Sábado 26 de abril de 2003
 
Historias de vida

En nombre del padre

 

Federico Soufal fue el primer ingeniero que trabajó en los pozos de Plaza Huincul. Hoy vive en Buenos Aires, pero confiesa que jamás olvidará los vientos patagónicos.

 

NEUQUEN (AN).- Felisa y Federico Soufal tienen la mirada calcada y muchas historias encima.
Los hermanos son hijos -los únicos que quedan vivos- de Juan Soufal, el hombre que encontró petróleo en el pozo 1 de Plaza Huincul el 29 de octubre de 1918 (ver foto superior).
Es decir, son hijos de una parte grande de esa ciudad desde cuando no eran tal y son parte de la historia que consolidó a la provincia.
Felisa acaba de soplar 91 velitas y vive en Neuquén. Federico cumplió sus 78 y está en Buenos Aires, pero cada tanto viene hasta aquí para ver a su hermana y para respirar un poco del aire patagónico.
También, el hombre de buen trato y elegancia plena, quiere que de una vez por todas se cumpla con el

compromiso que hace diez años hicieron los concejales de Neuquén y que se construya aquí un monolito en homenaje a su padre y a los otros pioneros que lo acompañaron en la epopeya del pozo 1.
En su último viaje, hace apenas unos días, Federico trajo consigo papeles amarillos que cuentan sobre compromisos varios en los que distintas autoridades que pasaron por el Concejo y el Ejecutivo municipal decían sí a la iniciativa.
Entre otras, Soufal exhibe una calurosa y emotiva adhesión del fallecido senador Elías Sapag quien oportunamente se dirigió a él diciéndole "me sumo con el mayor entusiasmo" a la iniciativa, que no es otra cosa que el monolito.
De hecho, hasta el lugar estaba definido: iba a ser emplazado en el Parque Central de esta ciudad, una posibilidad que ahora "no les convence a las actuales autoridades", tal como se lo expresó en noviembre pasado el secretario de Gobierno Marcelo Inaudi.
"Creo que es un justo homenaje para quienes descubrieron el petróleo y el gas, que algo de importancia tienen en esta provincia ¿o no? ¿Con qué es que funciona Neuquén?", preguntó Federico durante la charla con "Río Negro".
El hombre de ojos celestes es oriundo de Plaza Huincul y es el primer ingeniero que parió esa ciudad.
"Me recibí en la Universidad de Buenos Aires en 1952", cuenta orgulloso Federico, quien jamás podrá olvidar el viento patagónico que ya fue.
Es que "antes era otra cosa, nunca me he podido olvidar de cuando íbamos a la escuela caminando y las piedritas nos golpeaban hasta lastimarnos en las piernas... el viento era terrible", recuerda el hombre que, terminada la primaria, tuvo que emigrar hacia la Capital Federal.
No había otra posibilidad para quienes querían estudiar. Y entre Bahía Blanca y Buenos Aires, eligió la capital, donde tenía familiares.
"Fue un cambio grande; me acostumbré, pero siempre quería volver a Huincul, que era mi lugar", cuenta Federico.
Sobre su padre, un inmigrante austríaco, dice que "era un hombre ordenadísimo, con mucho temple, creo que el prototipo del hombre que se hizo a sí mismo, y para ello contó con el apoyo de mi madre (Ana Schupp).
Creo que se merece un homenaje: ¿sabía usted que en el sitio donde está el pozo se volcaron las cenizas de los hombres que trabajaron con mi padre?", dice.
Federico no piensa bajar los brazos y habla en nombre de su padre, con inmenso orgullo.

Rodolfo Chávez
rchavez@rionegro.com.ar

   
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