>
Una novela de fronteras culturales

"La tierra plana" es el título de la primera novela publicada por Horacio Beascochea, que resultó ganadora de la convocatoria anual de IRojo Editores de la ciudad de Buenos Aires. La obra cuenta la historia de un indio rebelde, que le permite a su autor abordar el tema de la Conquista del Desierto, "algo que no ha sido desarrollado en la literatura argentina, más allá del Martín Fierro", afirma.

Nacido en Santa Rosa, La Pampa, en 1970, Horacio Beascochea, quien reside desde 1995 en la ciudad de Neuquén, confiesa que la idea de escribir "La tierra plana" surgió al leer en una revista dominical las escaramuzas entre Conrado Villegas y su Regimiento Tres de Caballería y el cacique Pincén, un indio rebelde que estaba plantado en medio de la pampa, combatía con ferocidad a los huincas (hombres blancos) y que no hacía caso ni a Calfucurá el señor de las pampas ni a Mariano Rosas, jefe ranquel.

El "Cultural" conversó con Horacio Beascochea acerca de "La tierra plana", novela que hace unos días se presentó en el auditorio de la Biblioteca Nacional en Buenos Aires.

Los principales personajes de "La tierra plana" son un indio y un militar. ¿Qué querías reflejar a través de ellos?

Por un lado, la figura del indio rebelde a ultranza, que no hace caso ni a propios ni a los enemigos. Poco a poco fue surgiendo la voz de un cacique viejo, de "el dueño del decir", para los suyos, ya que Pincén tenía una gran capacidad de oratoria entre sus pares. Fue surgiendo la voz de un hombre que ve acercarse el final, pero ni aún así cede un palmo de terreno. Por otro lado, apareció Juan Carlos Robledo, un hijo de militares con linaje de héroes, que debe continuar con la vocación de sus padres pese a no estar de acuerdo ni a negarse a cumplir con los mandatos familiares. De esta manera, es arrastrado a la frontera contra su voluntad.

Cuando se encuentran en la frontera, aparecen los prejuicios que tienen uno del otro.

Exacto. Es una novela que habla de las miradas, de los preconceptos, todo bajo el influjo de la llanura infinita, porque "La tierra plana" es la tierra temblorosa por el galope de la caballada y la vista fascinada ante los campos verdes juntándose con el cielo, fascinación que enmudece a los hombres y los torna pensativos, silenciosos, errantes y temerarios, atados a su destino de malón y de muerte.

¿Por qué la decisión de ubicar el escenario de la novela en la Campaña del Desierto?

Me pareció el escenario ideal. La literatura argentina, más allá de la gauchesca, no ha abordado esta etapa de nuestra historia. Creo que también tiene que ver el hecho de que nací en La Pampa; conozco de esos atardeceres que lo dejan a uno atribulado, mudo de asombro... ¿Cómo no maravillarse con un ocaso, en donde la tierra se transforma en sangre, donde la vista se cansa en el infinito y sólo queda disfrutar? La llanura conoce de misterios, de silencios, de secretos que tan bien dominaban los indios para huir de los blancos y hacer frente a una lucha que de antemano era desigual. Pensemos en chuzas y boleadoras contra fusiles y el telégrafo, gran aliado en la etapa final de la Conquista del Desierto. Además aparece reflejado el violento choque cultural que significó la campaña al desierto, la aniquilación de poblaciones originarias en nombre de un "progreso" que los excluía de antemano.

¿Se filtra también en la novela la vieja antinomia de "civilización o barbarie"?

Hay una lectura de esa vieja antinomia, pero actual para mí. Fijémonos solamente como viven los indios tobas para comprobar que no ha cambiado demasiado, más allá de cierto discurso declamativo y formal por parte de los gobernantes que sostienen la defensa de lo autóctono. También me parece que en menor medida, "civilización o barbarie" puede traducirse como interior/capital o grandes centros urbanos desarrollados y modernos contra un interior más retrasado o por lo menos relegado.

La forma seca de narrar, esa presencia y voz de los personajes de la novela recuerdan por momentos el estilo de Andrés Rivera.

Y sí, hay algo de Andrés Rivera, autor que admiro mucho y que también se ha metido con la historia en su literatura. Hay un momento de la novela, cuando Pincén está encerrado en una celda, su voz es seca, monocorde, cortante, en donde cada palabra es un latigazo de amargura, de convicciones, de derrota y rebeldía.

Pincén es un hombre derrotado pero con convicciones firmes...

Es un hombre que está viejo, preso y solo y su monólogo, su voz, no puede ser más que cortante, seca, amarga, pero segura, sin arrepentimientos, porque la novela también habla de convicciones seguras.

¿Hubo, antes de la escritura, un profundo trabajo de investigación y recopilación de documentos?

La etapa de documentación me resultó muy rica e interesante. Traté de ser muy riguroso con ella. Documentarme me sirvió para encontrar un tono, un registro, para no cometer errores históricos. Me documenté sobre escaramuzas y malones que me pudieran servir para reflejar la vida en los fortines y la llanura. También me sirvió para conocer las opiniones y preconceptos que los hombres de la Generación del 80 tenían del "salvaje" y el modo de vida de los indígenas.

Otro elemento que se destaca es la precisión en cuanto a la descripción de los paisajes.

El tema de la planicie extensa era recurrente, era el gran temor del ejército, adentrarse en un territorio totalmente desconocido. Por otro lado, hay un discurso ligado a lo mítico, a la tierra plana como lugar mágico y traicionero, a un lugar en donde el hombre está en comunión con la tierra y conoce de sus secretos y humores.

Se dice que ficcionalizar la historia permite preguntarse sobre nuestra identidad.

Así es. Es preguntarnos sobre nuestro origen, sobre nuestra identidad, sobre nuestro presente. Además, ¿qué es la Historia, más allá de su rigurosidad y metodología propias, sino una gran narración? Creo que tomo los hechos históricos como puntos de partida para preguntarnos sobre nosotros como individuos, como nación, para intentar saber quienes somos.

La novela marca también el tema de resguardar el pasado contando la historia y, por otra parte, escribir para salvar los hechos del pasado.

La novela habla de acciones y de recuerdos. "El dueño del decir", Pincén, recuerda y cuenta su vida en la pampa, pero el militar, Juan Carlos Robledo, también cuenta y escribe, para no olvidar, para intentar darle un sentido a su situación actual. Insisto, siempre estuvo muy presente la voz de un Pincén que recuerda y cuenta para no olvidar, para no perder la memoria.

¿Actualmente estás trabajando en otro proyecto de novela?

Estoy con lo que sería el primer borrador de una novela que trata sobre los años 70, sobre un militante político que huye al interior del país en los años de la dictadura y llega a un pueblo de la llanura pampeana, que está a punto de desaparecer, que tiene escasa actividad económica y social y que, gracias a un decreto de la dictadura militar, se quedará sin tren, una vía de comunicación esencial para sobrevivir. De algún modo, vuelven los temas recurrentes de la llanura, del espacio geográfico, también el de las convicciones a ultranza, pero veremos hacia dónde me conduce el texto.

PABLO MONTANARO



Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí