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Bariloche en crisis, entre el abismo y la oportunidad

La prolongada licencia del intendente Icare y la indefinición sobre su mandato tienen a la ciudad en vilo. Mientras se negocia la gobernabilidad, asuntos como el planeamiento, los servicios, la obra pública y las urgencias sociales siguen sin solución.

Forzado por las circunstancias, el devenir institucional del municipio barilochense ingresó hace ya varias semanas en terreno incierto. El intendente Alberto Icare debió apartarse del cargo una vez más por sus problemas de salud y los últimos datos a mano sugieren que estaría impedido de afrontar el nuevo período de gobierno a partir del próximo 10 de diciembre.

La ciudad de los contrastes (que disfruta de ser un "caso de estudio") se convierte ahora en un impensable laboratorio político donde la gobernabilidad inmediata es el único bien a preservar. Mientras tanto, esperan su turno el "planeamiento estratégico", la modernización de los servicios, el ordenamiento administrativo, la obra pública y tantas otras urgencias de consensuada entidad.

El presidente del Concejo Deliberante e intendente a cargo, Marcelo Cascón, buscó hacer pie en el movedizo terreno que le toca y desplazó al secretario de Gobierno y verdadero hombre fuerte de la gestión Icare, Adolfo Fourés. Pero, advertido de la finitud de su mandato, eludió meterse a fondo con los temas complejos de la gestión, como la negociación salarial con el SOYEM o el futuro del transporte urbano.

El cuadro de situación convoca a reflexionar sobre el rol que juega la organización del Estado en la resolución de las crisis.

Las demandas sociales no distinguen entre las pujas de palacio y el desinterés liso y llano. Al ciudadano de a pie se le hace difícil identificar qué relación existe entre una administración que acumula respuestas fallidas y la malhadada indisposición de Icare.

Su liderazgo fue confirmado en julio pasado en una elección que le asignó el 42% de las preferencias y vino a fortalecer un estilo de gobierno personalista y carismático, de funcionamiento piramidal, discurso vecinalista y sustrato ideológico conservador.

Desde esa impronta construyó el icarismo un ciclo que lleva ya cinco años y medio (con promesa de otros cuatro) y que calzó a la medida con el perfil de la ciudad.

¿Qué espacio queda en este modelo para los proyectos políticos de largo aliento?

Dice el politólogo Guillermo O'Donnell que "la reconstrucción del Estado es una tarea poco demandada desde la sociedad y poco programada desde la política". En una observación para el país todo pero que también vale para esta ciudad, considera que "los poderes ejecutivos sienten que tienen el derecho y la obligación de mandar como a ellos mejor les parece que conviene a los mandantes y sienten que las otras instituciones políticas estatales" como las legislaturas, sindicaturas y contralores "molestan para la libertad de acción que quieren tener".

La sociedad barilochense luce disconforme pero poco inclinada a romper la pasividad, atravesada a su vez por varios mitos que la constituyen, como el de la eterna incomprensión del gobierno provincial o la seguridad de que "el crecimiento del turismo traerá bienestar para todos". Aunque tal vez el mayor símbolo de ese malestar sea el fetiche inalcanzable del Centro de Convenciones, tanto que el intendente de Roca, Carlos Soria, lo mencionó ya como objetivo a cumplir en su carrera por la gobernación.

El recambio obligado por la incapacidad de Icare puso en tensión una realidad que ya lucía como el reino de lo provisorio. Existe entre los ciudadanos una resignada percepción de que las promesas banales son la regla y no hay razón para el enojo.

Lo usual es que al cabo de un proceso electoral que definió un nuevo gobierno la ciudad se dé tiempo para la reflexión posterior a la batalla, para atisbar el porvenir y hacer espacio a los proyectos tan invocados. Pero la dinámica de la inestabilidad permanente vuelve como un estigma sobre Bariloche y ya nadie se sorprende de que las demandas desatendidas se superpongan como capas geológicas.

Algunos actores consultados para esta nota eludieron la interpretación inocente y culparon al Frente para la Victoria de haber postulado a Icare a sabiendas de que no estaba en condiciones de gobernar.

El sociólogo y candidato a diputado por el ARI Wladimiro Iwanow entiende que el intendente tiene una limitación de salud severa y descuenta que "a la corta o a la larga será necesario convocar a una nueva elección". Cuestiona al oficialismo "porque nunca quiso plantear esta situación abiertamente". Para Iwanow la gestión municipal está "paralizada" y sometida desde hace tiempo a la doctrina del "parche permanente".

También Juan Pablo Álvarez Guerrero, abogado radical y candidato en la lista encabezada por Roberto Lavagna, se queja de que la ciudad funcione con "piloto automático". A su juicio, "el partido SUR va a estirar la situación todo lo posible, pero Icare no va a poder asumir".

La pomposa prioridad otorgada al "planeamiento estratégico" en la nueva redacción de la Carta Orgánica parece ajena por completo a este juego, donde son pocos los que pisan sobre seguro. Dominar lo instantáneo también exige un cierto oficio.

El ex convencional y abogado peronista Rodolfo Rodrigo demanda "estatura política" al intendente Icare y al resto de las autoridades electas a fin de "encarrilar" la situación. Cree que hasta aquí los escarceos propios de la transición fueron "una chabacanería institucional indigna de una ciudad como Bariloche".

En definitiva, el reflujo de la crisis impide desarrollar una gestión de calidad, aunque los antecedentes indican que tampoco los tiempos de calma están en condiciones de garantizar avances en ese terreno.

El síndrome del largo plazo parece arraigar en tradiciones más complejas y poco exploradas.

O'Donnell lo intenta, al interpretar que el déficit de performance y de exigencia en las políticas públicas "responde a sociedades terriblemente fragmentadas, que tienen grandes dificultades para encontrar en sí mismas, por los mecanismos de mediación habituales léase partidos políticos, formas de agregación, formas de constitución de identidades colectivas alternativas".

Con sus giros y acechanzas, el obligado replanteo institucional es para Bariloche una buena ocasión de recuperar ese culto a la diferencia que tan bien le sienta. Decidirse, en fin, a hurgar en lo nuevo, a romper inercias y completar lo inacabado.

 

DANIEL MARZAL

dmarzal@rionegro.com.ar

 



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