Carlos Levín ha hecho de la vida un permanente aprendizaje. Aun así, cuando repasa sus vivencias, encuentra hitos en su biografía. “En mi vida hubo una suerte de quiebre, de desenlace, un giro definitivo cuando conocí a Norberto Blanes. Ojalá esto sirva de pequeño homenaje a este gran hombre, un verdadero visionario que. por extemporáneo o por celos políticos, nunca tuvo el reconocimiento que se merecía. El era presidente del Ente Provincial de Fruticultura y puedo decir que, en los 22 años que llevo en Río Negro, fue la única vez que un ente estatal organizó un sistema de asistencia, contención y verdadera extensión hacia los productores. ”Conocí a Norberto a través de una tercera persona. Hablamos de mi actividad y al rato me dijo: ‘¿Pero por qué no te venís a trabajar con nosotros, che?’. Me bombardeó a preguntas, quedó impactado al saber la plata que se perdía por no utilizar el recurso de la polinización en la fruticultura. Me contrató por un año y medio para que instalara el tema de la polinización en la producción. Es decir: tenía el objetivo de poner a la apicultura como herramienta para optimizar la producción frutícola. Ese fue mi único paso por el Estado. Y fui muy afortunado; estuve al lado de un gran hombre, de quien aprendí muchísimo...”. Recuerda Carlos que, al poco tiempo de estar en el Ente, ya tenían dibujado el proyecto macro de sacar por los buques la famosa canasta de productos del Valle, entre ellos fruta y miel. “Pero los sueños de Blanes fueron abortados. Me imagino que alguien se dio cuenta de que el Ente era una herramienta excepcional y que daba réditos políticos a Blanes, que por entonces tenía su fórmula Blanes-Dehais. La lista azul asustó al resto que estaba en la interna y eso fue el fin del Ente. Massaccesi lo cerró, quizá por eso nunca más volví a la administración pública, me desencantó. ”Blanes también me ayudó a decidir el nombre del producto, miel ‘Río Negro’. Creo que fue en 1988. Yo le comenté que había pensado en ese nombre y me dijo: ‘Mirá, hay millones de cajas de frutas que andan por el mundo con la marca fruta de Río Negro. Esta provincia es una región privilegiada y con reconocimiento internacional, así que seguro va a funcionar esa marca”. Pasaron los años y hoy le toca a Levín, desde su cargo de presidente de la CAIC, retomar algunos viejos sueños que nacieron en el Ente y sembrar otros nuevos, acorde a los tiempos. “Creo que el que reniega de la identidad, de su historia, de los orígenes tiene un camino cuesta arriba. Yo acepté el desafío de estar al frente de esta Cámara (CAIC) porque es algo que perduró más allá de la gente y del tiempo. Yo retomo un poco ese espíritu de corporatividad, asociatividad. Defendiendo los derechos empresariales, me propongo recuperar del espíritu de esos pioneros que en 1932 formaron esta Cámara. Pero retomo ese espíritu con la convicción de que se trata de un esfuerzo mancomunado, porque si le va bien al productor le va bien a todo el Valle. ”Mi idea es poder irme de esta gestión dejando las bases para que nuestra producción se fortalezca en el mercado local y el internacional. (Dibuja una pirámide) Abajo estamos las pymes, pymes argentinas, que sólo pueden hacerse fuertes en el mercado interno. Después hay otro escalón, el mercado más mediato, los países latinoamericanos, España e Italia. Es decir, movernos en un esquema de afinidades. Este es el segundo paso. La pyme argentina no tiene grandes volúmenes. La idea es, si viene un comprador extranjero –por eso la importancia de la ronda de negocios como la que haremos en unos días en la feria ROCAIC–, le metemos en un contenedor distinto tipo de productos que se denominan carga seca, que no tienen mayores problemas de conservación. Y un tercer paso es la búsqueda de países no tradicionales para ofrecer la canasta de productos patagónicos. Creo que, además, tenemos que aprender algo de los chilenos. Hay que vender a cada país lo que te requiere y no querer vender lo que te sobra”. (SY)
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