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SELLO ARTESANAL
Las decoradoras Malena López Sanabria, Carolina D’Andrea y Florencia Cornejo vistieron la construcción del arquitecto Mariano Becar Varela, en un vallecito de Purmamarca, Jujuy. Belleza inusitada en un universo de diseÑo para imitar.

Conseguir una atmósfera equilibrada y armónica no se logra de la noche a la mañana. Cada rincón necesita un objeto preciso, una sensación y una marca distintiva. A conciencia de lo que esto significa, el trío de decoradoras formado por Malena López Sanabria, Carolina D’Andrea y Florencia Cornejo conocen muy bien su metier.
Son especialistas en generar este tipo de ambientes que combinan familiaridad con distinción, ajustando los detalles del diseño y la decoración a cada particularidad de la construcción arquitectónica. Ellas se han trazado una personalidad única gracias a la justa combinación de muebles y piezas contemporáneas con acentos autóctonos de los artesanos argentinos.
Esta casa en el campo ilustra claramente la sensibilidad femenina con la que las diseñadores de interiores imaginan lugares y momentos. En este caso el trabajo consistió en vestir la construcción del arquitecto Mariano Becar Varela. La casa, situada en un descampado valle en las afueras del pueblo de Purmamarca, provincia de Jujuy, pertenece a los mismos propietarios del aledaño Hotel Manantial del Silencio. Por este motivo, el punto de partida al planificar el diseño interior de este rancho  debía contemplar una decoración ideal para satisfacer el gusto sofisticado de los visitantes, sin perder de vista que en algunos momentos fuera destinada a ser ocupada por los mismos dueños del Manantial del Silencio, cuando éste estuviera lleno.
“Nos convocaron cuando estaba casi terminado este rancho de adobe, típico de la zona, con muros hechos con ladrillos de barro, agua y paja, los cielo rasos de caña y el techo recubierto en pequeñas piedras, un recurso proveniente de las iglesias coloniales. Nosotras sí sugerimos la paleta de colores”, explican Malena López Sanabria y Carolina D’Andrea, además factótums de Prosapia, una empresa de diseño con un marcado sello artesanal. Crear una atmósfera especial fue el reto principal del equipo.
Con su sexto sentido despierto para la belleza inusitada y su extensa experiencia en el universo del diseño, le sugirieron a su cliente mantener también por dentro el estilo de rancho, ambientándolo con muebles y elementos típicos de la zona.
Comenzando por la paleta de colores, aplicaron el azul celeste para el cuarto auxiliar mientras que el principal está en la gama del blanco.
Para la zona social, que está conectada a la cocina, optaron por el terracota.
“Desde la ventana del rancho se ve el cerro, que muestra una gama de ocres muy vital, auténtica y original de los valles de esta región. Quisimos repetir esta gama, hicimos pruebas de color hasta dar con el tono justo del cerro y traer el exterior al interior, con un color naranja oscuro tirando a rosado, el color de la tierra”, explica D’Andrea. La vastedad del paisaje exterior se amortigua con la contención que brindan los objetos escogidos en el estar, ambientado con calidez.
“La idea era mantener el confort con la rusticidad de un rancho conservando las texturas y materiales representativos del lugar. Nos gusta trabajar con una amplia paleta de color. Y el factor color lo introdujimos en los detalles distintivos como los tejidos propios de la zona, de diferentes tipos, que recubren muebles y accesorios. También la calidez está dada por el trabajo en madera. Por ejemplo, la mesa lateral del living está hecha a partir de una batea original, utilizada normalmente como recipiente de alimentos, que la pusimos sobre unos pies de troncos rústicos. También colocamos un espejo que enmarcamos con una manta en telar. Las mesitas de centro son dos troncos que mandamos a hacer a un ebanista local que es un genio. Le dimos la idea de hacer mesas a partir de un tronco partido y él tuvo ojo para encontrar el tronco adecuado e interpretar lo que le pedíamos”.
Igualmente el espaldar de las sillas es remarcable, tapizado en bordados hechos a mano en un telar de pequeña escala, por hilanderas que en estos tiempos se encuentran solamente en regiones remotas como Purmamarca.
“Nos gusta mucho el clima que logramos. Obtuvimos una atmósfera que condice el exterior con el interior y conseguimos una calidez excepcional gracias a que en cada objeto está la vitalidad de la mano del hombre. Fueron 6 meses de trabajo, buscando cada detalle específico para cada esquina hasta conseguir el punto justo que queríamos”, apuntan las decoradoras, contentas de haber logrado que esta casa, que suma 80 m2 cubiertos entre la parte social y los dos baños en suite, tengan lo indispensable para sentirse a gusto, recreando un estilo típico del noroeste argentino, sin caer en clichés.



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