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El día en que Neuquén se tiñó de luto | ||
A pocos días de la muerte del docente neuquino, más de 25.000 personas caminaron reclamando justicia. Por unas horas la ciudad se paralizó completamente, mientras la movilización expresaba el dolor. | ||
Las opiniones respecto del conflicto docente quedaron de lado. Las especulaciones presupuestarias del gobierno ya no importaron y los cortes de ruta se levantaron dos días después. El lunes 9 de abril, 25 mil personas caminaron en una marcha que comenzó en la municipalidad, rodeó en centro neuquino y terminó en las palabras de Sandra Rodríguez, esposa de Carlos Fuentealba, el docente que murió debido a una represión ordenada por el gobierno provincial. Fue unánime la afirmación de que se trató de una "movilización histórica". Algunos en silencio, otros gritando o cantando en contra del gobernador Jorge Sobisch, fueron llegando a la plaza Roca, frente a Casa de Gobierno. El interminable arribo de personas marcó el pulso del tiempo desde las 10 de la mañana hasta pasado el mediodía. Y ese día la ciudad se extendió al país. En el Obelisco de Buenos Aires, una multitud pidió justicia por el maestro asesinado. En ciudades en el resto del país y en las capitales provinciales más importantes se dio el mismo fenómeno: la marcha no fue docente, fue de vecinos, ciudadanos comunes, en las que los títulos de profesión u ocupación quedaron de lado. En las horas previas a la movilización sectores de la seguridad provincial advertían posibles incidentes. Se montó un operativo secreto y las fotos tomadas por "Río Negro" ubicaron a efectivos de los grupos especiales de la policía en techos de edificios por los que pasaron los manifestantes. Pero las 25.000 personas no necesitaron tutores para encontrar el camino hacia su objetivo, que fue simplemente expresar su dolor, su bronca y su deseo de Justicia. Poco después del mediodía, cuando la interminable caravana llegaba a la esquina de Santiago del Estero y Roca, aún había personas que se sumaban en las cuadras anteriores e incluso en la municipalidad, que había sido el punto de reunión. La columna de gente completó más de 17 interminables cuadras. Su majestuosa e histórica extensión se marcó cuando los que encabezan la marcha llegaron a Casa de Gobierno seguidos detrás por otras almas que caminaban por la avenida Argentina y Roca, la ruta 22, Láinez y Juan B. Justo, para llegar al escenario instalado frente a Casa de Gobierno. La ciudad se paralizó, anestesiada por el dolor. El famoso término que se utiliza en las filas sindicales para explicar que se apoya una causa externa, "la solidarización" de un sector con otro que reivindica principios, ideas o reclamos; fue tan real y masivo que ni siquiera hubo que explicarlo. Los comercios y los bancos cerraron, incluso los empleados del Banco Nación que no podían dejar sus puestos de trabajo, se tomaron varios minutos para salir a la calle y, simplemente, aplaudir. Cada una de las 25.000 almas vivió su proceso interno y la ciudad, al paso de la columna, se colmó y se vació en forma constante. Las huellas de la manifestación dejaban un rastro de silencio y pesar. Kioscos, locales de ropa, puestos de diarios y heladerías iban cerrando sus puertas. Si bien el temor de que se produjeran desmanes debido a la bronca contenida había estado latente hasta que se comenzó a marchar, en minutos todo quedó claro: vecinos, amigos, compañeros, alumnos; incluso aquellos que no acordaban con el reclamo docente y que se encontraban en el centro por cuestiones personales, se sumaron a la caminata. En lugar de la euforia habitual de quien se reúne con sus compañeros y recarga sus convicciones con la fuerza del grupo, aquel 9 de abril simplemente sirvió para separar lo correcto de lo incorrecto. Y nadie festejó ni se alegró y, de fondo, sonó por primera vez "El Angel de la Bicicleta", el homenaje de León Gieco a "Pocho", el trabajador social asesinado en Rosario cuando intentó frenar una represión gritando desde el techo de una escuela: "Bajen las armas, aquí sólo hay pibes comiendo". Cuando los relojes marcaron las 13 comenzó un acto en el que el gremio docente ATEN tomó la palabra del dolor: se ratificaron las medidas de fuerza y se avanzó en un acampe en el lugar, esperando una respuesta a los reclamos, ya no sólo salariales, sino de Justicia por el asesinato del profesor Fuentealba. Ese día comenzaron los escraches al gobierno y el edificio emblema del Estado provincial comenzó a teñirse de pintadas que expresaron el luto y la indignación. Pero los docentes y la gente que participó de la marcha estaban visiblemente golpeados por una semana de violencia sin medida y recién se revitalizaron con las palabras de una de las oradoras: Sandra Rodríguez. No hizo referencia al conflicto, no habló de cuestiones de salarios, condiciones educativas ni disputas políticas. Con sus primeras palabras quebró a todo una ciudad. Por primera vez habló de "mi Carlos", en una expresión que sintetizó la brutalidad de matar a una familia por la espalda. |
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