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El precio de los fertilizantes, por las nubes
La demanda superó la oferta e incrementó los valores. Será clave la eficiencia en la utilización de los productos.

A esta altura del año los productores agropecuarios argentinos están más que preocupados por la carencia y el costo que han alcanzado los fertilizantes. Se puede hablar de una crisis mundial porque las noticias que vienen de otros países son un reflejo de lo que acontece aquí.

En la Pampa Húmeda, donde la alta producción de granos depende en gran medida de la aplicación de fertili

zantes nitrogenados y en menor proporción de fosfatados, algunos productores están evaluando la posibilidad de no sembrar viendo que faltan fertilizantes.

El precio de la urea, el fertilizante de mayor consumo en la Argentina, ha sobrepasado niveles inimaginables, lle

gando a los 500 dólares la tonelada cuando los precios históricos rondaban entre los 270 y 290 dólares.

Si bien la crisis del petróleo fue el mayor detonante del aumento del precio de los fertilizantes, el incremento se observa aún cuando el precio del petróleo se ha estabilizado. Obviamente, el balance entre la oferta y la demanda ha provocado que se llegue a los valores actuales y sin visos de solución en el corto plazo.

En nuestra región, la falta de fertilizantes nitrogenados es un hecho real. A ello deben sumarse las restricciones a la importación de nitrato de amonio, fertilizante de amplio uso, por ser considerado un insumo para la fabricación de explosivos.

 

FERTILIZANTES

NITROGENADOS

 

Los fertilizantes más corrientes en el mercado argentino son urea (en sus dos formas, perlada y granulada), solución UAN, sulfato y sulfonitrato de amonio. Sin embargo, tanto el UAN como el sulfonitrato necesitan del nitrato de amonio, razón por la cual sus existencias podrían estar seriamente comprometidas.

En el Alto Valle se han evaluado varios fertilizantes nitrogenados, siendo la urea el de menor respuesta por unidad de nitrógeno. Ello se debe a dos razones: por un lado, el mal manejo del agua de riego y, por el otro, el hecho de que en las aplicaciones superficiales de urea son probables las pérdidas de nitrógeno por volatilización.

Estas pérdidas son aumentadas en suelos de alto pH, con altas temperaturas y baja capacidad de intercambio, y se magnifican a medida que es mayor la cantidad aplicada. Cuando se hidroliza la urea (se disuelve) aumenta el pH del suelo y el amonio se vuelve vulnerable a volatilizarse como amoníaco del carbonato de amonio, al dejarse en la superficie. La incorporación o la inyección de urea (o fertilizantes que la contienen, como el UAN o mezclas físicas) en el suelo previene la volatilización y por consiguiente es mayor su aprovechamiento.

El sulfato de amonio pasará a ser un fertilizante de uso corriente. Es una excelente opción para nuestros suelos al ser más retenido por el complejo de cambio, disminuyendo pérdidas importantes de nitrógeno y, además, por su condición de ser un fuerte acidificante del suelo.

El amoníaco anhidro es el fertilizante más rico en nitrógeno (82%) pero, al ser un gas, requiere ser aplicado mecánicamente en la zona de máxima densidad de raíces y a una profundidad de 15 a 20 cm del suelo. Es la fuente más económica de nitrógeno y tiene un campo de acción favorable en la región.

Los nuevos fertilizantes nitrogenados de lenta liberación ofrecen la posibilidad de repartir en mucho más tiempo el aporte de nitrógeno y, en la medida en que su eficiencia compense el costo actual, serán una opción de sumo interés para nuestra fruticultura. En el INTA Alto Valle se están realizando estudios sobre el particular con este tipo de fertilizantes.

Las fuentes alternativas de incorporación de nutrientes,

como los abonos verdes, deberán ser considerados seriamente por el productor, principalmente en las siembras tempranas, inmediatamente después de finalizada la cosecha. Ofrecen manejos ideales de suelo para el caso de peras y frutales de carozo, porque al ser sembrados en los meses de febrero y principios de marzo (no en abril ni en mayo) permiten incorporar un buen volumen de forraje rico en materia orgánica y nitrógeno a fines de agosto. La siembra de vicia inoculada coasociada con avena o cebada es una alternativa económica a contar por la relación costo/beneficio. Para montes con aspersión, el manejo de suelo con una leguminosa perenne es altamente beneficioso y minimiza muchísimo la incorporación de fertilizante químico.

LA EFICIENCIA DE APLICACION, TEMA CENTRAL

   

En momentos como el actual, donde la sustentabilidad de los sistemas productivos está en la boca de todos, la contrastante realidad de lo

sustentable con el pésimo manejo de la fertilización nitrogenada no puede pasar desapercibida desde lo técnico.

La persistencia en el suelo de los fertilizantes nitrogenados es muy corta, según estudios recientes llevados a cabo conjuntamente entre el INTA y la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNC, producto de su lavado en el perfil del suelo. Estimaciones de eficiencia de aplicación (relación entre lo aplicado y lo que toman las plantas) sugieren que entre el 70 y el 80% del nitrógeno aplicado se pierde en el sistema suelo-planta.

Dicho de otra manera, solamente se aprovecha entre el 20% y el 30%, sin duda valores extremadamente bajos. Frente a un costo de 500 dólares por tonelada de urea, pensar que entre 100 y 150 dólares quedan en el sistema y el resto se pierde resulta poco imaginable, pero en algún momento estos números deberán ser tenidos en cuenta por el sector.

Nuestros estudios indican que entre 10 a 30 kilos de nitrógeno por hectárea se lavan con el primer riego, donde todavía no hay un aprovechamiento pleno de los nitratos por parte de las raíces.

En los riegos sucesivos, toda agua que atraviesa el perfil del suelo y escapa al alcance de las raíces lleva consigo nutrientes, principalmente nitrógeno.

Que la crisis energética y el elevado costo de los fertilizantes sirvan para mejorar su manejo. Si bien en riego por inundación es imposible lograr aprovechamientos del 70 u 80% del fertilizante, los valores normales deberían situarse en el rango del 50%.

Técnicamente resultaría relativamente sencillo disminuir las dosis de aplicación e incrementar la eficiencia para mejorar la sustentabilidad del sistema y reducir el costo de producción.

 

ENRIQUE SANCHEZ (*) 

(*) INTA Alto Valle



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