>
El “padre de los pueblos”
El estalinismo significó quizá el apogeo del culto a la personalidad, con acciones y un estilo que muchas veces alcanzaron lo grotesco.

El culto a la personalidad se dio con el Führer, Adolf Hitler; el Duce, Benito Mussolini y “El gran timonel”, Mao Tse- tung, entre otros. Con Stalin, llamado “El padre de los pueblos”, comenzó en 1929, cuando el líder cumplió los 50 años. “En el mundo no hay tinta suficiente para transcribir la campaña sistemática iniciada con motivo del quincuagésimo aniversario de Stalin”, escribió su biógrafo, Boris Souvarine.
El cumpleaños de Lenin en 1920 fue discreto, apenas una reunión en la que hablaron Trotski, Zinoviev y Kámenav; al parecer, Lenin no soportaba el culto al héroe y, como buen marxista, pensaba que el culto no correspondía a un partido que destacaba la importancia absoluta de las masas y las circunstancias objetivas. Stalin fingía al principio que el culto no le agradaba, por no corresponder “al estilo bolchevique”; él podía haber suspendido o limitado la adulación si lo hubiera deseado, hecho que no ocurrió.
Un periodista norteamericano, Louis Fisher, destacado durante muchos años en Moscú, escribió en 1930, después del XVI Congreso del PC, en los primeros tiempos del culto: “Un buen amigo también podría aconsejar a Stalin que detenga la orgía de glorificación personal que se ha permitido que invada el país. Diariamente le llegan centenares de telegramas que desbordan exagerados elogios orientales, “eres el más grande” y otros por el estilo.
Tres ciudades, innumerables aldeas, granjas colectivas, escuelas, fábricas e instituciones llevan su nombre. Si Stalin no es responsable de este comportamiento, por lo menos lo tolera. Podría evitarlo nada más que oprimiendo un botón”. Cuentan que el encargado de prensa del comisariato de Relaciones Exteriores de la URSS leyó a Stalin la traducción del pasaje de Fisher y la respuesta fue “svoloch” (bastardo). Nadie oprimió el botón y el culto creció.
En el XVII Congreso del PC de 1934, Serguei Kirov –jefe del partido en Leningrado y una de las principales figuras del país, asesinado en 1935– declaró que Stalin era el jefe más grande de todos los tiempos y todas las naciones y las ovaciones fueron a partir de allí concordantes en las apariciones del líder. Se invocaba su autoridad en todas las disciplinas: economía, educación, filosofía, literatura, música, deportes, física, estudios legales... las ciudades cambiaron de nombre y aparecieron Stalingrado, Stalino, Stalinsk, Staliniaoul y Stalinogorsk.
Millones de imágenes invadieron el país; se las usó en oficinas, escuelas, hospitales y muchos hogares. La declaración más trivial y estúpida de Stalin se repetía por millones; “los cuadros lo deciden todo”; “nosotros los bolcheviques debemos asimilar la técnica”. Para los poetas era “el sol”, “el amo de nuestros corazones”. Un escritor, Leonid Leónov, escribió que llegaría el momento en que toda la humanidad lo reverenciaría y la historia aceptaría que Stalin y no Jesucristo había sido el punto de partida del tiempo.

La prensa oficial

En el “Izvestia”, diario oficial del partido, dijeron: “...los escritores ya no saben con quién compararte y nuestros poetas ya no disponen de una cantidad suficiente de perlas lingüísticas para describir tu personalidad”. Una vez que Stalin opinaba sobre un tema en debate –interpretación de conceptos de Lenin o de Marx, por ejemplo– la discusión debía concluir.
No era sólo el secretario general y jefe supremo sino también la más elevada autoridad ideológica, en igual nivel que Marx, Engels, Lenin. Su nombre siempre estuvo asociado al trío de notables revolucionarios; ordenó reescribir la historia del Partido Comunista en la que Stalin nunca se equivocó y jugó un rol principal en la revolución de 1917, incluso más que Lenin. En 1938 escribió el Breve Curso que se convirtió en la biblia del culto al líder; el Pravda informó en 1949 que según las estadísticas se habían publicado más de 700 millones de ejemplares de las obras de Stalin, 279 millones de las de Lenin y 65 millones de las de Marx-Engels. (A. A.)

Persona,
partido, pueblo

Los líderes carismáticos como Hitler o Stalin utilizaron el culto como un recurso para promover la integración entre el partido y el pueblo. Goebbels, ministro de Propaganda de la Alemania nazi, dijo que jamás en la historia de todos los tiempos un hombre ha unido a su propia persona como él (Hitler) la confianza y el sentimiento de integración de un pueblo entero”.
En estos esquemas de poder, la estructura política era insustancial, insignificante. Importaban los principios del Führer y “las obligaciones contraídas con el camarada Stalin”. La rama ejecutiva del gobierno no era el partido sino la policía, con actividades operacionales que no eran reguladas por el partido.

Arte al servicio de
la adulación

 En enero 1950, la revista Iskusstvo (arte) publicó un artículo sobre una exposición en Moscú con el tema “Josef Stalin en las artes gráficas”.
Una de las obras premiadas fue el cuadro de F. Shurpin, quien logró el premio Stalin de 1948.
“En las primeras horas de la mañana luminosa el camarada Stalin aparece caminando por los dilatados campos de la granja colectiva, a lo lejos los cables de transmisión de la energía de alto voltaje; viste una túnica blanca y lleva el abrigo en el brazo. Su rostro, de expresión exaltada, y toda su figura están iluminados por los áureos rayos del sol primaveral. Uno recuerda los versos del poeta popular Dzhambul: ‘¡Oh! Stalin, el sol primaveral te ilumina... camina confiado hacia la nueva alborada’”, señala el texto.
Y agrega: “La imagen del camarada Stalin es la marcha triunfal del comunismo, el símbolo del coraje, el símbolo de la gloria del pueblo soviético, que reclama nuevas y heroicas hazañas en beneficio de nuestra gran patria. En esta imagen se fortalecen los rasgos de un hombre sabio, majestuoso y al mismo tiempo notablemente modesto y sin pretensiones, que es nuestro líder bien amado”.
 Stalin había visitado una granja por única vez unos veinte años antes, cuando éstas aún no habían sido colectivizadas.
(A. A.)

Guión para Eisenstein

Stalin también opinaba sobre los escritores que debían recibir un premio Stalin de primera clase, quiénes los de segunda y quiénes debían quedar excluidos. En 1947, Serguei Eisenstein, uno de los más grandes directores de cine, fue convocado al Kremlin para recibir órdenes acerca del replanteo de la película “Iván el Terrible”. Stalin dijo que el zar era muy cruel, “pero ustedes deben demostrar que era necesario ser cruel”.
Cuando Eisenstein preguntó si había otras instrucciones sobre la película, Stalin reaccionó diciendo que no estaba impartiendo instrucciones y que la suya era simplemente la reacción de un espectador. Rápidamente admitió que tenía otras sugerencias, como por ejemplo el modo en que el zar atrapaba las moscas.



Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí