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Mitos y realidades de la crisis | ||
El motor de la economía mundial funciona gracias al resto del mundo. Hoy está claro que la regulación de los mercados se torna imprescindible. Estados Unidos necesita diariamente 2.500 millones de dólares para mantener el nivel de endeudamiento de su población. |
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Los eventos derivados del incumplimiento evidenciado por los consumidores norteamericanos de créditos hipotecarios primordialmente para viviendas aconsejan que anotemos algunas consideraciones particulares. Se trata de la manifestación clara de una etapa recesiva que venía siendo anunciada por algunos especialistas desde enero de este año, aunque fuera descalificada por el Tesoro estadounidense, algunos analistas y calificadores de riesgo. En nuestro país muchos periodistas exponen sobre el aumento de la productividad en Estados Unidos como sinónimo de crecimiento ilimitado de una economía que sería el motor del mundo. La realidad es menos lineal y las consecuencias de los déficits gemelos (interno y externo) arrastrados por varios años evidencian derivaciones obvias. Así, Estados Unidos debe más del doble que todas las naciones de la tierra en su conjunto y sus acreedores son principalmente los países desarrollados, China y la India y los productores de petróleo de Medio Oriente, que compran títulos del Tesoro en abundancia financiando los déficits aludidos. Lo cierto es que Estados Unidos necesita 2.500 mi llones de dólares diarios para mantener el esquema de endeudamiento crónico que fomenta el consumo sistemático de su población a través de la compra entre otros de productos extranjeros, de la ineficiencia de su sector público y del incesante gasto militar. Desde lo financiero, los flujos de creación de dinero virtual a través de diversos mecanismos de apalancamiento de negocios a futuro (toma de préstamos entre varios operadores hasta llegar al negocio final, que resulta sólo una expectativa futura), fusiones y adquisiciones mediante créditos bancarios que luego se transforman en títulos que se venden crean una burbuja que ante cualquier discordancia afecta la economía mundial. Todas estas herramientas están fundamentalmente dominadas por fondos de inversión o de renta variable no sujetos a las regulaciones y transparencias propias de las entidades financieras públicas, algunas de las cuales son dueñas de aquellos. La crisis de las hipotecas de baja solvencia en Estados Unidos es la consecuencia de ese círculo de financiamiento ilimitado, alimentado por bajas tasas de interés y falta de controles regulatorios. Advirtamos que el régimen de hipotecas en el país del Norte no es igual al nuestro, de tradición latina, en que se permite al acreedor hipotecario ejecutar el bien sin importar quién lo tenga. Allí estos créditos no gozan de garantía sobre el bien, no existe un registro de inscripción de hipotecas. Los terceros que adquieren el bien lo hacen libre de deudas; con ello la posibilidad de cobro del acreedor al deudor original se hace más dificultosa, lo que desvaloriza el crédito. Volviendo a las causas, la incentivación del consumo a través de créditos con bajos controles y el déficit fiscal llevaron a niveles de inflación que requirieron ser recortados aumentando las tasas de interés para frenar el consumo. Esto hizo que los bienes y servicios se encarecieran para los consumidores, acelerando los incumplimientos de la cadena de pagos de todo el sistema. Al estar éste tan interrelacionado por ser el mundo prestamista de Estados Unidos a través de múltiples herramientas financieras, la caída se expandió a nivel global. La situación ha llevado a la quiebra de empresas de construcción, financieras y fondos de inversión no sólo en el país del Norte, sino que ya se observan las primeras manifestaciones de ello en Europa. Lejos de las recetas que nos inculcan el FMI y el Banco Mundial, la reacción de los bancos centrales de Estados Unidos y Europa ha sido la intervención directa: baja de tasas de interés, millonarios salvatajes a los bancos y aumento de las garantías de los depósitos. En todos los mercados se ha evidenciado la inexactitud e interesada opinión de las calificadoras de crédito, que no advirtieron la real calidad de las carteras deudoras que se iban colocando a los inversionistas sucesivamente, algo parecido a lo que sucedió con nuestro país al final de la década pasada: se endeudaba con buena calificación crediticia pero era evidente que el modelo se desintegraba. Hoy nuevamente se habla de una urgente normativa regulatoria de los mercados financieros y de las calificadoras de riesgo y el nuevo titular del FMI, el francés Strauss-Kahn ha dicho que es tiempo de regular la globalización. Hace pocos días se realizó en Londres un encuentro internacional con líderes políticos y económicos de los países en desarrollo titulado "El año de las turbulencias". Es claro, entonces, que la regulación de los mercados se hace imprescindible, así como también poner un coto al proverbio "consuman, consuman y financien sus déficits" con el cual el mundo presta a Estados Unidos comprando bonos del Tesoro o aceptando la devaluación del dólar frente al resto de las monedas de los países desarrollados. Tengamos en cuenta entonces que el dólar devaluado beneficia a las multinacionales para sus exportaciones, pero no favorece a muchos ahorristas europeos, chinos o asiáticos, a no ser por las inversiones en acciones de multinacionales de alta capitalización. El mundo, en fin, tiene ahora nuevos ejes monetarios y no es sólo el dios dólar, como expresa el lema del billete, que sólo sirve a los estadounidenses por gracia del resto del mundo.
DARÍO TROPEANO (*) (*) Abogado |
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