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Dos realidades diferentes

Más de 2.500 familias viven en la zona oeste de la ciudad, sin edificios lujosos y con poco trabajo. Conviven sin transportes públicos, servicios ni centros de salud, y con mayor inseguridad día a día.

De acuerdo con las estimaciones oficiales cerca de 2.500 familias viven en los 67 asentamientos clandestinos de la ciudad, de los cuales la mayoría se ubica en la zona noroeste. Allí la realidad que se vive día a día dista abismalmente del sustancial empuje económico que en el microcentro de la misma ciudad construye lujosos edificios de más de quince pisos de altura a un valor superior a mil pesos el metro cuadrado.

En el oeste la cotidianeidad se muestra hostil. Desde el acceso a los medios de transporte públicos que muchas veces no se acercan a estas zonas, pasando por la inexistencia de servicios esenciales como el agua potable y el gas, hasta la lejanía sustancial de los centros de salud. Vivir en el oeste es prácticamente para estas 2.500 familias como vivir en otra ciudad, en otro Neuquén donde la realidad no es para nada pujante.

Las enorme brecha que separa a los barrios más pudientes del oeste y el norte neuquino parece insalvable ya que a la paulatina regularización de los asentamientos se suman las imparables nuevas tomas que surgen a diestra y siniestra del plano local.

Es en esas zonas donde la inseguridad se siente a diario y donde un incendio menor deja despojado de todas sus pertenencias a varias familias que viven bajo el mismo y acotado techo de madera.

Si bien es cierto que varios barrios ya consolidados de la ciudad tuvieron sus orígenes en usurpaciones, desde principios de la década del noventa en adelante este fenómeno se encuentra en constante crecimiento, impulsado fundamentalmente del crecimiento poblacional de una ciudad que por década duplica su población y por el encarecimiento del costo de vida.

Este encarecimiento se tradujo años atrás en una elevación del los bienes inmuebles que llevaron a que los hijos de familias, hasta hace poco, consideradas de clase media se vieran obligados a recurrir a las tomas para poder encontrar un terreno propio.

Esta brecha económica no sólo se plasma en los asentamientos irregulares de la ciudad sino también en algunos de los barrios emplazados en la zona oeste y norte donde coexisten tomas y barrios. En estos sectores las diferencias con el aparentemente imparable crecimiento del microcentro también son marcadas y se evidencian en el mapeado de las principales zonas de asistencia por parte de los gobiernos municipal y provincial, en la distribución de los comedores comunitarios y de los centros integrales categorizados como casas de día.



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