle, un revólver y las municiones necesarias, una carpa, una vela que debía servir para el bote que se iba a construir en Nahuel Huapi, dos aparejos, cabos, clavos, hachas, machetes y las herramientas precisas. Los víveres consistían en unos 16 quintales de harina tostada, charqui, harina cruda, sal, ají, tocino, etc. 17 cabras y dos ovejas”. Más instrumental, como termómetros, cronómetro, barómetro, teodolito, brújula y “papel para plantas, martillos para hacer colecciones de rocas”. Sin duda, un viaje científico. Vicente Gómez, como mayordomo para dirigir la construcción de la embarcación y 14 peones de los cuales 9 regresarían con él luego de botarla. Salieron el domingo 7 de diciembre de 1862, a caballo hasta el lago Llanquihue, luego a pie. Muy interesante la narración de la marcha. Atravesaron el “boquete” cordillerano y llegaron al Nahuel Huapi donde los diestros “chilotes” dirigidos por Gómez pudieron elegir los árboles adecuados (alerce, haya, roble, mañíu y otra desconocida) para darle forma a la embarcación: 25 pies de quilla, 7 de manga y 2 de punta”, bancos para los bogadores y timonel. La bautizaron “Aventura”, bien calafateada y con remos la botaron, alegría acompañada con tiro de escopeta, música de guitarra y “flageolet”. Hubo lágrimas en la despedida el domingo 4 de enero de aquel año: Cox, Lenglier, carpintero Mancilla (timonel) y bogadores José Díaz, Juan Soto, Séptimo Vera y Antonio Muñoz, más el perro “Tigre” navegaron parte del Nahuel Huapi y antes de entrar al Limay acamparon. El 7 de enero se largaron al Limay y comenzaron a darse cuenta de lo bravo de su correntada, “impetuoso torrente, grandes olas y remolinos”. Calculaba haber navegado 75 millas, cerca de donde llegara Villarino cuando “una gruesa marejada toma el bote de costado y lo da vuelta poniendo la quilla al aire”. Naufragio. Los salvavidas sirven y se salvan, como también algo de lo que transportaban. Estaban en la orilla izquierda del Limay y al poco tiempo ven en una loma dos aborígenes a caballo. Con señas y gestos entendieron la invitación para acompañarlos. Llegaron a los toldos del cacique Paillacan, quién les reprochó haber intentado pasar por sus dominios, escondidos y sin permiso lo que merecía la muerte. Pero se salvaron. Decide regresar a Chile por otro paso y conoce los toldos del cacique Huincahuel, de Antinao y Trureupan y el 16 de enero llegan a Maihue -a la vista del lago Lácar- donde encontraron “a un indio chileno, Juan Negrón que vivía en la otra banda con el empleo de lenguaraz”. También potrero lleno de frutillas y se hartaron. Varios pobladores los atendieron muy bien. Pasaron cerca del cerro Trumpul (Trompul) “notable por su forma y a la noche acampamos en la orilla septentrional del lago Lácar”. Vieron las ruinas de un fortín español y luego de otros pormenores llegaron a Valdivia, menos dos: quedaron como rehenes en los toldos de Paillacan como promesa de regreso con regalos. El proyecto de llegar a Carmen de Patagones continuaba y prepara nuevo viaje. “Los artículos que llevaba para rescatar a mi gente de las manos de los indios consistían en aguardiente, escopetas, cornetas, pólvora, ropa, cuentas de vidrio, cuchillos, pañuelos, camisas, añil y otras cosas”. El 8 de febrero de 1863 con Lenglier y Cárdenas llegan al “boquete” cordillerano conocido como Lifen o Ranco “la cuesta de Lipela es poco después el verdadero paso”. Y luego de cruzarlo encuentro nuevamente con “Juan Negrón o Juan Chileno, si se cree a lo que él decía. Era un hombre importante en el otro lado de la cordillera... a quién el mismo gobierno argentino había regalado un uniforme militar y un sable”. Con sus acompañantes, Cox recorre las orillas del lago Lácar, que en su libro describiría sintéticamente así: “El lago, situado a una altura de 530 metros sobre el nivel del mar, se extiende de este a oeste. Principia con bastante anchura como de seis kilómetros. El cordón norte del valle de Queñil lo bordea al sur hasta el río Chachim, en donde concluye. Desde ahí, el cordón sur del mismo valle se acerca al lago y lo rodea al este deprimiéndose casi enteramente. El pico de Culaquina es el más notable en los cerros del sur; el Trumpul, en los del norte. El cordón del norte se halla algo retirado de las orillas del lago, dejando un extenso llano en donde tienen los indios sus chacras y potreros; las posesiones de Huentrupan y de Hilario se encuentran en esas. Los españoles habían construido unos fortines en esa misma orilla... El lago Lácar tiene mucho pescado. Los indios que viven en las orillas aprovechan las creces del río para detener los peces en cercados de ramas cuando baja el agua” (sic). Después conoce y trata con el famoso Inacayal y vuelve a Caleufu. Pese a los obsequios que le había traído, Paillacan no le permite viajar a “Patagónica” (Carmen de Patagones) y recibe amenazas extremas: “habían venido chasques de todos los caciques pidiendo nuestra expulsión” y “vendría él (Huincahual) a dar un malón, y mataría a los huincas”. El 25 de marzo de 1863 estaban de regreso en Valdivia “en donde ya habían corrido dos o tres veces la noticia de nuestra muerte”. Cox no pudo cumplir el propósito de llegar navegando por el Limay y Negro al Establecimiento y fuerte de Murga, pero dejó valioso escrito (1) que nos sirve para esta nota. (1)“Viaje en las rejiones septentrionales de la Patagonia (1862-1863)” (sic), publicado por primera vez en 1863 en la imprenta Nacional de Santiago, Chile. Segunda edición, 1999. por Héctor Pérez Morando |