· Rumores
“El rumor no es por fuerza ‘falso’. Pero es por fuerza no oficial. Al margen de, y a veces en oposición a, el rumor impugna la realidad oficial mediante la propuesta de otras realidades. He aquí por qué los medios de comunicación no los han suprimido." “Los órganos de comunicación de masas se inscriben siempre en una mecánica descendente, de arriba abajo, de los que saben a los que ignoran. El público sólo recibe entonces lo que se le quiere dejar saber. El rumor es una información paralela y, por tanto, no sujeta a ningún control. “Para el ingeniero, el técnico y el periodista, esta ausencia de control evoca el fantasma de una debilidad en el altar de la fiabilidad de la información. Por lo tanto es necesario acabar con ella. Para el político o el ciudadano, la ausencia de control significa ausencia de censura, suspensión del silencio y acceso a una realidad oculta. Hay, pues, que preservarla. “¿Por qué creemos lo que creemos? En realidad, todos vivimos con un bagaje de ideas, de opiniones, de imágenes y de creencias sobre el mundo que nos rodea. Estas nociones han sido a menudo recogidas de la transmisión boca a boca, de lo que oímos decir. “Ahora bien, ¿qué hemos constatado? Informaciones totalmente infundadas pueden permeabilizar a la sociedad de la misma manera de noticias bien fundadas, y desencadenar idénticos efectos movilizadores. Los breves momentos de lucidez que procura el estudio de los rumores nos hacen constatar la fragilidad del saber. Quizá una gran parte de nuestros conocimientos no tienen en qué apoyarse, pero nosotros no nos damos cuenta de ello. Los rumores nos recuerdan la evidencia: no creemos en nuestros conocimientos porque son verdaderos, fundados o comprobados. Guardando las proporciones, ocurre a la inversa. Son verdaderos porque creemos en ellos. El rumor vuelve a demostrar que todas las certezas son sociales: es verdad lo que considera verdad el grupo al que pertenecemos. El saber social está sostenido por la fe, no por las demostraciones”. (Extraído de “Rumores, el medio de comunicación más antiguo del mundo”, de Juan-Noël Kapferer).
· El Castillo de Talero
Ursula ametralla leyendas con una innata precisión suiza. La mujer conoció al hijo de Talero y a la familia de origen alemán que luego habitó la casona de Colonia Valentina Norte.
“¿Ruidos? ¿Pisadas?, son los ruidos de cualquier casa vieja. Hace mucho que no entro pero conozco todos los rincones de esa casa. Lo único que nunca pude hacer fue llegar al sótano”, agrega Ursula. Y es precisamente el sótano el lugar más buscado de la vieja casa. Lo mismo que un presunto túnel de muchos metros, que saldría directamente a la calle o al mismísimo cuartel. No hay rastros de construcción subterránea. “Había un sótano grande, pero a los chicos no nos dejaban entrar ahí y después ya no me interesó”, agrega la mujer. El historiador Isasi cree que todas estas incógnitas son de por sí un imán para las visitas y recuerda un proyecto que incluía el trazado de un laberinto con paredes de arbustos. “Alguna vez abría que encarar un trabajo casi arqueológico”, sostiene. El subsecretario de Cultura de Neuquén, Oscar Smoljan, tiene en carpeta varias iniciativas, pero antes debe conseguir los 100.000 pesos que hacen falta para reforzar los cimientos del viejo castillo. Smoljan entiende que la estructura y el terreno que la rodea pueden se complementarios de la sede del Museo Nacional de Bellas Artes. “Hay varios proyectos, la idea es avanzar pero tenemos que conseguir financiamiento". - La dama de blanco de la Torre de Talero
La dama de blanco del castillo de Eduardo Talero es una leyenda. Los soldados decían que se les aparecía de noche, levitando entre los manzanos o como una ráfaga por encima del desagüe. También la vieron en fuga por entre los eucaliptos o resguardándose detrás de los pilotes que sostienen la baranda del balcón. Los colimbas temblaban cada vez que ella asomaba. Por eso, las guardias eran complicadas en el puesto 4 del cuartel neuquino, y ningún soldado se dormía de cara a la torre de Talero. Fueron esas apariciones las que hicieron que más de un recluta apuntara al cielo para descargar algún balazo de fusil. Los soldados querían espantar (tal vez matar) a la dama de blanco, al fantasma que habita el centenario castillo. “Era el peor lugar para hacer una guardia”, admite Edgardo Cisneros, de 41 años, conscripto en 1982. Una noche que Cisneros ubica en febrero, el soldado de guardia era un muchacho de Santiago del Estero, que se asustó más de la cuenta ante la sorprendente aparición. El chico intentó correr y se le disparó el fusil. “Se voló los dedos del pie derecho, el plomo le perforó el borceguí, el pibe dice que se resbaló”, cuenta y se lamenta Cisneros, uno de los más de mil soldados que, por entonces, tenía el batallón de Ingenieros. A más de cien años de colocadas las primeras piedras, la torre o el castillo que levantó el poeta colombiano Eduardo Talero es el escenario de una leyenda urbana que, como toda buena historia oral, sobrevive y se expande.
