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Salvataje de una lápida histórica
Louisa J. Stirling, esposa del obispo anglicano para Sudamérica con quien vivió por un tiempo en Malvinas, murió en la capital de Río Negro en 1864. Unos años atrás, la autora de esta nota descubrió y fotografió su tumba en el cementerio de Viedma. Hace pocas semanas volvió para repetir la foto pero no la halló. Su saga dio con la vieja placa de mármol entre la caótica topografía de un pre-basural. Así logró que la reliquia aguarde lucir en la sala de un museo.

Los cementerios no son museos, es verdad, pero alguien debería tener criterio y facultad de decisión como para seleccionar sepulturas de interés histórico para su conservación en estas latitudes patagónicas. De hecho, es lo que se hace en buena parte del planeta y, afortunadamente, sucede en Recoleta y Chacarita, donde se hacen visitas guiadas y políglotas. ¿Qué pasó con las lápidas de pioneros barilochenses al mudarse el cementerio desde la costa del lago a las faldas del cerro Otto y desde que volvió a trasladarse al actual emplazamiento?

Hace no más de ocho años, fotografié en el cementerio de Viedma la sepultura de Louisa Jane Stirling, una reliquia de algo más de 135 años de antigüedad. Siempre pensé que la figura de esta señora trepa por encima de su origen o de sus creencias religiosas para ser parte de la historia de la Patagonia toda.

Como en los últimos años ya no había podido reencontrarme con la tumba, recientemente peregriné desde Esquel hasta Viedma y el encargado de su cementerio confirmó mis sospechas: que muchas tumbas antiguas habían sido levantadas para dar lugar a las nuevas. Las lápidas eran amontonadas y enviadas al basural. Me acompañó, amable, al lugar donde "se amontonan" por si teníamos suerte. Y la tuvimos: la de la señora Stirling aún estaba allí. Deseché la imagen de muchas otras, ya bajo toneladas de residuos, y rogué tiempo para organizar el salvataje de la que acabábamos de localizar, convencida de su valor histórico. (El ofrecimiento de llevármela sin más trámite, chocó con mi negativa hasta para un tránsito breve y domiciliario de consecuente queja familiar).

En busca de una alternativa que preservara la lápida, mi hermano comunicó la novedad del hallazgo a la Catedral Anglicana de Buenos Aires y obtuvo absoluto y desinteresado silencio. Todo esto ocurría un jueves y recién el lunes siguiente pude entrevistar a Hernán Pose, director del Museo Histórico y Antropológico Provincial "Gobernador Eugenio Tello" en Viedma, que no imaginaba a quién cursar la burocrática nota de pedido de la reliquia. Le dije que a mí misma pues, si se corrían un par de días más, yo "juntaría" la lápida de entre los desperdicios del basural. Afortunadamente Pose reaccionó de inmediato y, antes del mediodía del pasado lunes 1 de octubre, la lápida fue trasladada al depósito del museo, donde aguarda futuras honras. Si pagamos gustosamente excursiones para ir a ver lápidas como ésta a otros rincones del planeta, ¿cómo no ocuparse de la de una pionera como la señora Stirling? Se trata de una placa de mármol de 1,51 m de alto, 74 cm de ancho y 4 cm de espesor, seguramente tallada en otro lugar y traída hasta la comarca rionegrina por deudos afectuosos en pleno y romántico siglo XIX. Es verdad que en la zona pocos sabrán quién fue esta mujer, pero habría que revalorizarla y considerar su figura desde el punto de vista del turismo histórico que tan bien se está dando en la región y restaurar las omisiones válidas de nuestro pasado, ya que la propia iglesia de la finada la ha olvidado.

