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Asado de paloma

Entre tantas responsabilidades que asumió como representante de la sociedad viedmense, puso todas sus fuerzas cuando se decidió el traslado de la capital federal. Tuvo activa participación en el Ente de Desarrollo (Entecap) y fue momento para que algunas figuras de la farándula, decidieran recalar directamente en su domicilio particular.

Por entonces le tuvo que prestar el teléfono para que el fallecido relator futbolístico José María Muñoz salga al aire para radio Rivadavia junto a "Cacho" Fontana. Era el primer desembarco de Alfonsín en Viedma, el 16 de abril de 1986, para lanzar el anuncio formal bajo el lema "al Sur, al mar y al frío".

Aprovechando que los chinos tenían el mercado abierto para el ciervo, una delegación lo visitó en "Peumayén", con el interés de invertir muchos dólares en este tipo de explotaciones. "Qué mejor que invitarlos a comer un tradicional asado -pensé-, y venía bárbaro".

Uno de los visitantes observó complacido e impactado el follaje de los álamos y sauces. Le pidió a su hijo Claudio una escopeta y enfiló hacia el bosque. Se escucharon estampidos, y al rato un oriental apareció con dos palomas. Contó que "ahí nomás las tiró en la parrilla con plumas y todo, y cuando estuvieron a punto se las devoró".

Las idas y venidas hacia el exterior lo convirtieron en un "embajador sin cartera" como decía el recordado José María. Y a raíz de sus contactos, formó parte de un equipo de empresarios interesados en la energía eólica. Hizo todo lo posible para que la española Elecnor se instale en la Patagonia acompañando a los gobernadores Verani, Sobisch y Lizurume (Chubut) en esa patriada. Guarda entre sus efectos personales un jugosa historia. "El país era gobernado por De la Rúa. Había que otorgarles incentivos en el kilowatt generado. Los españoles, por una cuestión de cortesía, le presentaron un parque eólico en pequeña escala el 6 de febrero de 2000. Me acuerdo que mientras ellos describían el proyecto el presidente se entretenía haciendo soplar los molinitos de la maqueta. Al final, ninguno de los ministros de Economía, Machinea y Cavallo, les dieron seguridad jurídica. En esos tiempos, hasta Clemente (la caricatura de Caloi) se había enganchado con el chiste".



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