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En primera persona

Ignacio González Arregui habita en la colonia desde 1973. Vivió en carne propia el recambio generacional. Junto a su padre comenzó con la ganadería, intentó con la horticultura y volvió a la explotación bovina por cuestiones de rentabilidad. Hoy busca consolidarse en compañía de su hijo en un predio de 80 hectáreas. "Los productores somos el fusible", sostiene.

Esta última reflexión tiene como antecedente que entre los '80 y los '90 consiguieron hacer base convirtiéndose en proveedores de zapallo "anquito" y cebolla, de una cadena de hipermercados de Capital Federal y conurbano bonaerense. "Teníamos unos rindes muy buenos en la producción, pero Coto hacía su ganancia en base a promociones (de esos productos) y a lo mejor el precio que nos convenía a nosotros era 6 pesos el kilo y ellos lo llevaban a las góndolas a 4 pesos".

A su entender, el instituto como organización administrativa "nunca debe desaparecer" por cuanto la colonización del Valle de Viedma "aún no concluyó" y ahora "debemos velar por las nuevas generaciones".

Sobre esto último, apuntó que algunas unidades productivas sólo funcionan como sustento familiar del núcleo inicial por lo que, al crecer las familias, "los hijos han debido abandonar las chacras y radicarse en Viedma para ingresar a la administración pública". También observó que el perfil de la Escuela Secundaria de Formación Agraria (ESFA), que funciona en el corazón del valle cercano a esta ciudad, no dio oportunidades laborales para todos; por lo tanto "hay que buscarle la vuelta" con créditos en semillas para productores jóvenes como los otorgados durante la gestión del ex interventor del Idevi, Maximiliano Bruno.



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