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Capo, no te pongas la gorra
A los lectores que no entiendan el título de la nota les sugerimos que se sumerjan en este artículo. Los tiempos cambian y los códigos también. Una excursión al mundo de las generaciones que vienen.

Algunos cambiaron definitivamente la "c" y la "q" por la "k", otros sintetizaron las palabras con tres o cuatro consonantes, y sus notas parecen escritas con la primera parte de las patentes de automotores y todos utilizan apodos, diminutivos o seudónimos en sustitución del nombre que figura en el documento de identidad y que se asocia con lo más formal, con lo "careta" o institucional, casi con el apellido. Como casi nunca antes, los adolescentes hoy trasladaron su habla al lenguaje escrito y así el lenguaje de su tribu está no sólo en el papel sino también en la web y en las comunicaciones telefónicas.

En efecto, los mensajes de texto ahora, el chat tiempo atrás y el correo electrónico hace varios años modificaron con prisa y sin pausa los modos de escritura de sus usuarios de la red de redes pero en especial los de los jóvenes, que reconfiguraron notas y cartas e incluso textos más elaborados postales, poemas, narraciones.

En ese universo de palabras reducidas y frases y oraciones sintetizadas o jibarizadas, según quien interprete, los chicos construyen un lenguaje propio, que los expresa. Los textos se escriben con una transcripción fonética universal, que reduce el número de letras del alfabeto la "k" aparece sustituyendo la "q" y la "c"; la "ll" se transforma en "y"; y la "y" como conector se convierte en "i", sólo para citar algunos ejemplos.

Esa modalidad se reprime cuando los chicos deben elaborar algún texto de carácter más formal una monografía; una nota a autoridades educativas aunque reconocen que a veces hay filtraciones. El problema es cuando no existe ninguna clase de formalidad laboral o educacional y no tienen obligación de expresarse en las vías más formales. Entonces abandonan definitivamente los códigos formales de ortografía y gramática.

Fernando Garriga y Nahuel Coto reconocieron la existencia de diferentes "tribus" en la ciudad que se identifican por barrio de pertenencia, música que escuchan y las frases que se usan. Así, están los "rolingas" en la zona de San Lorenzo, Independencia y la zona noroeste; los "caretas" que se identifican por escuchar "la música punchi", y los "panqueques" por los chicos que cultivan el punk rock.

En su grupo, "roban" locuciones de los Simpsons, utilizan sus personajes como arquetipos y los asocian con gente que conocen. Admitieron que cuando viajan a otros puntos del país otra provincia, a Buenos Aires hay un acento que los define y una serie de términos que usan y los distingue del resto.

"Nos dicen que hablamos raro", explicó Fernando, "y que no pronunciamos las eses", añadió Nahuel. De todas formas, la comunicación se establece, con peculariedades.

Reconocieron que en el habla se reflejan discriminaciones con quienes son diferentes, minoritarios o no están en el poder institucional: mujeres, homosexuales, sectores marginales, obesos.

En cuanto a términos específicos, al "boludo", que es un universal argentino, le agregaron el "culeao", de origen chileno, el "garca" y otros asociados con igual significado de soberbio y sobrador y un detalle: ahora "se 'bardea' a la vieja de uno: se le dice 'tu vieja en tanga', por ejemplo".

Algunas frases: "Hace una rosca" hace frío; "Estoy roto, o fisurado"; "Se la puso" chocó; "saltaste con cualquiera" y siempre el verbo "flashear".

 

 

GERARDO BURTON

gburton@rionegro.com.ar

 



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