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Noventa minutos de buenas historias
El poeta Roberto Santoro dio el puntapié inicial en esto de recopilar textos literarios relacionados con el fútbol. Acaso por haber descubierto en este deporte el impulso emocional de los habitantes de la ciudad, publicó en 1971 el libro “Literatura de la pelota”, que acaba de reeditarse al cumplirse treinta años del secuestro y desaparición de su autor.

Muchos años antes de 1971, Roberto Jorge Santoro, porteño nacido en abril de 1939, fanático de Racing Club, recorrió librerías, bibliotecas, hemerotecas, revisó archivos de diarios y revistas, para dar con textos de todos los géneros y de autores diversos que tuvieran como eje el fútbol. Pero no sólo eso; también se metió entre hinchas y banderas para rescatar los cantos de esas barras que "con su lenguaje, nada académico, también saben vestir de fiesta el aire del domingo". Como bien dice Lilian Garrido, autora del estudio preliminar de la segunda edición de "Literatura de la pelota", publicada por Ediciones Lea, "Santoro se movió como se mueven los mejores jugadores: van ellos mismos a buscar la pelota y arman el juego".

Contra todos los silbidos que expresaban al fútbol separado por un alambrado de los libros, Santoro salió de contraataque y no quedó en offside porque tuvo el coraje de juntar en las páginas de "Literatura de la pelota" a Jorge Luis Borges con Juan José Sebrelli, Baldomero Fernández Moreno con Roberto Arlt, Florencio Escardó con Ernesto Sábato, Horacio Quiroga con Ezequiel Martínez Estrada, Leopoldo Marechal con Eduardo Mignona, Enrique Pichon Rivière con Julián Centeya, Jorge Romero Brest con Raúl Scalabrini Ortiz, Juan Gelman con Manuel Mujica Láinez... Lo culto entremezclado con lo popular, "ya que el fútbol, el fóbal o la pelota es algo que pertenece a cada uno de nosotros porque se impone a todos por pura presencia", escribió Roberto Santoro en el prólogo de su libro.

Santoro quiso demostrar que "los ajenos" al mundo del fútbol o aquellos "despreciados por el subdesarrollo de sus Rh estéticos" supieron "dar su patada lírica" por ser esta manifestación cultural "uno de los fundamentos o sostenes de sus vidas".

"El fútbol es el único deporte que le presta expresiones al lenguaje", explica Garrido y agrega que Santoro supo ver el fútbol "como uno de los elementos latentes de los habitantes de la ciudad, como un juego que excede los límites de la cancha, como un fenómeno movilizador". Santoro pone como ejemplos expresiones cotidianas como "¿A papá con juego de alto?", "El negocio es un gol de media cancha", "Hoy, si no llueve, pega en el poste".

El periodista Carlos Ferreira, recordó que antes de tener el libro en sus manos supo que compartía con Santoro la pasión por el mismo equipo: Racing Club. Hace más de veinte años, para ser precisos en 1996, siendo uno de los directores del semanario "La Maga", Ferreira tuvo la posibilidad de editar un número especial continuando con la tarea emprendida por Santoro al que le agregó nuevos materiales. "A esa altura, intelectuales y fútbol habían iniciado sin vergüenza la relación que Santoro descubrió antes que nadie", recalca el periodista.

Ferreira señala a Santoro como el descubridor de que el fútbol tenía un lenguaje propio que andaba a la deriva. Sólo necesitaba de un "juntador, un recopilador sensible". Pero

sobre todo, jerarquiza que el trabajo que hizo Santoro coincidió con una época en que era posible pensar el fenómeno del fútbol como un juego del que participaban todos con alguna cuota de romanticismo. "Eso que poco después iría perdiéndose para dar lugar a la violencia que terminaría arrastrándolo a él mismo", subraya.

El libro muestra la amplitud de criterio que tuvo el compilador al poner tanto "atacantes" como "defensores". Ferreira lo ejemplifica: "Santoro pone el texto titulado 'El fútbol tema de las conversaciones', escrito por Enrique Carriego en 1938, en el que 'no pudo negar la realidad que para entonces asomaba con una fuerza arrolladora' y luego se puede leer la nota 'El jugador de foot-ball ejemplo de arte', escrita por José Gabriel, en el diario 'La Nación' en 1929".

Algunos de sus amigos comentan que Santoro llevaba siempre a cuestas una libreta donde anotaba frases, chistes, poemas, ideas para poemas y hasta cantitos de las hinchadas de fútbol. "Muchos de ellos no lo sepan, pero sus cantos tienen gran importancia. Todavía no se ha hecho un estudio detallado de lo que dice la gente; y cuando digo la gente, obviamente quiero decir los que estamos abajo, o mejor, los que estamos en el tablón", describe Santoro en "El canto de la tribuna", incluido en su libro. Porque, como afirma Santoro, tienen más valor para el que se movió acompasadamente al ritmo de esos cantos, desde aquel lejano "Tenemos un arquero/ que es una maravilla/ ataja los penales/ sentado en una silla", pasando por "Y ya lo ve/ y ya lo ve/ es el equipo de José" hasta "Vamos la Academia/ vamos a ganar/ que esta barra quilombera/ hoy te viene a alentar"...

El periodista Alejandro Apo no deja de repetir que "Literatura de la pelota" es el libro que lo llevó a pensar en su programa de radio "Con afecto" (sábados de 15 a 19 por Continental) y el espectáculo "Y el fútbol contó un cuento", con el que recorre el país. Señala que Santoro reunió "las voces de los que le cantaron al fútbol como bandera"; fue el primero en darse cuenta "de que el futbolero no sólo habla de la pelota y de las jugadas, también está comprometido con las luchas populares e involucrado con la cultura de su tiempo".

Este libro significa para Alejandro Apo "entender que el fútbol es mucho más que un juego; es un vehículo de ideas". Y confiesa que hubiera querido hacer radio con Santoro "porque es un tipo que, cuando habla de fútbol, habla del 'bailarín con un pie mareador'".

El libro de Santoro que él mismo editó con un sello propio, Papeles de Buenos Aires, en 1971 es considerado pionero de la enorme y variada literatura dedicada al fútbol escrita en nuestro país en las últimas décadas.

Roberto Fontanarrosa (con "Memorias de un wing derecho"), Osvaldo Soriano ("El Mister Peregrino Fernández"), Juan Sasturain ( "Wing de metegol", "El día del arquero"), Eduardo Sacheri ("Esperando a Tito") , entre otros, son dignos cultores de este género literario con sus historias de auténtico estilo y exquisita prosa. Ferreira opina sin ocultar la sonrisa que "se escribe mejor sobre fútbol de lo que se juega al fútbol".

Si antes el fútbol era un tema observado y juzgado con desprecio por los intelectuales, ahora se ha convertido "en un episodio cotidiano, planetario, sujeto posible de filósofos, sociólogos, historiadores, antropólogos", acota Ferreira, quien no descarta que la violencia infiltrada en el fútbol "tiene material de sobra para un buen cronista de la sección policiales de cualquier medio".

Para la aparición del fútbol como tema en la literatura, Ferreira esgrime una explicación: "Durante años, el periodismo gráfico fue el encargado de contar el fútbol. La televisión, que todo lo ve, opacó los relatos periodísticos, los colocó a la sombra, presos del recorte de la pantalla chica. Acaso de ahí haya empezado a surgir la necesidad del periodista, del escritor de contar en libros esas historias de noventa minutos o el mundo que rodea ese lapso plagado de tensiones".

PABLO MONTANARO



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