La familia De la Torre es uno de los grupos que continúa con la tradición transmitida durante tres generaciones y cuyos vinos pueden degustarse en la actualidad. En el mes de abril comienzan a cortar los racimos, los cuales se muelen en una tina y se dejan reposar en un proceso de fermentación. Las uvas recién recogidas (lo que incluye la semilla y el ollejo) son prensadas para que liberen el zumo comúnmente llamado “mosto” que es rico en azúcares fermentables. Este proceso se interrumpe cuando “el azúcar se transforma en alcohol y adquiere la graduación” explican los productores y “el mosto es ahora vino”. El producto es estacionado a la sombra, entre 15 y 20 días, y es colocado en bordalesas de roble que tienen capacidad de 200 litros cada una y que también forman parte de la herencia familiar. Por temporada se producen de 600 a 1.000 litros con la uva que cosecha del patio de la casa familiar de De la Torre y recuerdan con nostalgia que en otra época su padre lograba mayor cantidad “porque tenía más viñedos en la chacra”. El producto final que obtiene la familia De la Torre es de dos variedades, blanco y rosado, ambos característicos por su aroma y sabor seco. Antaño, Chos Malal se caracterizó por ser un pueblo surcado de grandes alamedas y árboles frutales, regados por acequias derivadas de un canal construido por los vecinos, quienes además de traer de Mendoza el tipo de edificación de adobe, arraigaron también la elaboración de vinos. El álamo se introdujo en 1885 y la viña en 1892, aunque la historia plasmada en los libros da cuenta de que la “cepa originaria fue traída de Chile por los Salesianos y de Mendoza” por una persona de apellido Martins en 1894. Por esos años, la que daba mayor resultado y provecho en Chos Malal fue la llamada “uva chilena”, de color negro, grano redondo y carnoso. Para los entendidos se trataba de la mejor porque resistía las heladas, maduraba pronto y en la mejor estación de la vendimia. También estaba la “uva corinto blanca”, precoz en su maduración. Cuando ésta tenía pequeños racimos, la chilena comenzaba a brotar y le seguía en bondad y producción. La tercera clase estaba dada por la llamada “uva francesa” conocida también como “Burdeos” cuyos racimos son numerosos y medianos. La generosidad del suelo y del clima posibilitó la plantación de vides de distintas características y entre la uva cosechada también estaba la moscatel negra, la cavernet, la itálica y la Filadelfia. Por esos años, había en Chos Malal tres “cosecheros viticultores”, las familias Martins y Shoat y los padres salesianos, que aunque contaban con una quinta más pequeña era variada en frutales y viñas. Diario Río Negro 07 de abril de 2002. |