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TESTIMONIOS Y SENSACIONES

Cuando el equipo de "eH!" llegamos a Ojalá estábamos todos muy ansiosos, no lo voy a negar. En un principio éramos siete y luego se sumó otro más. No éramos Ios únicos nerviosos; por ser una de sus primeras veces, los dueños también lo estaban, aunque lo disimulaban bien.

Mientras charlábamos nos taparon los ojos y es un momento donde no te queda otra que relajarse, estuvo bueno, fue como volver a ser niño por un rato. Ya no se veía nada. Alguien nos guió por una escalera hasta una mesa en el primer piso y nos ubicaron. Lo que recuerdo es que de repente te ponés alerta y escuchas y sentís todo.

Acá es el momento en donde empiezan a hablar todos a la vez, por supuesto que nadie entiende nada de lo que está pasando. En los primeros minutos el chef cuenta en qué consiste la experiencia y te empezás a relajar cada vez más. Luego comienzan a llegar los platos fríos con sus vinos y el momento empieza a levantar temperatura. A esta altura ya estábamos desatados, la necesidad por hablar y adivinar que estábamos probando volvía todo muy gracioso. Al no ver, primero querés tocar y algunos platos se pueden comer con la mano, total de tus amigos no te ve nadie, aunque eso es incomprobable. Así fuimos probando de todo, cosas que nunca se te ocurriría pedir en un restaurante como pollo al chocolate, o los crujientes pétalos de rosas que enamoraron en Punta del Este a Mirtha Legrand, o el infaltable helado de albahaca. Aclaro, platos que nunca terminé de asociar por su textura y sabor. Con el correr del tiempo uno se va a animando un poco más, al chef y a los mozos los volvíamos locos preguntándoles pavadas, pero no importaba, todo era divertido. Sospecho que era por el entusiasmo que genera la situación, si a eso le sumamos platos tan elaborados y sus diferentes vinos, el cóctel es imperdible.

Cuando terminamos y nos destapamos los ojos, el chef nos empezó a contar el menú y me di cuenta que a la hora de adivinar no había pegado una, pero no importa, porque a esa altura lo único que se adivinaba en la mesa eran ¡los vinos! ¿La sensación más fuerte? Que el momento presente era tan real, y los olores y sabores tan primarios en algún punto, que el suspenso parecía que nunca se iba a terminar. Por tanta intensidad, la experiencia no se puede dejar pasar. Desde "eH!" la recomendamos.



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