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Las perspectivas de la era K | ||
Establecida la hegemonía K, resta saber si Cristina superará las limitaciones populistas y propiciará un desarrollo sustentable. |
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A días de la elección presidencial pareciese afirmarse un escenario donde la senadora Cristina Fernández se consolida como continuadora de la era Kirchner. Si observamos la configuración de la estructura política del federalismo argentino, podemos delimitar tres grandes arenas de confrontación electoral: la primera, compuesta por los distritos provinciales; la segunda, integrada por los municipios del conurbano bonaerense, y la tercera, formada por los grandes centros urbanos. Hasta la crisis del 2001, la tendencia bipartidista de la estructura política argentina se establecía a partir de un peronismo y un radicalismo que disputaban en las arenas provinciales y municipales, en tanto que en los centros urbanos, donde también gravitaba el radicalismo, expresiones de centroizquierda o centroderecha, como el PI, la UCD, el Frente Grande, el ARI y, por último, el PRO, destellaban esporádicamente. La crisis del radicalismo reconfigura el esquema de juego. Con el derrumbe del centenario partido, las diversas corrientes del peronismo parecen marcar los destinos del país. Si vemos los principales candidatos del 2003, tres de ellos le rezaban a Perón (Kirchner, Menem y Saá), en tanto que en la confrontación de octubre de este año, además de Cristina K, se suman Rodríguez Saá y Lavagna, también devotos del general. Los ex radicales parecen diluirse detrás de estos candidatos Cobos o Morales o probar suerte con remotas posibilidades, como López Murphy y Carrió. De hecho, la crisis del radicalismo dejó la estructura de la UCR con algunos gobernadores que tienden a buscar la concertación (de la coparticipación) y un puñado de intendentes que aún resisten la seducción K en la provincia de Buenos Aires. Esto marca una virtual hegemonía política de Néstor Kirchner, casi sin oposición, debido a que las expresiones de centroizquierda o centroderecha no logran superar su base electoral en los centros urbanos, salvo los casos de Tierra del Fuego, Santa Fe o Neuquén, que ganan las provincias pero que no alcanza para una propuesta nacional, más cuando los votos de Fabiana Ríos y Hermes Binner no van en bloque a Carrió. La táctica política de Kirchner, que permite allanarle el camino a Cristina, estuvo centrada en primer término en buscar alianzas con sectores progresistas de los centros urbanos y apoyando a sectores cercanos al Frente para la Victoria en las provincias, cerrando el esquema en consolidar las coaliciones en las intendencias de la estratégica provincia de Buenos Aires. Si pensamos en la perspectiva del gobierno de Cristina, debemos tener en cuenta que Néstor Kirchner reorientó los lineamientos de un modelo económico abierto a las importaciones y el capital financiero y construyó un esquema macroeconómico con tipo de cambio alto, que incentiva las exportaciones y favorece cierta industrialización. Paradójicamente, este nuevo peronismo genera un lazo populista entre los sectores exportadores y las clases populares; sin embargo, este modelo tiene limitaciones en el largo plazo, por los vaivenes de los precios internacionales. Quizá el desafío de Cristina resida en generar un neoperonismo que reoriente la renta exportadora a un modelo de desarrollo sustentable, tal vez sin la impronta industrializante del '45 pero necesariamente con una lógica productiva que garantice solvencia y redistribuya radicalmente la riqueza. El gobierno argentino se encuentra en un nivel adecuado de reservas, con un buen desempeño macroeconómico y una capacidad de acción estatal propicia para buscar este nuevo horizonte. Veremos qué nos depara la nueva era K. RICARDO ROMERO (*) DyN (*) Politólogo UBA-UNAM
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