¿Qué me impulsó al salvataje de esta lápida? ¿Quién fue Louisa Jane Stirling? Resultó, no la primera, pero sí una importante residente en las Islas Malvinas. Su esposo Waite Hockin Stirling estaba a cargo de la Sociedad Misionera de la Patagonia, institución soportada durante décadas por bien intencionados suscriptores ingleses y alguna donación. La sociedad fue fundada por Allen Francis Gardiner, su primer mártir, que murió de hambre y de frío en los canales fueguinos. El segundo fue Garland Phillips, muerto por los yaganes en Wulaia. Luego llegó George Packenham Despard y, por fin, arribaron los Stirling. Durante la breve permanencia de Louisa en la pequeña isla Keppel, al norte de la Gran Malvina, se logró algo insólito: la feliz y productiva convivencia de residentes ingleses (los Stirling y los Bartlett), un suizo (el misionero Rau), dos alemanes (los misioneros Schmidt y Hunziker), con aborígenes yamanas (la familia Okokko y un hijo de Jemmy Button) y tehuelches (Platero e hijos). Rau se dedicaba a instruir a los jóvenes indígenas y a la huerta, la señora Stirling impartía clases de costura a las mujeres, mientras Okokko y su mujer Camilena enseñaban su idioma al joven Thomas Bridges. Había, además, 8 caballos, 83 vacas, 200 ovejas, 40 cabras, gansos y conejos y se cultivaban papas. Una minúscula comunidad intercultural y autosuficiente, en esa latitud, en semejante aislamiento y en 1863. La señora Stirling quedaba allí con toda la responsabilidad, ya que su esposo partía a recorrer las costas patagónicas en busca de indígenas dispuestos a escuchar la palabra de Dios.

Louisa Jane Phinn, hija de un médico de Bath, se casó con Waite Hoskin Stirling en Inglaterra en 1853. Su único hijo varón falleció pequeño; sus dos niñas la acompañaron a la isla Keppel, una de las cuales, Gertrude, contraería matrimonio en Buenos Aires con un estanciero santafecino.

Cuando Louisa Jane enfermó, fue trasladada a la región del río Negro (Viedma - Patagones) para obtener ayuda médica. Falleció el 16 de octubre de 1864 y certificó seguramente la defunción el Dr. Jorge Humble, a nombre de Louisa J. Stirling. Algunas vecinas de Patagones se opusieron a que una anglicana fuese sepultada en su católico cementerio, induciendo la intervención del Consejo y la mediación de vecinos como Marcelino Crespo y Felipe Rial. Se recurrió a la ya constitucional libertad de cultos para dirimir el conflicto y el suyo fue el primer sepelio protestante en la región.

Su esposo llegó a ser el primer obispo anglicano para toda Sudamérica con asiento en Malvinas, cargo que lo llevó a recorrer Brasil, Paraguay y Chile. Fue el primer hombre blanco que residió entre indígenas fueguinos y, a pesar de los precedentes de Gardiner y Phillips, vivió para contarlo. Esto acontecía quince años antes de determinarse en 1881 la soberanía argentina sobre la región.

La casa tipo prefabricada de lata que usó para su inicial convivencia de seis meses se conserva pero en el chileno Puerto Williams, isla Navarino, donde organizan viajes de turismo religioso para visitarla. Hubo en Santa Cruz otra casa "verdadera reliquia de la guerra de Crimea" levantada por esta misión, que fue posteriormente trasladada a Río Negro, probablemente a San Javier. Vaya a saber cuál fue su destino.

Por ahora salvemos la lápida de Louisa y propongámonos salvaguardar otros testimonios de nuestra historia, antes de que su destino sea una colección privada o terminen, definitivamente, en un basural.

RAINE GOLAB (*)

Especial para "Río Negro"

(*) Investigadora de temas patagónicos, responsable de www.patagoniadixit.com.ar y www.arze-arce.com.ar

 

Fuentes históricas:

Jesse Page, "Captain Allen Gardiner, sailor and saint". Ed. Patridge & Co.

Ronald Winter, "Memorias Patagónicas". Fundación Cristiana de Evangelización, 1989.

Arnoldo Canclini, "Waite H. Stirling, el centinela de Dios en Ushuaia".



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