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Las demoras de atención en Salud alcanzaron su punto más crítico | ||
El acceso a la salud pública alcanzó en Catamarca su punto más crítico de los últimos años, por una combinación de factores que incluyen un enorme crecimiento de la demanda, la escasez de recursos humanos y falencias estructurales. Los constantes conflictos gremiales, el abuso de sectores que -pese a contar con obras sociales- sobrecargan el sistema estatal, y el abandono de sitios alternativos que permitirían descentralizar la atención (como muchas postas sanitarias), agravan un panorama que tiene en el enfermo al primer perjudicado, pero que afecta también a muchos profesionales que son exigidos al límite de sus posibilidades, y a cambio reciben magras remuneraciones y reclamos permanentes. Especial para la Red de Diaros del diario El Ancasti. |
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El problema es tan claro como la aritmética, y parte del déficit indisimulable de la capacidad de atención: en los principales hospitales de la provincia no hay médicos y enfermeras suficientes para cubrir las necesidades de la población. Esta realidad, reconocida oficialmente en diversas oportunidades, comparte raíces presupuestarias y organizativas, que se repiten en todos los niveles, y llegan a expresarse dramáticamente en la atención primaria, con postas o centros asistenciales periféricos abandonados o incapaces de ofrecer mínimas respuestas. Todos los inconvenientes se retroalimentan mutuamente, y derivan en la saturación de los dos grandes hospitales, el interzonal San Juan Bautista y el pediátrico Eva Perón, que diariamente reciben centenares de pacientes del Valle Central y toda la provincia. El panorama más grave se observa en el San Juan Bautista, columna y corazón del sistema público de salud, un gigante asistencial que fue inaugurado hace poco más de una década como orgullo de la región. Las dimensiones y el equipamiento de este hospital llevaron a especular, en sus comienzos, con que su potencial podía llegar a hacer tambalear la actividad privada. Sin embargo, hoy el hospital trabaja al límite, y su propia gente reclama auxilio a gritos. Las carencias son tantas, sobre todo en materia de recursos humanos, que en este momento es difícil determinar si el San Juan Bautista funciona mal o lo hace demasiado bien, considerando las condiciones en que se trabaja. Capacidad profesional existe: complejas cirugías (desde ablaciones múltiples hasta transplantes) avalan el potencial humano, y el sistema también respondió en situaciones extremas, como cuando se desbarrancó un ómnibus con peregrinos en la Cuesta de El Totoral y debió montarse un operativo de emergencia cuya efectividad fue reconocida en forma unánime. Pero la debilidad se desnuda ante el compromiso inmediato y cotidiano, con cada catamarqueño que busca atención y debe sumergirse en un mar de demoras inadmisibles.
Sin solución Consultar a un especialista requiere, en todos los casos, una espera de varias horas sólo para obtener un turno. En el San Juan Bautista se entregan entre 10 y 15 turnos diarios por cada especialidad, y conseguirlos exige directamente pernoctar en salas de espera, porque en pocos minutos se cierran las posibilidades de ser asistido. Pero el pequeño triunfo de acceder a un turno no es más que el inicio de una nueva espera, que suele extenderse entre una y ocho semanas. En algunos casos más (a comienzos de este mes ya se daban turnos para diciembre). La situación se hace tortuosa para quien tiene en el hospital la única posibilidad de atención, y genera una sensación de desinterés y desamparo muy seria. El Hospital de Niños está mejor conceptuado, porque el sistema de derivaciones de guardia -aunque implica también extensas esperas- es más ágil, y todos son atendidos en el día: un clínico hace la primera revisión y resulve la gravedad del caso y quién debe continuar con la asistencia. En el San Juan Bautista, en cambio, quienes siguen terapias se enfrentan constantemente a las demoras, y determinadas afecciones son relegadas según este concepto: todo lo que se puede postergar, se posterga. Un claro ejemplo son las cirugías programadas: las intervenciones quirúrgicas que más se realizan son por problemas de vesícula y apéndice. En el primer caso, desde el momento en que se decide operar hasta que el paciente ingresa al quirófano transcurren dos meses. Con los problemas de apéndice, a menos que exista un riesgo de peritonitis inminente, los tiempos se dilatan al máximo. Siempre faltan camas, y es frecuente que se invadan áreas: pacientes fracturados comparten sector con infectados, quienes requieren internación en sala común terminan en Emergencias, y todo se reparte desesperadamente según las exigencias del momento. No por negligencia, sino porque no hay otra opción. Enfermos y familiares padecen frío en invierno y calor en verano, quienes necesitan una tomografía son derivados al sector privado, no hay suficiente ropa de cama ni pañales para adultos; personal contratado como maestranza termina improvisando tareas de camillero o limpiando quirófanos sin la indumentaria adecuada. Y a cada paso se descubren baches, agravados por asambleas y quites de colaboración hijos de un conflicto salarial que lleva años sin resolverse. Círculo vicioso Autoridades del Hospital San Juan Bautista criticaron, con razón, la falta de educación de centenares de pacientes, porque la mayoría busca atención en el sector de Emergencias, pese a que el problema que los lleva a buscar asistencia no es urgente. Por una afección de muelas, un simple dolor de cabeza o cualquier malestar pasajero, la gente se acerca a la entrada lateral del hospital, un espacio que debería permanecer reservado exclusivamente para accidentados, para quienes padecen la picadura de un animal ponzoñoso o sufren una indisposición tan seria que pone en riesgo su vida. Sin embargo, es frecuente que se presenten personas, por ejemplo, para anunciar que comenzaron a sentir un dolor muscular por un golpe sufrido un par de días antes, para acusar un malestar digestivo o incluso un fuerte resfrío. A este desorden, el personal médico y de enfermería atribuye las extensas esperas que muchas veces se generan en el sector, lo cual deriva en reproches, discusiones y reclamos al hospital por la falta de atención, cuando en realidad se trata de personas que acuden al área equivocada, y distraen a profesionales que están afectados a otra tarea. Esta realidad, sin embargo, encuentra su origen en la propia falencia hospitalaria, ya que los enfermos -aún cuando no enfrenten un gran peligro- optan por Emergencias para recibir atención inmediata, porque de lo contrario saben que les espera un trámite eterno para obtener turno, y que con suerte serán asistidos un par de semanas después. La certeza de que en Emergencias habrá un médico, lleva a eludir los turnos con un clínico o eventualmente un especialista, acción que es producto de los déficit de atención, y que a la vez empeora el panorama. La solución no se vislumbra a corto plazo. Se anunció la habilitación de un sistema telefónico para tramitar turnos, pero por el momento es inviable o, mejor dicho inocuo, ya que si bien corregiría en parte la espera inicial, los turnos se darían con la misma demora para la atención, ya que agilizar este tema requiere de una cantidad de profesionales con las cuales, por el momento, el hospital sólo puede soñar. Dotar a las postas de más especialistas y mejores equipos, para aliviar la asfixia que sufren los grandes hospitales, parece ser el único camino posible para que los pacientes reciban atención sin necesidad de coincidir todos en los mismos lugares. Pero con un presupuesto que no alcanza para satisfacer a la planta de personal actual, proyectar este cambio asoma casi como utópico. |
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