Generalidades.
El nombre de San Patricio del Chañar es una conjugación entre el nombre del patrono de Campo Filone (Italia), porque de este lugar provenían colonos que emigraron a la zona en 1898 y del quichua “Chical” que luego quedó como "Chañar", siendo este un árbol espinoso de madera dura, abundante en los alrededores.
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San Patricio del Chañar es una localidad distante a 50 km. de la ciudad de Neuquén, a la vera de la ruta provincial Nº 7, y sobre la margen izquierda del río Neuquén.
A través de un decreto firmado por el entonces gobernador Felipe Sapag, el 21 de mayo de 1973, se creó oficialmente la comisión de Fomento en San Patricio del Chañar en el departamento de Añelo, donde se establecieron los límites territoriales del ejido, aunque el pueblo se funda como tal a partir de abril de 1974 cuando se designó a Tulio Eduardo Ferraresso como el presidente de la Comisión de Fomento.
Sus orígenes como pueblo se remonta al año 1969, cuando el entonces frigorífico Cipolletti -que después de fusionó con Gasparri Hermanos, de José y Emilio Gasparri- compró un campo con 20.000 has. De las cuales 8.000 resultaron propicias para la explotación agrícola y bajo riego. Un año después se dio inicio a las obras de riego comprendidas para las primera etapa, de 3.200 has. El frigorífico Cipolletti comenzó el emparejamiento de tierras y la construcción de la toma de agua, los canales y obras de infraestructura de riego.
Durante estos últimos años la incorporación del grupo de bodegas instaladas en la denominada Tercera Etapa de El Chañar, de un galpón de empaque y un frigorífico cambió el perfil económico productivo de la localidad, que hasta hace pocos años sólo dependía de la actividad primaria.
Dentro de la oferta para el visitante El Chañar ofrece un paquete de visitas a las tres bodegas (Bodega del Fin del Mundo, Bodega Nqn y Bodega Familia Schroeder) que se localizan en la ciudad. Las mismas ofrecen guiados turísticos por los viñedos y sus instalaciones. Allí es posible degustar y adquirir los exquisitos vinos neuquinos. Otra opción es almorzar en el restaurante de la Bodega Familia Schroeder y visitar los restos fósiles de un dinosaurio herbívoro que habitó estas tierras hace 70 millones de años. También la Bodega Nqn ofrece el servicio gastronómico en su resto-bar.
La ciudad también tiene un balneario municipal que ofrece sus instalaciones con parrillas, lugar para el campamentismo, piletas y todo los servicios aptos para el disfrute en familia. Dentro de las festividades de la localidad están la Fiesta del Pelón, la Fiesta del Trabajador Rural y el Festival de Folklore Pre Baradero.
• InformaciónMunicipalidad de San Patricio del ChañarTE (0299) 4855367
• Como llegar - desde Neuquén por ruta 7
- desde Neuquén por ruta 8, cruzando el Río Neuquén
• Historia: Don Roberto Gasparri Roberto Gasparri se radica en Cipolletti a mediados de 1935.
En 1947, conjuntamente con la empresa Frigorífico Cipolletti SA, construye una planta frigorífica que fue de las primeras en la zona.
La importante renta obtenida en este emprendimiento impulsó a la empresa a hacer nuevas inversiones.
Hacia fines de 1960 comienza su actividad en Neuquén con la colonización de San Patricio del Chañar. El apoyo de la provincia, a través de su banco, fue determinante para llegar a lo que es hoy la localidad. “Don Felipe (Sapag) siempre defendió el emprendimiento. El entendía que la única salida sustentable para la provincia era la producción. Y está demostrado por lo que hoy es El Chañar: un orgullo para todos los neuquinos”.
Lo paradójico de esta historia es el hecho de que el mismo banco que permitió la entrada en plena producción a más de 4.000 hectáreas con un crédito inferior al millón de dólares, fue el que le dio la puñalada final a la firma treinta años después.
La década del ‘80 se sobrellevó sin grandes problemas y la empresa se mantenía como una de las más importantes de la región.
