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OPINION: CICLOTIMIA PURA

Hay un viejo axioma que señala al fútbol como la dinámica de lo impensado. El último River-Boca podría confirmarlo, porque ni el más fanático de los hinchas millonarios imaginó los 90' de ayer.

River es el equipo más ciclotímico que se recuerde. Un conjunto que puede perder con San Martín de San Juan y Arsenal e incluso ser goleado por Tigre y Argentinos (1-4), y a la vuelta de la esquina darle una paliza futbolística a Boca.

En su andar por este Apertura River se asemeja a un niño con problemas en su hogar. Por un lado, una autoridad (JM Aguilar) devastada en lo institucional, acorralada por la feroz interna de Los Borrachos del Tablón (ahora en una inquietante "paz") y asfixiada en lo económico, con un pasivo que superaba los 100 millones de pesos en el 2006.

Este River es comandando en lo futbolístico por Daniel Passarella, vacilante e incomprensible como nunca. ¿Cómo explicar la salida de Ojeda y la vuelta de Carrizo tras su escandaloso paso por Italia?

Passarella sólo mantiene el tenue respaldo de Aguilar, un abogado que llegó a la presidencia en diciembre de 2001 como un dirigente "diferente y renovador", que logró su reelección en el 2005 y que ahora carece de capital político. Un Aguilar que sólo festejó tres veces durante su mandato, la última de ellas en el 2004 (con Astrada), pero que no puede con la sequía de conquistas internacionales, que se remonta al '97. River es el exponente por excelencia del fútbol argentino que fecha a fecha reinventa sus propias lógicas.

Sumergido en el pozo más profundo, saca la cabeza de la mano de su héroe de corte trágico, un Ariel Ortega acorralado hace unos meses por su problema con el alcohol. Sin olvidar al "milagroso" Radamel Falcao y al pequeño crack llamado Diego Buonanotte.

Eso es River, neta ciclotimia en lo futbolístico. La criatura que parieron años de errores, negocios oscuros, vicios y sobrada negligencia fuera de la cancha. Nada es transparente en Núñez, no lo fue la ida de Leo Astrada, al que alcanzó la onda expansiva del affaire Tuzzio-Ameli, y tampoco la renuncia de "Mostaza" Merlo, tras el bautizado "Muñecazo".

Así llegó Passarella, el 'capricho' máximo de Aguilar, y sus socios inversionistas. Entre muchos interrogantes. El mismo "Káiser" que ayer encontró un poco de aire y que todavía mantiene vigente la promesa de dejar el cargo si diciembre lo sorprende sin título (local o de Sudamericana).

Pero ni siquiera la enorme alegría de ayer y la añorada conquista internacional detendrá los problemas de esa criatura que nació de la perversidad y los desmanejos dirigenciales. Es que el fútbol es la dinámica de lo impensado no sólo por lo que ocurre en 90 minutos.

SEBASTIAN BUSADER

 



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