¡Claro que los fantasmas existen!: sólo hace falta que se crea en ellos. - La historia de la anaconda Hace poco, por caso, la historia de la anaconda que creció en un sótano y anda libre por el Limay comiendo bichos y gente medio en broma y medio en serio, trepó hasta la prensa. El fenómeno de algunas historias como la de la anaconda muta según dónde se lo cuente y se adapta a cualquier escenario, tropical o patagónico, indistintamente. Y por estos lares, los rumores -que para Juan-Noël Kapferer son el medio de comunicación más antiguo del mundo- revolotean alrededor de los ladrillos que Talero ordenó pegar. La construcción -una verdadera joyita para la ciudad capital- fue declarada patrimonio histórico municipal y es custodiada por un servicio de vigilancia privada, que se las ve en figurillas para cubrir los turnos. Es que los ruidos de pisadas, los de un lejano llanto ahuecado y otros lamentos cercanos han terminado con los nervios de más de un vigilador. Y así como los soldados no querían hacer guardias en el puesto 4 (que está justo frente a la construcción, calle Bejarano y desagüe mediante) muchos vigiladores se niegan a trabajar en la mansa custodia de la señorial edificación, derruida por el tiempo y el salitre. “Cuando el clima está normal, hacemos la ronda, cuando hay tormenta no salimos porque por ahí se te aparece... A mi no me ha pasado nada, pero a un compañero se le apareció un hombre vestido de gaucho; mi compañero se fue, no quiso saber más nada. Sólo me ha tocado lo normal, escuchar pasos o ruidos en el techo, nada más”, afirma Gustavo, el vigilador nocturno de la vieja torre.
· El gaucho
La leyenda que abraza al casco de lo que fue la estancia “La Zagala” es la auténtica historia de fantasmas made in Neuquén. “A un compañero primero le golpeó la puerta del baño y no pasó nada; otro día le golpeó la puerta de la cocina: cuando se asomó había un hombre vestido de gaucho, lejos de la puerta. Le dijo ‘qué quiere acá señor’ y miró para agarrar el handy. Cuando volvió la vista ya no había nadie”, cuenta Gustavo, el vigilador
· Cementerios ocultos La ciudad de Neuquén tiene entre sus secretos un par de cementerios ocultos: uno está bajo el manto verde de una plaza céntrica y el otro (de campaña) junto a la ribera del río Neuquén, debajo de las casas del barrio Sapere. Sobre ellos sobrevuelan historias, entre las que se destaca la de una niña ciega que llora caída la noche. Aquí, como en muchos otros lugares, circula la versión de los chicos que son robados en los supermercados, previo corte de pelo y velocísimo cambio de ropa en uno de los baños. La gente que lo repite lo hace con tal seguridad que, cualquier padre bien nacido, siente cómo se le estruja el estómago a medida que el orador avanza. También se repite la historia de las camionetas desde las que se sacan fotos para marcar a los chicos que luego serán víctimas de un secuestro o los que son blanco de una truculenta ablación de órganos. A la vez, de boca en boca, se describen las propiedades que han cosechado determinados funcionarios a partir de tal o cual espurio acuerdo político o empresarial. Así, se habla del yate que tendría amarrado en un buen puerto determinado ministro, el chalet en Marbella de un funcionario conocido, el caserón en Barcelona de X gobernante y hasta el campo en La Pampa que tendría esa misma persona.
· La chica de Sakoga Con algunas variantes, la historia de “La chica de Zakoga” cuenta que un sábado a la noche un muchacho conoce a la chica de sus sueños: baila con ella, la mima, la besa, brindan y ella se mancha el delicado vestido blanco. La lleva a su casa y, dñías después, con mariposas en la panza, golpea la puerta y pregunta por ella. “Murió hace diez años”, le dicen los padres. Sin aire, el muchacho la busca en el cementerio y certifica que los restos están envueltos en el vestido blanco, manchado con bebida del brindis. Entre las variantes se cuenta que la chica hacía dedo en la rotonda de Cipolletti (el lugar donde habría muerto en un accidente años atrás, cuando iba a bailar) y que el regreso no fue a su casa sino al cementerio mismo. También se suele repetir que ella se marcha abrigada con una prenda del muchacho y que la misma es encontrada luego sobre la tumba de la dama.
Rodolfo Chávez rchavez@rionegro.com.ar
Diario Río Negro 13 de julio de 2004
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