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“El lunfardo se ganó su espacio a fuerza de expresar a mucha gente”
Autor de "La prohibición del lunfardo en la radiodifusión argentina", Fraga arroja luz sobre las tensiones y posicionamientos que generaron en el pasado los cambios sociales que signaron al país a partir de la inmigración. Su vinculación con el delito desde los espacios de poder.

Qué mudanzas hubo en la consideración de cómo el entramado cultural del sistema ve hoy el lunfardo y lo veía décadas atrás?

Sin duda, el cambio fundamental está en el hecho de que el lunfardo perdió la connotación peyorativa que durante décadas tuvo de cara al grueso de la sociedad y del poder, que se valió precisamente de esa cara para intentar marginarlo, condicionarlo. O sea, como referencia para el análisis, ya no cuenta el contenido delictual que se le acreditaba desde su aparición.

¿Se instaló a fuerza de realidad, de su vigencia a pesar de las prohibiciones?

A fuerza de realidad, de la cotidianidad de su uso por parte de distintos planos de la sociedad y de sus expresiones culturales; el tango, entre ellas. "Mi noche triste", de Pascual Contursi, hay acuerdo en que es el primer tango que apela a términos del lunfardo. Ya después, no mucho después, vendrían las letras de Alfredo Le Pera, Carlos de la Púa, que en realidad se llamó Carlos Raúl Muñoz, Celedonio Flores y mucho más.

O sea que el lunfardo ganó ahí, donde estaban los más: en la gente, simplemente por popular.

Y es lo que lo sostuvo. El lunfardo se ganó su espacio a fuerza de expresar a mucha gente, ésa es la realidad tajante. Hace ya dos décadas, Mario Teruggi, un investigador sobre el tema y al cual apelo en mi investigación, encuadró al lunfardo como un habla popular "compuesta por palabras dice él y expresiones que no están registradas en los diccionarios castellanos existentes". Yo interpreto en mi libro que ésta es una definición que se estructura desde la negación, es decir, a partir de lo que no está legitimado académicamente pero está legitimado por su instalación en la realidad.

Pero realidad que el poder se resiste, al menos eso se desprende de su libro, a aceptar al menos por largo tiempo. ¿Funciona el prejuicio en esa relación?

Por supuesto. Se invalida al otro o los otros que apelan al lunfardo. Se invalida mucho de la cultura de las que fueron las primeras oleadas de ese dato tan significante y digno en la conformación de nuestro país que es la inmigración italiana y su idioma, que tuvo mucho que ver con la conformación del lunfardo; no todo, pero sí mucho. Teruggi sostiene que "quien define el lunfardo como el habla de los delincuentes comete el error de tomar la parte por el todo y, de paso, como los lunfardismos no faltan en boca de nadie, de hecho ultraja gratuitamente a su propio pueblo al considerarlo implícitamente un hato de ladrones".

¿Cuándo comienza a estudiarse el lunfardo como fenómeno social?

Hasta donde yo puedo probar, los primeros trabajos son de 1879; pertenecen a Benigno Baldomero Lugones. Ya en la década del '80, están los trabajos de Luis María Drago, que habla del "lunfardo de los ladrones bonaerenses" y, a partir de ahí, ya vienen los de Antonio Dellepiane y Fray Mocho, que era José Alvarez y que escribe "Memorias de un vigilante". Todos estos autores tienen una característica:

en algún momento han sido funcionarios policiales o, en otros, abogados, juristas.

¿Qué connotación le da a esa relación en lo que hace al lunfardo?

Bueno, que hablan desde un plano de poder o del sistema de control de la sociedad.

Nada neutro a la hora de reflexionar sobre el lunfardo.

Nada neutro, claro.

Pero mire por donde se mire la relación del lunfardo con el poder, al menos en las décadas en que la Argentina deja de ser preestatal, o sea las que siguen a 1880, el poder siempre emerge en ese vínculo operando desde el miedo a la dialéctica que adquieren los cambios que se dan en el país en todos los órdenes. ¿Cuál es su opinión en relación con esto?

Basta computar la literatura y los ensayos que se escriben en esa dirección a lo largo de fines del siglo XIX y la primera década del XX para confirmar lo del miedo a que esos cambios modifiquen el perfil del país, que lo van a modificar y para bien, claro. Un caso concreto que expresa esa inquietud o temor es, entre muchos, el de Ricardo Rojas en "La restauración nacionalista", para quien la inmigración destruye la "unidad moral" de la República. "Nos cambian la lengua, que se nos pudre, nos cambian el país", dirá Mansilla. En mi investigación trabajé mucho este tema con conclusiones, reflexiones de Ricardo Piglia, especialmente con un texto suyo "Armando Discépolo y el argentino contaminado", y ahí aparece lo cosmopolita como escenario de riesgo para el idioma, o sea, el miedo del cual hablaba, entre otros, Ricardo Rojas. Al momento del centenario de Mayo, el miedo a las transformaciones muy aceleradas que se dan en el país está muy latente entre los intelectuales y la literatura se pone al frente de la defensa de la lengua nacional contra la disgregación que conlleva la mezcla idiomática propia de lo cosmopolita. Leopoldo Lugones dirá que la "uniformidad del

idioma expresa la solidaridad espiritual de la Nación" y también que "todo idioma es obra realizada por los cultos". Pero de todas maneras, y en eso está centrado el interés de mi investigación, las proscripción del lunfardo por parte del Estado toma sesgo duro con la restauración nacionalista vía el golpe de setiembre del '30 y el del '43.

Está la radio de por medio...

Y por eso aparece el Reglamento de Radiocomunicaciones en el año '33, con Justo, y la Dirección de Correos y Telégrafos se convierte en el ente que controla el contenido de lo irradiado. En los hechos, el reglamento fue modificado permanentemente a fin de adaptarlo a las exigencias de control que le eran naturales. Prohibía "voces destempladas", "modismos que bastardeen el idioma", "la comicidad de bajo tono", "exclamaciones airadas", la presentación de "cuadros sombríos"...

 

NADA DE POBREZA NI DE CONFLICTOS

 

¿Qué sería un "cuadro sombrío"?

Situaciones sociales duras producto de la misma situación en que vivían cientos de miles de argentinos. Además, se hacía del titular de la licencia radial el único responsable de lo que se difundía por la emisora, con lo cual se inducía a la autocensura. Y con el golpe del '43, la ofensiva nacionalista alcanza en mucho al tango. En el '48, con Perón en el gobierno, el tango "Cafetín de Buenos Aires", de Enrique Santos Discépolo, un hombre afín al peronismo, es censurado por la Secretaría de Prensa y Difusión porque considera que hay tramos del tango que expresan mucho pesimismo, entre otras ése que dice "...y me entregué sin luchar". Es ahí cuando SADAIC comienza a expresar cierto cansancio por la censura, por la proscripción de la que es blanco el lunfardo, y finalmente pide una entrevista con Perón. Va la pesada de la entidad... Canaro, Vacarezza, Cadícamo, Rodolfo Sciammarella, Aníbal Troilo. Es en esa reunión que Perón saluda a Vacarezza... "Don Alberto, me enteré de que días pasados lo 'afanaron' en el 'bondi'"... ¡todos se quedaron helados, el propio presidente apelaba al lunfardo! Y era cierto: a Vacarezza le habían robado en un tranvía. El hecho sirvió para que Perón le hiciera un guiño al lunfardo y, con el tiempo, la aceptación del lunfardo fue una realidad.

 

CARLOS TORRENGO

ctorrengo15@yahoo.com.ar



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