Símbolo y Recuerdo de Tiempos Pasados.
El hombre es de alguna manera la consecuencia de su pasado, y por ende las poblaciones también lo son. Y el interés por conservar el legado de nuestros predecesores pasa por sus rastros más identificables en la fisonomía de nuestras ciudades. .
En Viedma, capital de la provincia de Río Negro, la manzana histórica enclavada en el centro de la localidad es la única referencia al pasado de la ciudad y lamentablemente se encuentra en gran parte librada a su suerte y la erosión del tiempo.
En el siglo XIX desde esta zona se planteó la avanzada colonizadora de la Patagonia, siendo Viedma capital de distintas divisiones políticas que englobaron al territorio del sur de la Argentina.
Alrededor de 1880 Viedma era una pequeña villa que contaba con mil almas, y unas escasas y humildes edificaciones se alineaban al costado de calles polvorientas. Ya desde entonces su población estaba signada por el estigma de la administración y el comercio, y el ámbito rural tenía una significativa población indígena.
En este medio la Pía Sociedad Salesiana apareció con su tarea evangelizadora y cultural, y configuró el núcleo arquitectónico de la ciudad en una serie de sólidas y preponderantes edificaciones -conocida hoy como la manzana histórica- ubicadas en el centro de la pequeña urbe.
Pasados más de cien años, esas construcciones corren desigual suerte, a pesar de haber sido declaradas monumento nacional. Parte de ellas fue demolida y reemplazada por un tinglado que hoy está abandonado y sólo sirve como estacionamiento, mientras que el que fuera asentamiento del Colegio San Francisco de Sales observa su decadencia día tras día en total abandono y funciona como depósito de desperdicios.
Por otro lado, desde 1980 en la esquina de las calles Colón y Rivadavia un grupo de vecinos ha mantenido las instalaciones -sin contar con ningún tipo de apoyo oficial-.
Entre esas paredes históricas funcionan hoy el Museo Tecnológico del Agua y el Suelo, el Museo Gardeliano y el Museo Salesiano, además de la Biblioteca Popular Mitre. También hacen uso del edificio de dos plantas el Fotoclub Viedma, la Fundación Ameghino y un centro de radioaficionados.
El desembarco salesiano
En 1888 monseñor Juan Cagliero se estableció en Viedma y encargó al padre Juan Aceto la construcción del Vicariato, una monumental obra para albergar a todas las actividades salesianas. Este concretó los planos, la dirección de la obra y la cuidada decoración del edificio, tareas que se concluyeron en 1897.
Dos años después Viedma fue arrasada por una gran crecida del río que castigó la zona durante dos meses, debido a la cual sólo quedó indemne la manzana histórica, ya que las restantes casas desaparecieron con el agua o tuvieron que ser posteriormente demolidas. A más de cien años, aquel desastre natural es sólo un recuerdo, aunque las aguas han amagado algunas veces con volver a rebelarse.
El colegio de varones “San Francisco de Sales” nació a pedido de las autoridades locales, interesadas en elevar el nivel cultural de los lugareños, y la misión estuvo encomendada al Padre Fagnano.
El edificio fue inaugurado en el año 1884 y además de la educación tradicional, con la intención de incorporar los desamparados a la sociedad productiva se implantó una serie de talleres de carpintería, sastrería, zapatería e imprenta -donde se imprimía el periódico “Flores del Campo” de los salesianos-.
El inmenso edificio contaba con una capilla, talleres de artes y oficios, teatro, salones, comedores, dormitorios y una torre que se convirtió en emblema de Viedma, con campanario y un reloj.
En 1904 las dependencias del vicariato pasaron a formar parte del Colegio San Francisco de Sales hasta que en 1975 fueron destinadas al museo. En 1979 el antiguo colegio se vio obligado a mudarse en la búsqueda de nuevas y más cómodas instalaciones, y años después gran parte del histórico emplazamiento fue vendido a un vecino viedmense, quien lo mantiene abandonado y a las buenas de Dios.
Testigo de una época en que signó el rumbo cultural de la zona, y desde donde se proyectó la civilización de la Patagonia, hoy ve azorado su triste destino de simple depósito de desperdicios.
Peor suerte corrieron otras dependencias de la manzana, como la capilla del Colegio de las Hermanas de María Auxiliadora, llegadas a la zona junto a los primeros salesianos. De este templo, que según las crónicas de la época era de una belleza superior a todas las construcciones vecinas, hoy sólo quedan unos pocos rastros difíciles de reconocer y que se encuentran en un lentísimo proceso de restauración.
Diario Río Negro 22 de abril de 2001