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Romper mitos, una tarea ardua en una sociedad plena de prejuicios
Las personas con capacidades diferentes tienen una sexualidad como todos, pero muchas veces no pueden ejercerla como debieran por una serie de ideas erróneas de quienes los cuidan o educan, se afirmó en un encuentro en Roca.

La sexualidad humana es una sola”, aseguran los expertos.
Sin embargo, basta con asociar este término a la discapacidad para que afloren incontables mitos y prejuicios, que excluyen a las personas con discapacidad de un mundo del que también son parte. Ejercer plenamente sus capacidades sexuales es su derecho.
El problema, en nuestra sociedad actual, es que aquellas personas que tienen algún tipo de discapacidad física o mental son pensadas como hombres y mujeres no sexuales, simplemente porque por lo general el sexo está asociado a un modelo dominante de verse bien y ser atractivo.
“En el terreno de lo mítico se considera que quien tiene una falencia no es perfecto y por eso lo discriminan para el ejercicio de su función sexual. Entonces se pierden el amor, el vínculo afectivo y el placer”, explicó León Gingin, médico y sexólogo clínico, en las últimas Jornadas sobre Sexualidad y Discapacidad realizadas en Roca.
Los profesionales coinciden en remarcar que “todos somos seres sexuados y sexuales”.
El tema genera gran incomodidad y resistencia cuando se lo vincula con la discapacidad, ya que en este terreno existe un doble tabú. Tanto cuesta afrontarlo que, por lo general, directamente se lo evita.
Existen grandes dificultades para reconocer plenamente la realidad del deseo de las personas con discapacidad, lo cual provoca una negación de la necesidad de la vida afectiva y sexual. Se piensa que su información, normalización e integración se logra brindando conocimientos de escolaridad y para las áreas laboral y ocupacional, pero poco se profundiza en lo referente a este aspecto.
Son sus padres, maestros y cuidadores quienes sienten con mayor crudeza esta carencia. Frente a un Estado ausente en la elaboración de programas integrales de educación sexual, actúan como pueden, de acuerdo con su nivel formativo.
El escenario que los acompaña está compuesto por la desinformación sobre el tema, el temor a reconocer la propia sexualidad, la dificultad de aceptar la deficiencia, los miedos y la represión.
Ante este panorama, el mayor riesgo es la nulificación que opera sobre la sexualidad de sus hijos, alumnos y personas a cargo.
Si bien los mitos y las dudas de padres y docentes son diferentes, ambos grupos coinciden en recurrir a profesionales para abordar estas cuestiones.
Actualmente, quienes conviven o trabajan con personas con discapacidad no reciben entrenamiento específico que los ayude a modificar actitudes protectoras y desexualizadoras.
Los especialistas alertan sobre esta situación y abogan por un cambio de mentalidad que permita comenzar a romper barreras y desterrar los mitos que giran en torno al tema.

LOS MITOS

Las construcciones del imaginario social respecto de esta temática tienen la desinformación como común denominador y terminan cercenando las posibilidades de ayudar a las personas con discapacidad en el conocimiento de sus capacidades sexuales.
Existen falsas concepciones, que no tienen que ver con “una ignorancia instructiva o educativa sino con una imposibilidad psíquica de abordar el asunto”, explica Luis Di Giacomo, psiquiatra y legislador rionegrino.
Uno de los principales mitos es la creencia de que las personas con discapacidad son asexuadas o tienen el deseo sexual apagado. Se supone que no se interesan en la sexualidad.
En este sentido, el profesional aclara que “el plano del deseo y de la necesidad está vinculado con cuestiones hormonales, afectivas y de atracción hacia el otro, que es algo que tenemos todos”.
Hay que entender que, por ejemplo, “una persona con una discapacidad mental puede tener 20 años y una edad cronológica de cinco, pero esto debe separarse de lo que hormonalmente sucede en su cuerpo”, dice Marta Ramidán, responsable del Consejo del Discapacitado de Roca.
“El mayor riesgo es visualizar a las personas con discapacidad como angelitos, lo cual en algunas ocasiones conduce a que sean tachados de depravados cuando manifiestan su deseo sexual”, tal como advirtió en las mencionadas jornadas Tania Fridman, experta en la materia. De ahí la necesidad de prepararlos y acompañarlos en su búsqueda.

