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Década explosiva para Cinco Saltos | ||
La década que se inicia en 1950 indica un crecimiento explosivo para Cinco Saltos. La fruticultura, ya consolidada, marcaba el rumbo de los acontecimientos. Los galpones de empaque se multiplicaban tras la salida del negocio de los ingleses que operaban en esa localidad y la llegada de capitales foráneos para la implementación de una planta química funcionaron como un atractivo para la radicación de personas. Sin dudas, la historia de vida de Sante Trovarelli relata con exactitud estas dos fuerzas impulsoras del desarrollo. Representó la última gran tanda de inmigrantes que llegaron al país, fue contratado por Indupa y terminó sirviendo a la fruticultura con las máquinas que confeccionaba en su taller. Durante estos años, la localidad se convirtió en la quinta en cantidad de habitantes de la provincia de Río Negro. Uno de los motivos de este crecimiento de debió a la radicación de Industrias Patagónicas Sociedad Anónima (Indupa), que inició sus actividades en 1949. La sociedad se había constituido un par de años antes y su radicación fue autorizada por el Poder Ejecutivo Nacional el 14 de julio de 1948. Se trató de una industria pesada de capitales franceses que elaboraba por electrólisis materias primas básicas, soda cáustica, cloro y derivados. La Compagnie de Produits Chimiques et Electrometallurgiques Pechiney fue su principal accionista y la primera planta del mundo en fabricar aluminio en el año 1859. La energía eléctrica es clave para las industrias de este tipo, razón por la cual se decidió la radicación de Indupa en la localidad. Fue el general Savio quien colocó la piedra fundamental de la central hidroeléctrica destinada al abastecimiento de la industria. En 1962 Indupa concretó la instalación de una planta de polímeros y copolímeros de cloruro de vinilo y 10 años después ya era una de las dos grandes productoras nacionales de soda cáustica, con una capacidad de 40.000 toneladas anuales. Por esta fecha Indupa era la empresa privada de mayor envergadura de la provincia, en cuya planta ocupaba permanentemente a unas 1.500 persona con altos salarios. En 1980 se inició el ocaso de esta industria. Sin duda el decreto que permitió la creación de Petroquímica Bahía Blanca fue el primer golpe. Pero fue en 1990 el colapso final. Entonces, la planta se cerró por el lapso de dos años debido a un millonario endeudamiento que derivó en una convocatoria de acreedores. Poco después, Indupa inició su camino a la privatización con duros cuestionamientos debido a la contaminación que provocó en la localidad. Finalmente se reactivó un tiempo. En 1993 la planta reabrió pero sólo con el 10% del personal que había contratado históricamente. En 1995, el Estado vendió sus acciones de Indupa (38%), que fueron adquiridas por YPF, Dow Chemical e Itochu. En 1996 el grupo belga Solvay compró el 70% de las acciones y el grupo de capitales argentinos Imextrade se hizo cargo de las operaciones de la planta de PVC. En el año 2000, las denuncias de contaminación se multiplicaron, se paralizó la producción de PVC y se despidió un centenar de empleados. Durante estos últimos años, el emprendimiento que llegó para activar el desarrollo local se redujo a interminables denuncias, estudios y auditorías de contaminación de uno de los lugares más prósperos del Valle. (S.Y.) |
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