La crisis de los préstamos hipotecarios de riesgo (“subprime”) repercute en todo el sector financiero de Estados Unidos, donde la quiebra de varias financieras hace temer un efecto de bola de nieve. En cuestión de pocos días, se declaró en quiebra American Home Mortage Investment Corp., una firma de refinanciación de hipotecas: el martes de la semana pasada se había declarado en moratoria y el viernes siguiente despidió al 90% de sus 7.000 empleados, mientras sus acciones se convirtieron en mero papel impreso sin valor. Instituciones célebres de Wall Street, como el banco de inversiones Bear Stearns fueron afectadas, cuando dos de sus fondos de alto riesgo (hedge) comprometidos en el mercado subprime perdieron casi todo su capital, mientras rumores atribuyen graves dificultades a un tercero. El primer viernes de agosto, las acciones de Bear Stearns cayeron un 6,3%, llevando su retroceso a más del 31% en los últimos tres meses, después de que la agencia de notación financiera Standard and Poor’s publicara una nota bastante crítica sobre la situación del banco: “Creemos que la reputación de Bear Stearns sufre los problemas largamente mencionados de sus fondos especulativos, que hacen de la entidad un blanco potencial de demandas de aquellos inversionistas que hayan sufrido pérdidas importantes”, estimó. Un inversionista ya planteó una demanda contra Bear Stearns y algunas firmas de abogados estadounidenses buscan entablar juicios colectivos que, de prosperar, podrían costar caros al banco. Es el anzuelo de la ganancia fácil, que hoy se vuelve contra estas instituciones. Durante el boom inmobiliario de 2000-2005, innumerables préstamos hipotecarios llamados “subprime” fueron concedidos a familias de débil perfil financiero. Estos préstamos fueron posteriormente convertidos en títulos financieros que sirvieron de soporte a toda una gama de derivativos que se llamaron CDO (collateralized debt obligations). Con el aumento de las tasas de interés, los tomadores de estos créditos se vieron imposibilitados de pagar sus cuotas e incluso de refinanciar sus préstamos, debido a la baja del precio de sus viviendas. Su situación de moratoria desencadenó un efecto dominó que ya está tocando el vértice de la pirámide financiera. “Los datos sobre tal fondo especulativo o tal banco que sufre fuertes pérdidas debido a su exposición al mercado subprime han creado la desagradable impresión de que pudiera tratarse de los primeros síntomas de un contagio financiero y de un movimiento de pánico”, comentó el banco de negocios Lehman Brothers en su informe semanal. Pero este banco de Wall Street también constata señales tranquilizadoras. “El que un gran fondo especulativo se haya hecho cargo de la cartera de otro menor que estaba en camino de ahogarse permite suponer que el movimiento de autocorrección de los mercados –la baja de precios que hace sufrir a algunos pero crea oportunidades para otros– continúa funcionando bien”. El banco recoge así los comentarios tranquilizadores de los responsables económicos mundiales, quienes aseguran después de varios días que la crisis debe ser contenida. Sin embargo, el economista Nouriel Roubini no está tan seguro y estima que, a diferencia de otras crisis ocurridas desde el 2001, ésta puede ser más duradera. Roubini observa que las tasas rectoras de los bancos centrales son ahora más elevadas, que la economía estadounidense está un tanto deprimida, que el endeudamiento de las familias es fuerte y que la burbuja inmobiliaria puede ahora estallar en otros países, además de Estados Unidos. “Los episodios de riesgo sistémico llegan en forma de 1.000 pequeños estallidos en lugar de una sola gran explosión”, estimó el economista.
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