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El calvario de las mujeres en números | ||
No hay una pizca de exageración en la dolorosa descripción de Emma. El derecho de las mujeres en Sudáfrica está pisoteado, sórdidamente despreciado. El mundo conoce la violencia asfixiante de países africanos como Ruanda o Liberia. Pero tal vez no imagine un drama análogo para las mujeres sudafricanas. Ocurre que se hace más patente precisamente porque es el país con perfil más democrático del continente. Hay un fenómeno que parece contradecir semejante vulnerabilidad femenina: el gobierno del presidente Thabo Mbeki designó a ocho mujeres en puestos ministeriales, dos veces más que el gobierno anterior. Y tiene una vicepresidenta, Phumzile Mlobo Ngcuka, nombrada cuando el jefe de Estado destituyó a Jacob Zuma salpicado por corrupción y fraude. Señalan que es una perfecta presidenciable. Por si fuera poco, Sudáfrica ocupa el puesto 14 en el ranking internacional de mujeres parlamentarias. Esto es porque un tercio de los 400 miembros del Congreso es integrado por mujeres. ¿Qué pasa entonces? ¿Por qué en el país más rico de Africa una mujer es violada cada 26 segundos y sólo una de 36 violaciones es denunciada? ¿Por qué una de dos mujeres es susceptible de ser violada no pocas veces en algún momento de su vida? El año pasado se denunciaron 54.926 violaciones. Un 42,7 por ciento de las víctimas eran menores de 18 años. La cuestión cultural está en la raíz de estas "costumbres" repugnantes. Entre los negros, sobre todo los jóvenes, parece socialmente aceptado el hecho de que una chica tiene que ser obligada a un acto sexual. Un solo ejemplo de aberración: un joven a punto de romper con su novia, llama a sus amigos para que la violen. La revista "Sexuality in Africa" reporta que en Sudáfrica mueren cuatro mujeres por día en manos de sus parejas. "Las mujeres y las niñas están sometidas a una violencia inaceptable, al punto que ya no quedan lugares seguros, ni públicos ni privados". Naturalmente, la degradación sexual femenina viene asociada al sida. Más de la mitad de las víctimas son mujeres, en muchos casos monógamas cuyos maridos tienen relaciones con otras. Un reciente informe de Amnistía Internacional reveló que entre 5,7 y 6,2 millones de sudafricanos son seropositivos. Señaló un aumento de la prevalencia entre las mujeres que acuden a clínicas prenatales. Y la tasa más alta (38,5%) la ostentan las mujeres de entre 25 y 29 años. En noviembre último, un informe del Consejo de Investigación sobre Ciencias Humanas de Sudáfrica concluyó que el índice de infección entre las mujeres era desproporcionado, particularmente entre los 15 y 24 años. La tasa de incidencia del HIV era ocho veces superior a la de los hombres de esa edad. Datos para el espanto. El drama se completa al conocerse que la mayoría de las personas infectadas no tiene acceso al tratamiento en los centros públicos. Mujeres en tan altos mandos del poder, como el caso de la vicepresidenta Phumzile Mlobo Ngcuka o mejor aun en Liberia, con la presidenta Ellen Johnson Sirleaf podrían suponer una hendija de esperanza en una tierra de contradicciones, donde por un lado la mujer goza de un nivel de participación sin precedentes en la política y en los medios de comunicación pero continúa sometida al capricho del hombre, que las humilla y violenta. Además, estamos hablando del país que ha hecho una de las reformas más progresistas del mundo: tiene una ley que permite el matrimonio entre homosexuales, avalado también por el Tribunal Constitucional de Sudáfrica. La duda de Emma y de otras mujeres en condiciones de racionalizar sus sentimientos o manifestarlos es qué futuro es esperable en una hipotética Sudáfrica de Zuma, el hombre que dijo que "los matrimonios del mismo sexo son una desgracia para la Nación y para Dios". O que, cuando estaba en el banquillo, se ufanó de que la mujer que lo acusó de violación "estaba dispuesta a hacerlo" y que no usó preservativos, porque no importa: "Me bañé... y listo". |
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