Hacia principios del ‘90 la situación financiera se desbordó como consecuencia de la deuda que presentaba de arrastre la firma.
No era mucha, pero los agresivos intereses bancarios en el inicio de la convertibilidad, superiores al 60%, con una estructura monetaria rígida y precios estables determinaron la inviabilidad de la empresa.
Hacia mediados de la década del ‘80, Gasparri Hnos. tenía una deuda con el sistema bancario de 300.000 dólares de esa época y la facturación representaba más de 20 veces esta deuda.
Hoy, con la quiebra en marcha, la deuda supera los 30 millones con un facturación inferior a los 10 millones por año. El ingreso de la empresa internacional Chiquita, en 1992, dio un respiro.
La multinacional aportó capital a cambio del 49% de las acciones de Gasparri. Pero, por diversas causas, Chiquita se retiró de la empresa y la firma valletana le tuvo que devolver más de 5 millones por que así el acuerdo lo establecía.
A consecuencia de ello ingresa en su primer concurso. La historia que continúa ya es conocida por todos. “La deuda de Gasparri no está en el exterior, esta plantada toda en El Chañar. Los 30 millones son los que cada año producen más de 100.000 toneladas de fruta; son los que le dan vida hoy a toda una localidad”, aseveró Teixe.
La gente que participó en los distintos proyectos de Gasparri vivió con pasión cada una de las iniciativas. Algunos ya no están, tal es el caso de quien fue el gerente general de la empresa, Tulio Ferraresso, pero su recuerdo está grabado a fuego en la memoria de los que están.
En una reunión informal con personas que trabajaron junto al ingeniero, hubo llantos de emoción cuando se recordó tal o cual hecho.
La camaradería fue piedra basal en la obra de Gasparri, quien en su planta de Cipolletti construyó un quincho para los empleados de la empacadora. La iniciativa, por entonces, no tenía nada de común. En El Chañar había un lugar clásico donde por lo menos una vez por mes se realizaba el típico “Asado de los Colaboradores”.
En la larga lista de colaboradores figuran, entre otros, Ferraresso, Luis Teixe, Alfredo Rodríguez, Federico Horme, Federico Trassarti, Ramón Plieger, Ramón Arévalo, Mario Roat, Reinaldo Fuentes, Miguel Teixe, Víctor Grunvel, Juan Mora, Héctor Castillo, Franco Gasparri, Roberto Gasparri, Hugo Hirsch y Juan Carlos Pereira. La nómina se podría engrosar con muchas otras personas. Como suele ocurrir en estos casos, es muy posible que en esta nota se incurra en lamentables omisiones.
A finales de la década del ’60, cuando las máquinas emparejaban las primeras hectáreas de lo que hoy constituye El Chañar, Roberto José Gasparri se prendía en los picados de fútbol que organizaban sus obreros.
El hombre, que jugaba de delantero, era una pieza importante de los eventuales equipos y por esos días disfrutaba tanto del juego como del proyecto “loco” que por entonces empezaba a encaminarse: el desafío era poner en producción 8.000 hectáreas de monte, en un lugar donde no había nada; ni agua ni caminos.
-¿Qué vas a hacer ahí? Ahí no puede crecer nada -le advirtieron a quien había comprado 20.000 hectáreas de desierto por consejo de su padre, Emilio Gasparri, un inmigrante italiano, amante de la tierra, nacido en Ascoli.
Gasparri, un ferviente hincha de Boca que hoy anda por los 78 años, jamás le dedicó mucho tiempo a ese ‘hobby’ que era jugar al fútbol.
En cambio, le puso el hombro y sus mejores días al proyecto El Chañar, y a su empresa empacadora que un par de décadas después de los ‘70 estuvo en la cúspide del comercio: fue la mayor exportadora de frutas de la Argentina.
Los comienzos fueron difíciles y los descansos llegaban después de durísimas jornadas de trabajo, en un lugar donde nada era amable.
Ya en aquella época, Tulio Ferraresso y una tropa de colaboradores se habían convencido de que El Chañar era posible y que Gasparri, otra vez, cabalgaba sobre un objetivo innovador.
