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“Las provincias con grandes rentas suelen restringir la democracia”
Máster en Ciencia Política por la Universidad de Stanford, Gervasoni investiga a fondo la relación entre las provincias argentinas con fuertes rentas
por regalías y ayuda del gobierno federal y el grado de democracia imperante en sus sistemas políticos. Los resultados desmienten varios preconceptos.

Por qué eligió las provincias argentinas como tema de su tesis doctoral?
–La tesis parte de preguntarse cuánta democracia hay en las provincias argentinas. En un sentido formal, son todas democráticas: tienen elecciones, partidos políticos opositores, legislaturas y poderes judiciales legalmente independientes, así que no tenemos regímenes provinciales abiertamente dictatoriales o autoritarios, pero debajo de esas instituciones hay claras situaciones de falta de democracia. Cuando los argentinos miran regímenes como el del ex gobernador Juárez en Santiago del Estero o el de los hermanos Rodríguez Saá en San Luis, muchos tienen legítimas dudas sobre cuánta democracia hay en estas provincias. Mi tesis doctoral intenta medir el nivel de democracia subnacional, que en mi opinión varía considerablemente entre provincias como Mendoza, Entre Ríos y Chubut, que parecen funcionar bastante democráticamente, y otras como San Luis, La Rioja y Santa Cruz, que aparecen como menos democráticas. El segundo y crucial objetivo de la tesis es explicar estas diferencias.
–¿Qué es lo que explica la brecha entre provincias más y menos democráticas?
–La literatura politológica a nivel nacional sugiere varias hipótesis. Por ejemplo, hay mucha evidencia en el sentido de que las sociedades más desarrolladas son también más democráticas y de que la cultura política de la población y los dirigentes es importante. Sin embargo, yo creo que hay un factor adicional que es aún más importante en las provincias: lo que podríamos llamar la hipótesis “rentística”. De la misma manera que muchos autores creen que los estados ricos en rentas petroleras tienden a ser más autoritarios (como parece demostrar la situación de muchos países del Golfo Pérsico y la decadencia de la democracia en Venezuela), yo postulo que las provincias argentinas menos democráticas tienden a ser las que disfrutan de rentas, no sólo de las regalías petroleras como Santa Cruz, sino especialmente de las rentas de nuestro federalismo fiscal, que favorece fuertemente a provincias poco pobladas como La Rioja y Santa Cruz a expensas de las más grandes como Buenos Aires (a pesar de que Santa Cruz tiene menos pobreza y desempleo que Buenos Aires). En síntesis, los gobernadores de ciertas provincias tienen mayores posibilidades de restringir la democracia porque tienen acceso a grandes rentas del federalismo fiscal y también porque, consecuentemente, pueden gobernar cobrando muy pocos impuestos provinciales. Con mucho dinero proveniente del gobierno federal y poca dependencia fiscal de la sociedad provincial, estos gobernadores son muy poderosos y autónomos y a menudo caen en la tentación de la hegemonía política.
–¿En qué medida la política provincial está limitando el sistema federal y la democracia a nivel nacional?
–Cuando elegí este tema uno de mis motivos principales fue que los gobernadores de esas provincias consideradas menos democráticas típicamente llegan a ser presidentes en la Argentina. Menem fue un gobernador, diría yo, poco democrático de La Rioja durante tres períodos antes de ser por diez años presidente de la Argentina. Después tuvimos brevemente al gobernador Rodríguez Saá como presidente durante una semana y como candidato presidencial varias veces (recordemos que lideraba las encuestas en el 2002) y desde el 2003 tenemos a Kirchner, que también viene de una provincia que de acuerdo con varios indicadores tiene bajos niveles de democracia.
–¿Es casualidad esto?
–Yo diría que no. Hay dos motivos en la Argentina por los cuales estos políticos llegan a ser presidentes. El primero es que ser gobernador es casi condición para ser candidato a presidente, por lo menos exitoso. Ser gobernador aporta experiencia ejecutiva y exposición a nivel nacional y también implica recursos económicos; estamos en la Argentina, un país donde buena parte de las campañas electorales se financia ilegalmente con los recursos del Estado. Tener los recursos de una provincia ayuda mucho a una campaña presidencial. En segundo lugar, provincias como La Rioja, Santiago del Estero, San Luis y Santa Cruz están fuertemente sobrerrepresentadas en el sistema político argentino: cada una de ellas tiene tres senadores y un gobernador, igual que Buenos Aires o Córdoba. Además, y esto es muy importante a pesar de que pocos lo saben, Argentina y Brasil son los únicos dos países del mundo que sobrerrepresentan los distritos menos poblados tanto en el Senado –lo cual es natural– como en la Cámara de Diputados (gracias a una ley de la última dictadura militar, en mi opinión anticonstitucional por violar el principio de “un ciudadano, un voto”). Con lo cual una provincia muy pequeña, como Santa Cruz, donde vive la misma cantidad de gente que en Caballito y bastante menos que en Bahía Blanca, tiene comparativamente muchos más diputados que las provincias más grandes. Así que estos gobernadores son muy poderosos y por lo tanto no es extraño que sean candidatos presidenciales exitosos y que cuando lleguen al poder no les preocupe demasiado que en algunas de estas provincias haya bajos niveles de democracia.