EL SENTIDO DE LA NECESIDAD
DE LA EDUCACION SEXUAL

Los griegos hablaban de educar tres tipos de cuerpos: el cuerpo para el trabajo –campesino–, el cuerpo para la guerra –gladiador– y el cuerpo para el amor –noble.
En nuestra sociedad, en cambio, se nos forma para el trabajo, para la guerra y para la competencia, pero raramente se lo hace para el amor. Todo lo referente a la educación sexual es resistido, y mucho más cuando hablamos de personas con discapacidad.
Una inmensa mitología rodea la sexualidad. Se la restringe a cuestiones biológicas, fisiológicas, patológicas y anatómicas y se pregona la idea de que su única función es la reproductiva. “Nosotros proponemos una mirada holística, para que la gente pueda visualizar la sexualidad en toda su dimensión”, aclara el doctor Mario Mas.
Existe, además, una tendencia a reglamentar el tipo de sexualidad permitida y “siempre nos olvidamos de que el sexo es placer”, asegura el médico.
Los especialistas sostienen que, además de ser preventiva, la educación sexual debe ser útil para promover el conocimiento del cuerpo sin excluir el disfrute y la afectividad.
En el ámbito educativo, los docentes se encuentran desbordados por su realidad laboral, acompañados por sus propias deficiencias formativas en el tema e invadidos por mitos y tabúes. Conscientes de esto, tratan de recurrir a especialistas que no siempre encuentran.
Los expertos coinciden en que los educadores deberían recibir la capacitación necesaria para abordar estos temas en las aulas. Según opinó Mas, “lo ideal sería que además los padres tuvieran una participación activa en el debate respecto de los contenidos”.
La educación sexual obligatoria en las escuelas es resistida, y mucho más en el caso de las personas con discapacidad. Hay dificultades para socializar la información y formar a la gente.
En Río Negro hay “alrededor de 1.400 docentes que trabajan en el área y que no están calificados en la temática porque lamentablemente en todo el país no existen programas serios orientados en este sentido”, sostiene el ginecólogo.
En suma, “el sentido de la necesidad de la educación es doble”, señala Di Giacomo. Por un lado es protectivo, en el sentido de prevenir embarazos no deseados, abusos y relaciones no consentidas, que a veces se dan en el propio marco familiar o vecinal. El segundo aspecto se relaciona con el respeto y el valor humano que debe dárseles a las personas con discapacidad, quienes también tienen derecho a ejercer libremente sus afectos.

LA FAMILIA

En la mayoría de los casos, la figura central de la familia es una madre sobreprotectora, quien tiene como eje de su vida a la persona con discapacidad. El padre, por lo general, no está siempre presente y desaparece del escenario porque “la situación para él es una herida a su machismo”, cuenta Mas.
La dificultad inicial para aceptar la deficiencia se acentúa al momento de enfrentarse ante la responsabilidad de hacerse cargo de la educación sexual de sus hijos. El principal obstáculo que se presenta es que interpretan que, al brindarles algún tipo de información, les despiertan el interés en la sexualidad. “Si yo hablo de eso se lo legitimo, le estoy dando el permiso”, manifestó una mamá.
Ramidán afirma que “el tabú lo tienen los padres” quienes, al no contar con programas de educación sexual, asumen un desafío para el que no están preparados.
Resulta pertinente aclarar que “cuando hablamos de sexualidad no nos referimos únicamente a la relación sexual sino a un vínculo de amor con otro, la posibilidad de pensarse como novio, novia, como esposa o marido”, menciona Di Giacomo.
El temor más frecuente es a la procreación, aunque “estadísticamente se sabe que, por ejemplo, en el Down las posibilidades de que se engendre un hijo con sus mismas características es de sólo el 50%”, comenta Di Giacomo. Y, por otro lado, la probabilidad de embarazo se encuentra disminuida.
Lo que preocupa a los tutores es tener que hacerse cargo también de sus nietos, ya que no confían en que sus hijos puedan organizarse solos en la vida hogareña.
Por falta de apoyo y contención familiar, muchas parejas con este tipo de características no llegan a concretar una convivencia porque las ideologías y creencias ajenas obran como elementos de represión y negación de sus posibilidades vitales como seres humanos.

Un Estado ausente

 

¿Por qué a mí? Es la primera pregunta que se hacen los padres.
El primer paso es ayudarlos a aceptar la deficiencia y comprometerlos con la educación de sus hijos, en todos los aspectos. El problema es que actualmente en este sentido no hay programas concretos, con gente a cargo y con posibilidad de evaluación. Hay importantes esfuerzos individuales, voluntarios y personales, pero los planes estatales de atención brillan por su ausencia.
Los únicos dispositivos existentes son las charlas que, si bien son necesarias, resultan absolutamente insuficientes porque implican una movilización y sensibilización que se pierden si no son acompañadas por un tratamiento sistematizado y permanente.
“El seguimiento de estos pacientes debe ser de tipo sanitario, psicosocial y laboral, pero ocurre que en el sistema de salud faltan ventanillas que atiendan temas específicos”, critica Di Giacomo.
El horizonte es desalentador. Los funcionarios no perciben estas cuestiones como necesidades exigidas, justamente porque lo que falta es conciencia social, libre de prejuicios. “Desde el 2000 venimos luchando, pero no somos escuchados. Los espacios de reflexión son por autogestión, no porque haya políticas en este sentido”, dice Mas.

Sexo y sexualidad

“El sexo se refiere al conjunto de características biológicas que definen el espectro de humanos como hembras y machos”, explica Mas.
En cambio, señala que la sexualidad se define “como una vivencia subjetiva dentro de un contexto sociocultural concreto del cuerpo sexuado. Es parte integral de la vida humana y eje del desarrollo. Se articula a partir del potencial reproductivo de los seres humanos, de las relaciones afectivas y de la capacidad erótica, enmarcadas siempre en las relaciones de género”, aclara.
Señala que los elementos que integran nuestra sexualidad son:
• la reproductividad, que no se limita a los elementos biológicos de la concepción, el embarazo y el parto, ya que tiene manifestaciones psicológicas y sociales importantes;
• el género, que tiene que ver con la concepción del mundo diferenciada en función del sexo al que se pertenece, hombres y mujeres;
• el erotismo, las potencialidades de experimentar placer sexual, y
• el vínculo afectivo, capacidad humana de desarrollar afectos intensos, la “resonancia afectiva”.



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