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La energía eólica no es ninguna novedad. Cada tanto y de siglo en siglo, actualizada por nuevas tecnologías, se impone como alternativa de punta. Desde impulsar las primeras velas de los barcos en el año 5.000 a. C. hasta mover las aspas de primitivos molinos en la Persia de hace 2.000 años.
A fines del siglo XIX la revolución industrial se corporizó en toda América en forma de molinos de agua y aseguró la prosperidad agrícola y ganadera en nuestro país.
La imagen de un molino en la vasta Llanura Pampeana era como la palmera de un oasis oriental. Un bebedero de animales o un tanque australiano recibían el agua fresca que bombeaba con el chirriante zumbido de las aspas.
Pero en el siglo pasado la energía eólica quedó frenada en aquellos molinos de chapa zincada, mientras que los combustibles fósiles acaparaban el consumo energético de un mundo que poco miraba a su alrededor.
Cuando el monóxido de carbono comenzó a hacerse notar volvió a enfocarse la mirada en la energía limpia del viento. Los países desarrollados pero sin fuentes propias de petróleo, como el caso de Alemania, fueron los primeros en investigar y desarrollar las tecnologías para asegurar la expansión de esta tendencia energética. Este año Alemania iguala en energía eólica a toda la energía eléctrica convencional generada en la Argentina y supera largamente a cualquier país europeo en el segmento eólico (ver infograma).
La Argentina tiene un amplio desarrollo en la investigación de la energía eólica, pero en abierto desequilibrio con la poca generación de sus escasos parques eólicos. Un dato que llama la atención, si se tienen en cuenta la calidad y constancia de los vientos patagónicos que surcan la región desde el período jurásico.
En Comodoro Rivadavia el promedio anual llega a nueve metros por segundo y sopla durante dos días de cada tres, cuando en los mejores lugares de Europa llegan a siete.
En la Argentina el parque eólico instalado es de casi 25 MW pero no todos los generadores están en funcionamiento. El Brasil nos supera con una generación que se eleva por sobre los 40 MW y la fábrica de aerogeneradores a través de una subsidiaria de la Enercon alemana.
Según Erico Spinadel, presidente de la Asociación Argentina de Energía Eólica, "es prematuro hablar de la inserción de la energía eólica en las redes de distribución por los bajos precios que tiene el gas, con el cual es más barato generar electricidad". Para Spinadel, también vicepresidente de la World Wind Energy Association, "el verdadero desafío está en la energía eólica asociada a la producción de hidrógeno" (ver suplemento "Energía" de noviembre).
En la región hay dos fabricantes de aerogeneradores, ambos en Bariloche: el Invap con sus modelos IVS, y Zvalt con un modelo de doble hélice a contragiro que comenzará a producir antes de fin de año.
En 1999 había dado a luz el Plan Eólico Estratégico en el cual participaba Río Negro y preveía una potencia instalada de 300MW en los siguientes diez años. Como muchas cosas en la Argentina, a partir de diciembre del 2001 entró en un cono de sombra. Es de esperar que este proyecto se revitalice y no remedemos la confusión de Don Quijote de acometer contra los pobres molinos de viento.
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