–¿En qué medida estas características políticas de las provincias limitan el que haya una oposición nacional?
–Este es un tema complicado. Es cierto que el hecho de que estas provincias sean bastante hegemónicas complica la posibilidad de crear partidos opositores, porque éstos necesitan establecer cabeceras de playa en la mayoría de las provincias argentinas para ser exitosos y tener capacidad de llegar al poder en algún momento y en estas provincias el partido gobernante, en general el peronismo, domina la actividad política. Con la decadencia del radicalismo la Argentina se quedó con un solo partido que tiene presencia en todo el país. El radicalismo tiene estructura y votos en muchas provincias, pero está muy debilitado a nivel nacional y en las principales provincias, en Buenos Aires, Capital Federal, Santa Fe, Córdoba, etcétera. Los partidos nuevos que podrían representar una alternativa al peronismo dominante tienen una enorme dificultad para establecerse en esas provincias. Pero ésta no es una situación nueva, sino que desde 1983 los terceros partidos en la Argentina tuvieron éxito en la Capital, en la provincia de Buenos Aires y en algunas ciudades grandes del interior pero fracasaron en el resto del país. Esta fue la historia del Partido Intransigente a principios de los ’80, la UCD a fines de los ’80, el Modin después, el Frepaso, Acción por la República (el partido de Cavallo) y, actualmente, la del ARI de Elisa Carrió y el PRO de Macri y López Murphy. O sea: estos partidos tienen éxito en lugares urbanos, metropolitanos, en las provincias más grandes y democráticas, pero fracasan en buena parte del interior, especialmente en las provincias más chicas, menos democráticas y más sobrerrepresentadas. Este es, por cierto, el principal desafío de Macri y sus socios del PRO, ahora que han triunfado en varias elecciones consecutivas en la Capital Federal: si el PRO desea gobernar la Argentina en el futuro, su prioridad número uno debería ser organizar el partido a nivel nacional, de Jujuy a Tierra del Fuego. Debe evitar la experiencia del Frepaso que, en buena parte debido al muy distorsionado sistema de representación territorial argentino, salió segundo en elecciones nacionales (1995) y obtuvo la vicepresidencia (1999) teniendo sólo un senador y ningún gobernador. En estas condiciones el Frepaso podría haber llegado hasta la presidencia por sí solo, pero difícilmente podría haber gobernado.
–¿Por qué, entonces, la oposición se limita a “referentes” y no hay intenciones serias de construir partidos a nivel nacional?
–Coincido parcialmente. Yo veo desde hace unos años por lo menos un intento de los partidos opositores nuevos de construir una organización política de verdad en todo el país. Creo que lo ves en el ARI, en el PRO; todos estos partidos están intentando establecerse en algunas provincias y lo han hecho con éxito en algunos lugares. Por poner un ejemplo, el ARI ha tenido bastante éxito en Mendoza y Tierra del Fuego y López Murphy logró su notable tercer puesto en el 2003 con un voto territorialmente bastante disperso. Macri tiene una organización partidaria muy sólida y profesional en la Capital y de a poco la está extendiendo a las provincias. Ahora, está claro que esto no ocurre de un día para el otro; toma mucho tiempo y esfuerzo, en particular en estas provincias menos democráticas de las que estamos hablando. Establecer un partido y tener alguna representación en Mendoza o en Córdoba puede ser relativamente sencillo, pero en Formosa o San Luis es mucho más difícil. Entonces creo que puede haber alguna responsabilidad de los partidos en ser demasiado personalistas, pero también creo que últimamente han empezado a cambiar y a hacerse más estratégicos y buscar organizarse y lograr una instalación nacional. Hay también mucha responsabilidad de nuestro sistema político, que hace muy difícil penetrar en muchas provincias. Por la sobrerrepresentación que mencioné antes, unos pocos votos en distritos chicos son mucho más “productivos” que muchos votos en la Capital o Buenos Aires, pero son justamente esos distritos chicos los más “blindados” (vía prácticas poco democráticas) contra la irrupción de nuevos partidos.
–Sobre la base de los antecedentes de los gobernadores cordobeses Eduardo Angeloz por el radicalismo y José Manuel de la Sota por el peronismo, que han intentado llegar a la presidencia y que han tenido resultados bastante calamitosos, y por otro lado gobernadores de la provincia de Buenos Aires como Cafiero, Duhalde y Ruckauf, que también quisieron buscar la presidencia y tampoco les fue muy bien, ¿ser de una provincia chica es una ventaja con respecto a gobernar una provincia de tamaño importante?
–Estoy de acuerdo. En realidad, dado que la presidencia es un solo puesto y los gobernadores son 24, si incluimos al jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires y muchos de esos 24 quieren ser presidente (De la Sota, Rodríguez Saá, Romero, Sobisch y Solá, entre otros), obviamente la mayoría va a fracasar, que fue lo que les pasó a, por ejemplo, Angeloz, Bordón, Cafiero y Massaccesi. Pero si vemos la historia argentina reciente, es verdad que ser gobernador de una provincia chica parece otorgar una ventaja adicional.

