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Alta en el cielo | ||
¿Es un proyecto real o forma parte de un sueño más plasmado en la pantalla grande? No, lamentablemente es cierto, y que se produzca un debate alrededor de esto parece un mal chiste de una película clase B. | ||
Aunque sea difícil de creer, la senadora Silvia Giusti, legisladora de Chubut por el Frente para la Victoria, presentó un proyecto de ley con la intención de "obligar" a las películas nacionales, que cuentan con el apoyo económico del Estado, a incluir por alrededor de 8 segundos la imagen de la bandera argentina. La presencia del símbolo patrio podría distribuirse fraccionando el tiempo estipulado o al principio o final de la cinta. Descabellado e innecesario, este proyecto será debatido en estos días en el Senado y, según su autora, tiene como objetivo reemplazar el artículo 8 de la ley 17.741 de Fomento de la Actividad Cinematográfica. Un documento que explica cuáles son los requisitos para que un filme sea considerado "nacional" al que se debería agregar el nuevo item que incluiría a la bandera. Una vez conocido este emprendimiento las voces a favor y en contra surgieron desatando un debate tan absurdo como la idea misma. Mientras gran cantidad de instituciones como la DAC (que agrupa a los directores), el Proyecto de Cine Independiente (que nuclea a la mayoría de los directores jóvenes), Apima (Asociación de Productores Independientes de Medios Audiovisuales), Fipresci (la filial argentina de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica) se opusieron rotundamente, otras como el mismo INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales) decidieron apoyarlo aunque con algunas reservas. Como contrapunto inminente se conoció la decisión de este último de reemplazar la placa que precede a las películas nacionales que cita: "Con el apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa)" por una con un logotipo animado que poseerá la marca "Cine argentino" más una bandera! De tal forma el presidente de la institución, Jorge Alvarez, procura, evidentemente, destrabar la polémica dejando conforme a las distintas partes. En un país donde el cine nacional sigue realizándose "a todo pulmón"; en el que la mayoría de los filmes no son enteramente financiados con capitales nacionales (del Estado y privados) sino como coproducciones con otros países; en un territorio en el que no se cumplen las leyes de "cuota de pantalla" y "media de continuidad" que le permiten a las cintas competir con los tanques americanos y mantenerse en cartel un tiempo considerable; en un mercado que decididamente beneficia a la producción que proviene de Hollywood en detrimento de la nacional; hablar de la inclusión del símbolo patrio parece una broma de mal gusto. Es imposible no plantearse la pérdida de tiempo que esto supone cuando la industria local tiene decisiones fundamentales que tomar para apoyar a la innumerable cantidad de gente que apuesta por el cine con cualidades extraordinarias.El debate va mucho más allá de la libertad de expresión que cada artista debe poseer (algo indudable) sino que debería establecer prioridades que permitan desarrollar una relación coherente entre ellos, el público y los distribuidores. Mientras la discusión crece entre las hinchadas de cada "equipo", la realidad cinematográfica nacional sigue siendo la misma. Y, lamentablemente, la presencia de una bandera no parece ser la salvación. Porque la libertad de expresión es un valor único que destaca la heterogénea producción local a nivel mundial. Porque estos creadores están cada vez más desamparados. Y porque no deberíamos necesitar imposiciones de este tipo para reconocer lo que es nuestro. |
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