Cuando los seres primitivos descubrieron que el fuego podía cambiar la temperatura en un ambiente íntimo estaban repitiendo, en menor escala, la torridez natural de Febo. Ahora, un resto-bar ubicado en un punto clave como lo es la costanera viedmense ofrece –con la misma calidez– un espacio para lanzar preguntas y encontrar respuestas a la realidad cotidiana o bien coronar, desde sus mesas, una excelente velada gastronómica. Cada trozo de pared guarda una historia personal. La de Elio Figliozzi, un personaje mundano. Su pasión por la vida nocturna y el deseo de conservar un patrimonio personal lo llevaron a construir ese bar en 1983 lo que llamó un “monumento en vida”, según la visión repartida a los cuatro vientos hacia familiares, amigos y conocidos. Era libriano. Por ello le pidió al artista Víctor Menjoulou que en uno de los rincones trabaje la madera para tallar ese signo zodiacal. Los nacidos bajo esa influencia se encuentran representados por un sentido de la justicia, la equidad, la armonía y el equilibrio. Así, Figliozzi promovió dos peticiones antes de dejar la vida terrenal: que el tallador se concentre una vez más para que la balanza de la justicia también quede registrada en la madera; y obviamente bautizó al lugar con el nombre de Libra. El tiempo y los arrendatarios pasaron como el agua que se escurre, en el río Negro, al frente del edificio. Sin embargo, los años volvieron a que el nombre quede atrapado en la certeza de que siempre es más importante el espejo que lo refleja. A tono con las épocas, la figura se reflotó cuando a pedido de los nuevos dueños, la arquitecta Mónica Herrero, buscó plantear un reciclado como una extensión de la historia que el lugar tenía en el reconocimiento de la ciudad. El emprendimiento mantuvo el nombre asociádole la palabra “más”. La intención fue reunir todo lo complementario de una oferta gastronómica. El planteo arquitectónico muestra una intervención de respeto de la estructura original, ya que el local presenta una riqueza espacial de relevancia. El reto –apuntó Herrero– fue combinar la “multifuncionalidad” propia de esta época, en la que se conjuga una atmósfera continental con tendencias modernas que den una sensación de un espacio fuera de las referencias temporales preexistentes. La mezcla de las funciones café y restaurante a la vez sirve como punto de partida para generar un lugar con diversas relaciones espaciales y personales. Su idea personal fue proyectar que la cualidad más destacable del bar es poseer una atmósfera correcta, que sugiera calidez y un cierto sentido de reclusión. El restaurante requiere generar maneras y medios que recreen un ambiente familiar. Y esa cualidad se creó en la propuesta con un estilo moderno. Herrero le puso un toque personal y un verdadero valor social al relanzado sitio. “El café es un lugar donde una persona puede tomar algo, permitir la típica amigabilidad, la camaradería, el ‘flirteo’, entretenimiento y relajación”. Existe para la profesional el proceso de observar y ser observado. A su entender “hay que conformar un espacio sugerente que denote cada anécdota de intercambio social, y por eso la propuesta, diseñó el lugar como un espacio público interior”.
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