(*) Integrantes del Centro para la Apertura y Desarrollo de América Latina

Peso pesado

“¿Por qué tienen tan bajo perfil los liderazgos políticos de la provincia de Buenos Aires, que los tiene que importar desde la vicepresidencia de la Nación, como el caso Scioli? Creo que eso tiene que ver con un fenómeno muy raro de la Argentina que es nuestra concentración política y económica en Buenos Aires. Hay que entender que la provincia de Buenos Aires es prácticamente el Gran Buenos Aires, donde viven dos tercios de la población de la provincia. El resto bonaerense es un tercio. Es decir: dos tercios de los votantes bonaerenses son habitantes de la ciudad de Buenos Aires en un sentido amplio y, por lo tanto, tienden a consumir medios nacionales que dan más cobertura a la política nacional que a la de La Plata. Esto hace que muchas veces candidatos que vivieron tanto en la Capital Federal como en el Gran Buenos Aires tengan la posibilidad y la tentación de competir en el distrito que les sea más favorable y también lleva a que los votantes de la provincia de Buenos Aires piensen la política de su provincia como la política nacional. Por eso muchas figuras nacionales como Alfonsín, Cristina, Duhalde, Ruckauf y Scioli son o se convierten en figuras propias de la provincia de Buenos Aires. Y para los políticos, la provincia de Buenos Aires es el segundo premio más importante de la Argentina después de la presidencia; es el gobierno con más poder y más recursos y dinero después de aquél. Entonces, cualquier dirigente que tiene una figuración nacional y algún antecedente de haber vivido en la provincia tiene incentivos muy fuertes para postularse desde el territorio bonaerense, incluyendo a los vicepresidentes. Todo esto contribuye a la identificación entre la clase política nacional y la de la provincia”.

EL ELEGIDO

Como politólogo, Carlos Gervasoni se especializa en política latinoamericana, opinión pública y métodos estadísticos.
Es máster en Ciencia Política y en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Stanford y actualmente completa su doctorado en la Universidad de Notre Dame.
Ha dictado cátedra en las universidades Católica Argentina, Torcuato Di Tella y del CEMA.
Ha sido consultor de varias empresas de opinión pública y campañas electorales, así como también analista para la Argentina de Eurasia Group, una consultora estadounidense de riesgo político.
Fue fundador y presidente de CADAL entre el 2003 y el 2004 y actualmente integra su consejo académico.



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