“No es fácil imaginar El Chañar hace 30 años”, advierte el ingeniero Luis Teixe, con más de tres décadas cerca de Gasparri.
Cuando los hombres de El Chañar volvían a sus casas tenían tanta tierra encima sus esposas se resistían a abrirles las puertas. Y más de uno tuvo que bañarse en el quincho antes de pisar el comedor, recuerdan con humor los ex colaboradores del empresario frutícola.
Hoy por hoy, El Chañar es el mayor y más exitoso emprendimiento productivo de la provincia de Neuquén. Gasparri, en cambio, aparece sólo como una marca venida a menos.
-¿Quién es Roberto José Gasparri? -preguntó “Río Negro”.
- “Un terco, un cabeza dura, un laburador, un innovador, un visionario, un tipo muy noble” -respondió el contador porteño Horacio Irigoyen, uno de sus grandes amigos de que aquellas y de estas épocas.
Irigoyen es uno de los pocos que puede gambetear la tentación de anteponer “El Ingeniero” cada vez que se nombra a Roberto Gasparri.
En la década del 30, la familia, entusiasmada por Luis Toschi, bajó a la Patagonia y ya en el Valle, el ingeniero Roberto Gasparri comenzó a desparramar ideas y proyectos (ver aparte).
“Cuando fui a El Chañar por primera vez, no había nada, era un peladero total, y apenas había cuatro o cinco empleados haciendo las primeras picadas”, explica Francisco Polaino, un hombre que contabiliza 32 años de trabajo con Gasparri.
Por entonces, Polaino hasta tuvo ganas de pegar la vuelta. No podía creer que árboles con fruta podían reemplazar a jarillas y alpatacos.
“Para el ingeniero, El Chañar es como un hijo más”, agrega el hombre sentado en un escritorio anegado de papeles que remiten a deudas y liquidaciones.
En su apogeo, la firma llegó a tener más de 1.200 empleados distribuídos en el galpón de empaque, las chacras y el frigorífico. Gasparri siempre estuvo en todo. Llegaba tan temprano como el que más y con una carpeta apretada de papeles, con órdenes e indicaciones para todos. “La mayoría de las veces cuando llegaba acá ya tenía todo pensado y todo resuelto, y todo pasaba por él porque siempre tenía la última palabra”, describe Polaino.
Entre otras muchas cosas, fue Gasparri el que rompió con la tradición de la empacadoras de la región, que hasta El Chañar se limitaban a comprar la producción de los chacareros y no imaginaban que era posible producir, embalar y exportar la producción. También fue quien introdujo el uso de bins.
El gran sueño, está claro, apuntó a un lugar concreto, muy cerca del río Neuquén donde unos arbustos con flores amarillas le llamaron la atención cuando caminaba con su padre.
Eran chañares y de ahí imaginó, soñó, trabajó y creó El Chañar.
Y como iba a ser necesario gente para que trabajara en las chacras, prácticamente fundó San Patricio del Chañar, pueblo para el que donó más de 120 hectáreas. El grupo de colaboradores que lo siguió en el proyecto también tuvo su recompensa, unas 15 personas recibieron una chacra plantada cada uno.
“Creo que nadie es plenamente consciente de la obra de Gasparri. Habrá que esperar unos cuantos años para que se la aprecie en su dimensión”, afirmó su amigo Irigoyen.
Hace unos pocos días, Gasparri dejó la tierra de todos sus sueños y se mudó a Río Cuarto (Córdoba) junto con su eterna señora, a vivir con uno de sus dos hijos. Allí está su único nieto, que se llama Emilio.
Es curioso, pero en la región no hay nada que sea suyo. Tuvo que entregar hasta el destartalado Renault 18 azul (modelo 86), que usaba desde que era cero kilómetro.
“Hace como cuatro años le dije: ¿Ingeniero por qué no cambia ese auto que es un peligro?”, rememoró Polaino.
“Así como está la empresa, ¿a vos te parece que lo puedo cambiar?”, le respondió Gasparri.
Rodolfo Chávez